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Antonio Canales: perfil de un genio

Antonio Canales –flamante Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2020– surgió hace más de tres décadas bailando a un son interior diferente, con formas revolucionarias y movimientos que han ayudado a dar un nuevo aspecto al baile flamenco.


El bailaor Antonio Canales ha sido galardonado recientemente con la prestigiosa Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2020. Sí, ya sé que Sara Baras, a quien admiro profundamente, ha recibido el mismo reconocimiento, y muy bien merecido. Pero esto no es una nota de prensa, sino mis impresiones personales de un artista al que he seguido desde mucho antes de que su nombre circulara, antes de que la prensa rosa y otras superficialidades parecían eclipsar al artista que existe dentro de Antonio Gómez de los Reyes.

La trayectoria de Canales es larga y notable –ruego consulten otras fuentes para el desglose detallado de sus numerosas obras y logros–. Mi descubrimiento personal del bailaor tuvo lugar en 1988 en su colaboración con la maestra granadina Mariquilla, que estaba en su mejor momento en aquel entonces. Esto fue mucho antes de que se acumularan los años y Canales se hiciera merecedor de aquella bofetada sin manos: “artista veterano”.  Por el camino, exhibió un comportamiento a veces descabellado que le costaría algo de su credibilidad artística.

 

«Este año Canales va a cumplir 60 años. Ya no es el bailaor joven y estilizado al que descubrí hace tantos años. Pero su glosario de movimientos destilados hasta lo esencial sigue aportando flamenco sin fecha de caducidad»

 

La obra en cuestión, El Sacromonte y yo, fue una celebración de gran formato del rico acervo flamenco de Granada, con todo el color e intensidad asociados. Vi la obra una sola vez, por televisión. De eso hace más de 30 años. Entre otras cosas, vagamente recuerdo una escena de boda, piezas folklóricas como la mosca o la cachucha, los sabrosos tangos que hace esta gente de aquella parte de la geografía flamenca, y una poderosa Mariquilla, con su personalidad expansiva, poniendo todas sus cartas encima de la mesa.  Pero lo que más me impresionó fue el hombre de Triana, por soleá, con el Piki al cante si mal no recuerdo. ¿Antonio quién? “Canales”, decía en los créditos. No me sonaba de nada, pero me fascinó su forma. Tened en cuenta, con 27 años aún tenía un baile algo académico, con fragmentos hilvanados de Mario Maya, Antonio Ruiz, Güito, Manolete y otros en esa línea sobria. Pero tenía personalidad propia. Unos años más tarde, llegó a los escenarios Joaquín Cortés, similar pero diferente, y acaparó toda la atención. ¡Pero bueno! ¿Sería yo la única en reconocer el extraordinario talento de Canales?

El punto de partida fue, como siempre debe ser, una técnica pulida. En las paradas, el zapateo, brazos y manos, vueltas… Todo lo necesario. Pero con algo más. Suena raro incluso según voy escribiendo estas palabras, pero parecía adoptar movimientos que hubieran quedado feos en un intérprete menos dotado, y los hizo funcionar. Para cuando lo vi en directo en el Cante de las Minas de La Unión 2002, el hombre había forjado un nombre internacional y recibido el reconocimiento que yo siempre supe que se merecía.

Recuerdo aquella actuación en La Unión. Canales parecía incapaz de encontrarse, deambulando por el escenario como si buscara alguna señal, un sendero que le llevara por  el camino del flamenco. Entonces, ocurrió. Sin aviso previo, el seco minimalismo se rindió a sus posturas raras, brazos en cruz, hombros encogidos, excesos para algunos, destellos de genio para otros, copiados por muchos. Formas que parecían sacadas del cine mudo, o quizás de un sueño jondo, o del bufón de la corte con soniquete. Unos minutos de éxtasis artístico hicieron que la espera hubiera valido la pena, y el numeroso público, unas mil quinientas personas, saltó de sus asientos gritando y ovacionando.

Antonio Canales es un artista irregular. La creatividad espontánea no suele ir acompañada de la previsibilidad. El no acertar a veces es típico de los artistas con algo que decir, y que rechazan la repetición de fórmulas hechas. Canales surgió hace más de tres décadas bailando a un son interior diferente, con formas revolucionarias y movimientos que han ayudado a dar un nuevo aspecto al baile flamenco. El bailaor jerezano Joaquín Grilo, uno de los mejores en la actualidad, sigue la línea de Canales. Ambos colaboraron en un espectáculo sorprendente en el Festival de Jerez del 2017, donde entregaron flamenco contemporáneo sin alejarse del hábitat.

Este año Canales va a cumplir 60 años, ya no es el bailaor joven y estilizado al que descubrí hace tantos años. Pero su glosario de movimientos destilados hasta lo esencial sigue aportando flamenco sin fecha de caducidad.

Imagen superior de Antonio Canales: Estela Zatania

 

 


Jerezana de adopción. Cantaora, guitarrista, bailaora y escritora. Flamenca por los cuatro costados. Sus artículos han sido publicados en numerosas revistas especializadas y es conferenciante bilingüe en Europa, Estados Unidos y Canadá.

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