Había una vez, tientos
¿Quién habrá tenido la idea de relegar un cante tan lleno de posibilidades a mero telonero de los tangos? Los tientos tienen un peso específico, son solemnes y herméticos.
Había una vez un palo flamenco llamado “tientos”. Que sí, que aún existe, de acuerdo. ¿Pero por qué tengo la sensación de que se nos va de las manos? En realidad, son tangos de Cádiz, con un fraseo rítmico facilitado por la mano derecha del guitarrista que ejecuta una especie de rasgueo de tanguillo con hipo. Los investigadores nos dicen que el invento fue creación del legendario cantaor Enrique el Mellizo (Cádiz 1848-1906).
Los tientos eran la respuesta flamenca binaria a la soleá, medidas divisibles por 2 o 4 en lugar de 3. Los tientos, una de las joyas de la corona flamenca, han llegado a ser un fasfud de lo jondo, relativamente poco escuchado excepto como introducción desechable de los tangos, dándonos tientos-tangos, y rara vez bailados. Un palo en la vía exprés hacia el olvido. Hace tiempo, cuando consulté la base de datos del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco, figuraban 210 grabaciones de “tientos tangos”, y 1552 como “tientos”. Aquellas cifras no reflejan la actualidad, y posiblemente estén empatadas a estas alturas. El cuerpo todavía está caliente al tacto, pero es cuestión de tiempo hasta que los tientos caigan en el desuso.
Sin duda defiendo la autonomía absoluta de los cantaores, que necesitan su espacio creativo, pero permitir que los tientos se nos escapen por las rendijas sólo disminuye el repertorio. Calcula si la soleá fuera así asimilada como mera introducción a otro cante… Es impensable.
Hay situaciones similares en las que un cante queda como auxiliar de otro para ambientar oídos y mentes antes del cante principal. Un claro ejemplo es la liviana que prologa la serrana. Y no pasa nada, porque la liviana es una forma relativamente floja que asume sin problema el papel introductorio. Prologar la malagueña con granaína o media granaína fue una aportación de Aurelio Sellés, pero los respectivos cantes han conservado sus identidades.
«Permitir que los tientos se nos escapen por las rendijas sólo disminuye el repertorio. Calcula si la soleá fuera así asimilada como mera introducción a otro cante… Es impensable»
La música de los tientos es más compleja que la de las ramas de soleá/siguiriya del árbol familiar del flamenco. Armonías sorprendentes y desvíos melódicos aportan una rica variedad musical sin sacrificar el poder comunicativo de estos cantes. Camarón y Paco de Lucía aportaban mucha dimensión a los estilos festeros como los tangos, así alimentando la popularidad de los tientos-tangos.
En cuanto a los cantaores históricos, Pastora Pavón (1890-1969) encontró en los tientos una belleza dulce amarga que otros no habían ubicado. Jacinto Almadén (1899-1968), un cantaor subestimado, entregó esta forma con una delicadeza que nunca empalagaba. Manolo Caracol (1909-1973), con su enorme personalidad, se movía con soltura por los tientos, y los gaditanos –Pericón, Manolo Vargas, La Perla, Chano y otros– poseían una afinidad natural por tientos que llegó a la mayoría de edad según se iba ralentizando la velocidad.
Gaspar de Utrera (1932-2008), bohemio inocente, encontró el potencial de los tientos, dándoles el poder y profundidad que prometían. Su concepto del cante, siempre directo y honesto, hermético y sumamente personal, casó bien con su voz lastimosa para interpretar este palo. Exprimió más angustia flamenca de los tientos que otros cantaores logran por siguiriyas, y su influencia es notable en los jóvenes cantaores cuando escuchas dos o tres versos suyos seguidos: Los siete sabios de Grecia…, Presecito en la cárcel…, En la casa de la pena…, Agua fresca quien la bebe…, Al escucharlo temblé…, entre otros que interpretaba habitualmente.
En Jerez, la intensa seriedad de Manuel Agujetas (1939-2015) hizo que el cantaor rechazara todo remate frívolo de tientos. El Terremoto de Jerez (1934-1981) solía permitirse un brevísimo cierre de tangos, y de esa misma generación de maestros, también Antonio Núñez el Chocolate (1930-2005) solía optar por un tango cortito al final de los tientos.
José Menese (La Puebla de Cazalla, 1942-2016), con los versos de Francisco Moreno Galván, como el famoso Señó que va a caballo, y no daba los buenos días, si el caballo cojeara, otro gallo cantaría, fue uno de los últimos cantaores en defender la autosuficiencia de los tientos. Iba en busca y captura del duende, y rara vez (¿nunca?) empleó la forma como preludio de los tangos.
Miguel Poveda ha cantado tientos en ocasiones de manera tradicional, limitándose a un breve remate de tangos para terminar. Los maestros veteranos actuales –Fosforito, María Vargas o Pansequito, entre otros– grabaron tientos en su día, empleando sólo el clásico final breve, aunque en otras grabaciones también han optado por seguir por tangos. Por lo general, cuanto mayor el intérprete, menos probable es que termine los tientos con una larga serie de tangos.
¿Quién habrá tenido la idea de relegar un cante tan lleno de posibilidades a mero telonero de los tangos? Los versos y melodías se comparten fácilmente entre ambas formas, pero con distinto sentimiento e intención. Los tientos tienen un peso específico, son solemnes y herméticos. Los tangos respiran un aire canastero, con melodías pegadizas que huelen a Granada o Extremadura, o quizás alguna canción popular que se coló cuando nadie estaba mirando.
Imagen superior: Pansequito – Foto de Estela Zatania