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El legado de Carmen Amaya sesenta años después de su desaparición - Archivo Expoflamenco
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El legado de Carmen Amaya sesenta años después de su desaparición

El recuerdo de Carmen Amaya y su arte sigue rigurosamente actual para la nueva generación de bailaores, tanto hombres como mujeres. Baile de fuerza y de compás, intensidad y poder. Una forma de expresarse que rompió con aquella coqueta dulzura del papel femenino que había dominado hasta entonces.


El 16 de noviembre se celebra el Día Internacional del Flamenco en su decimotercer aniversario. Como es habitual cada año, habrá actos conmemorativos, conferencias y actuaciones diversas. Más que un evento cultural, se siente protocolario y promocional… «¡viva España!», como dice la canción, porque ese día el chovinismo anda suelto por Andalucía y otras regiones flamencamente allegadas. Tres días más tarde, el día 19, nos toca recordar el 60º aniversario de la desaparición de una de las personas que más representan el flamenco en el mundo. Se llamaba Carmen Amaya, y se me antoja unir ambas efemérides que se alimentan mutuamente: Carmen es flamenca… el flamenco es Carmen. Si acaso, pesa más la bailaora que el acto institucional. 

 

En el siglo XIX, antes de que hubiera baile flamenco como lo conocemos en tiempos modernos, las bailarinas inglesas y francesas, o la destacada austríaca Fanny Elssler, estilizaban sus danzas andaluzas, presentándolas por toda Europa. En imágenes históricas vemos a jóvenes hermosas que se expresan con delicadeza.

 

La pequeña Carmen, catalana del Somorrostro de Barcelona, nace en el siglo XX y rompe todos los moldes, terminando de componer la intensidad que hoy en día todo el mundo relaciona con el flamenco. Hasta su aparición, el cante tenía su fuerza, qué duda cabe, pero el baile flamenco de mujer no salía de esa dulzura.

 

 

«Carmen Amaya llegó al flamenco, vio que le faltaba alguna pieza para estar a la altura expresiva de lo existente y, sin pedir el permiso de nadie, aflamencó el flamenco»

 

 

Carmen Amaya popularizó el uso de pantalones para el baile de mujer. “Una pantera al acecho”, decía la prensa. Elevó exponencialmente la fuerza y velocidad del zapateo. “Una bomba atómica”. Introdujo dramáticos saltos. “Demoníaca y explosiva”, “primitiva y bárbara”, “amenazadora”, “un Vesubio humano”… son citas auténticas de críticos y publicidad, ya no sabían qué decir de esta fuerza de la naturaleza. Desfasadas quedaban las bailarinas de delicada mirada y postura sumisa.

 

Recuerdo un documental en el que el viejo Farruco instruye a su nieto de 6 o 7 años, el actual Farruquito: “¡baila enfadado!”. Esa forma de entender el flamenco alcanza su plenitud con Carmen Amaya, y encuentra continuidad en numerosas figuras actuales del baile como Manuela Carrasco, La Farruca, Carmen Cortés o Belén López, entre muchas otras. La llamada “escuela sevillana”, representada por la maestra Matilde Coral, es la antítesis. De hecho, es el baile que luego quedaría como fascinante contraste al estilo del Farruco y Rafael el Negro, bailaores de temperamento, en el legendario trío Los Bolecos, eficaz amalgama de ambas escuelas.

 

El legado de la catalana cambió el baile para siempre. Carmen aumentó el repertorio, puso baile al cante minero de taranto, tocaba palillos (castañuelas) en los bailes dramáticos como siguiriya o soleá, y su colaboración con el maestro Sabicas amplió los conceptos.

 

Son formas que han llegado a definir el género. El recuerdo de su persona y su arte sigue rigurosamente actual para la nueva generación de bailaores, tanto hombres como mujeres. Baile de fuerza y de compás, intensidad y poder. Una forma de expresarse que rompió con aquella coqueta dulzura del papel femenino que había dominado hasta entonces. Carmen Amaya llegó al flamenco, vio que le faltaba alguna pieza para estar a la altura expresiva de lo existente y, sin pedir el permiso de nadie, aflamencó el flamenco.

 

Imagen superior: captura de pantalla de la película ‘Los Tarantos’, 1963.

 

 

 

Carmen Amaya, publicidad de la época.

 

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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