Pastora Galván: valiente, distinta, libre
Para otros aficionados, la mayoría, Pastora Galván es un espíritu libre que despacha su baile envuelto en una tajante declaración de “aquí estoy yo, ¿passsa algo?”. Te fascina, te entusiasma y te quitará el sentío si te dejas llevar. Tal vez esta era la pureza que estaba buscando desde el principio.
El 16 de septiembre del 2006, la bailaora Pastora Galván dejó de ser “la hermana de…”. Lo sé porque así lo he escrito yo misma después de asistir a la genial obra del creativo bailaor bailarín Israel Galván, La Francesa, en el Teatro Central, dentro del programa de la XIV Bienal de Flamenco de Sevilla. Fue el arranque definitivo del periplo profesional de esta bailaora que supo expresar su personalidad dentro de la genial obra de su hermano, con el que comparte una onda anímica parecida, a la vez que singular.
Fue uno de estos espectáculos que exige al espectador un intenso masticado cerebral, un debate interno, porque a partir de cierta edad, y por desaconsejado que sea, es casi imposible dejar de buscar la elusiva pureza que, de todas formas, me dicen que no existe. Actualmente, algunos artistas están en la virtual sala de espera de nuestra sensibilidad flamenca hasta ser comprendidos, y dejen de ver sus nombres siempre precedidos por la palabra “arriesgado”.
Diecisiete años después de aquel triunfo, vimos a Pastora Galván hace poco en el Festival de la Yerbabuena de Las Cabezas de San Juan, y pienso que se puede decir que la señora ha encontrado su personalidad y forma. Es indiscutiblemente original, por mucho que desprenda un aroma fuerte a los viejos de Triana. Sí, sí, ya sé, es el baile africano sugestivo que en inglés se llama “twerking”. Caderas sueltas, insinuaciones eróticas, el centro de gravedad cada vez más bajo… Pastora logra evocar todo eso, y algunos intolerantes no lo admiten (quizá por aquello del “puro”). Para otros, la mayoría, Pastora Galván es un espíritu libre que despacha su baile envuelto en una tajante declaración de “aquí estoy yo, ¿passsa algo?”.
«Un vanguardismo a ultranza heredado de su hermano Israel, que conduce al baile antiguo y rancio del de su padre, José Galván, pasando por una zona flamenca donde nos sentimos como en casa»
Es un terreno creativo poco poblado. Pensamos en “arte” y hay una asociación con lo bello, se sugiere sutileza con una dosis de valor y nobleza de espíritu. Como la llamada escuela sevillana perfectamente abanderada en su esplendor por la maestra Matilde Coral. Pero nuestra Pastora no se abstiene de emplear movimientos erráticos que recuerdan la fascinación de Israel con el butoh, un estilo de danza contemporánea japonesa que hace gala de movimientos grotescos. Se da el caso de un vanguardismo a ultranza heredado de su hermano Israel, que conduce al baile antiguo y rancio del de su padre, José Galván, pasando por una zona flamenca donde nos sentimos como en casa.
El mapa es borroso, pero Pastora bien sabe navegar por el terreno. No es un pasado refrescado, sino el futuro contemplado como de haber ocurrido hace tiempo indefinido. La bailaora demuestra que no hay fronteras claras, sino que todo es arte e inspiración, estés tumbando sillas, bailando sobre canicas (como ha hecho Israel Galván), o manejando un mantón y abanico (Pastora). Abstrae movimientos presuntamente “clásicos” convirtiéndolos en contemporáneos, a la vez que ha sido capaz en otra obra suya de lucir calcetines de marujilla hasta la rodilla o bailar descalza.
Otras van en topless o se desnudan en el escenario sin más. Pastora comete la travesura de sacudir el trasero vestido de amplios pololos blancos. Visto así, su twerking parece una chiquillada inofensiva con el marchamo inconfundible del hermano. Años luz separan a Pastora de Israel, a la vez que comparten un camino paralelo, a saber: todo puede valer, nada se descarta.
Pastora Galván tiene un pie en lo mejor del pasado, y otro en la libertad de mañana. Te fascina, te entusiasma y te quitará el sentío si te dejas llevar. Tal vez esta era la pureza que estaba buscando desde el principio.
Imagen superior: Estela Zatania