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Recordando a Manolo Soler - Archivo Expoflamenco
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Recordando a Manolo Soler

Aquella sonrisa


Tantas cosas han ocurrido desde aquellos días emocionantes en el tercer Festival de Grenoble, Les Voix Du Cante Flamenco en octubre/noviembre de 2002. Los jóvenes intérpretes que habían venido a actuar miraban con admiración a Manolo Soler (Sevilla, 1943 – 2003) como viejo maestro, a pesar de que aún no había cumplido los sesenta años. Antonio Reyes, Melchora Ortega, Jerónimo Maya, Ezequiel Benítez, Pascual de Lorca, Miguel Salado y Domingo Rubichi entre otros, además del gran Moraíto, el maestro Paco Cepero, y aquellos que, como Soler, se marcharían demasiado pronto: Chaquetón, el Torta, Fernandito Terremoto…

 

Menos de veinte años más tarde, ¿quién se acuerda de Manolo Soler? De alguna manera, siempre sorprende cuando se muere un personaje del flamenco… Como si la vida misma fuera resultado del flamenco, en lugar de a la inversa. Pero muchos jóvenes aficionados de la generación actual no saben nada acerca de este hombre. Quizás los mismos que no saben que el cajón (caja de percusión) es un elemento del flamenco relativamente nuevo, incorporado hace menos de 40 años.

 

Aunque también tocaba la guitarra, Soler fue principalmente bailaor. Un bailaor brillante y original, con movimientos diferentes a los de cualquier otro: limpios y secos con el poder que nace de la sutileza. “Compacto” es la palabra que mejor lo describe. No desperdiciaba ni una célula de su cuerpo en superficialidad o teatralidad. Su sentido rítmico fue más allá de perfecto. Impecable sin ser robótico, cortado con estilete afilado. Así le gustaba al maestro Paco. El hombre que inventó el sexteto flamenco incorporó a este intérprete singular en su grupo. No es de sorprender el hecho de que Manolo estuvo 10 años complementando la brillante música del maestro.

 

Como tantos otros de la época, actuaba en los tablaos madrileños, y colaboró con las máximas figuras del flamenco. Verlo por primera vez fue descubrir un mundo de compás, incluso para los más veteranos. No es que bailara o tocara a compás. Manuel Soler era el mismo compás. Quizás fuera en la compañía de la gran Manuela Vargas donde aprendió el poder del minimalismo mucho antes de que el minimalismo se pusiera de moda en el flamenco.

 

 

«Verlo por primera vez fue descubrir un mundo de compás, incluso para los más veteranos. No es que bailara o tocara a compás. Manuel Soler era el mismo compás»

 

 

Problemas del corazón, decían los médicos, y aconsejaron a Manolo Soler que limitara sus actuaciones de baile, aunque seguía dando clases y ofreciendo talleres de compás. Debido a las limitaciones de salud, adoptó el nuevo instrumento de percusión que Paco y Rubem Dantas habían empezado a incorporar: el cajón. Con su obra de 1996, Por Aquí te Quiero Ver, votada el mejor espectáculo de la Bienal de Sevilla de aquel año, Soler se convirtió en estrella.

 

El espectáculo que más recuerdo es Dime, de Javier Barón. Una deliciosa e inteligente obra basada en Lorca en Granada que brillaba con originalidad y humor suave, como cuando Manolo tocó percusión desde el interior de una enorme tinaja, o dio voz a un diálogo entre sus dos manos, haciendo las voces de ambas.

 

Sentó precedentes para los nuevos “cajoneros”, y hasta el día de hoy ha sido uno de los pocos que comprenden el empleo con buen gusto de este instrumento de manera que no estorbe, sino que realce el natural aspecto percusivo del baile flamenco.

 

Fue una bendición y un privilegio poder apreciar la cálida personalidad, sabiduría y fino sentido del humor de Manolo Soler durante aquellos días del Festival de Grenoble del 2002. Pocos meses más tarde, el 6 de junio, 2003, Manuel Soler Osa Reyes nos dejó. Un hombre con una caja, sobresaliente bailaor y percusionista que marcó el flamenco y legitimizó el ahora ubicuo cajón.

 

Imagen superior: Manolo Soler en el Festival de Grenoble 2002. Foto: Estela Zatania

 

 

Manolo Soler, en taller de compás. Foto: Estela Zatania

 

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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