La Susi: un discreto homenaje personal
Me dijeron que Encarnación Amador Santiago ya no estaba. Parecía ilógico. Un error. La Susi tenía esa voz de terciopelo antiguo, un llanto frágil y doliente que se metía en la psique. Muchos consideraban a la Susi la versión en mujer de Camarón.
Fue una mañana de esas. Te levantas, y te dicen que alguien ha fallecido, uno de los que no tenía que hacerlo nunca, y te quedas sin aire. Toda una generación de aficionados está sufriendo la privación de oxígeno mientras gritamos silenciosamente, asimilando el impacto a cámara lenta.
¿Excesivamente poético? Es que algunas noticias son demasiado dolorosas para ser recibidas a puerta gayola, así que recurrimos a frases floridas, alimento metafórico para el alma herida. Pero ahí voy otra vez…
Me dijeron que Encarnación Amador Santiago ya no estaba. Como cuando Paco se marchó, parecía ilógico. Un error. Él representaba todo lo que era fresco y joven en la guitarra flamenca. La Susi, como le decíamos, hizo un papel similar en el cante.
Había esa voz de terciopelo antiguo, un llanto frágil y doliente que se metía en la psique. Muchos consideraban a la Susi la versión en mujer de Camarón.
«Vi a La Susi triunfar en Caripén, el tablao de Lola en Madrid. Más tarde en el Festival de Mont de Marsan, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona o en la jerezana Fiesta de la Bulería. Figura consagrada, fenómeno social… Adiós, flamenca.»
Era de la numerosa familia de los Amador. Numerosa en serio. Joaquín Amador, guitarrista casado con Manuela Carrasco, además de Raimundo, Juan José y Ramón, todos guitarristas y cantaores, Diego, multiinstrumentista y cantaor… Sé que estoy omitiendo a algunos. Recuerdo un año la llegada a Mont-de-Marsan en el autocar del festival, parando en cada hotel donde se decían los nombres de los que se alojaban en cada lugar. Había muchas risas cuando llegamos a un hotel, y cada nombre de una larga lista estaba apellidado Amador.
El día que conocí a la Susi en Ibiza en los años setenta en el apartamento de Marote, no era más que una adolescente que bailaba en el cuadro de un tablao ibicenco. Juan me dijo que ella cantaba muy bien, pero muy tímida. Tras nuestra insistencia se atrevió a recordar cantes de su niñez, unos tangos y bulerías con aires canasteros y acamaronados. Con la cara sonrojada, apenas pudo sacar las palabras una tras otra. Pero los ojos de Marote reflejaban mis pensamientos: la niña tenía algo muy especial. Un tiempo después, se pudo comprobar ese algo cuando La Susi grabó su primer disco, una mezcla discreta de cante flamenco y canciones aflamencadas. Ella siempre había estado a caballo entre el mundo del flamenco popular y el cante tradicional, cosa corriente hoy en día, pero bastante menos habitual en aquellos años cuando la cantaora empezó a circular profesionalmente.
«Sus versiones de mineras o de la malagueña de la Trini son dignas de cualquier antología flamenca, y de hecho participaba en muchos festivales de la época junto a los cantaores de más categoría»
En el ámbito pop ha tenido auténticos bombazos como Qué barbaridad o Cómo retumba, canciones con una fuerte identidad flamenca y que en su día sonaban en todas las reuniones flamencas y ferias, rivalizando los hits de las superestrellas Las Grecas, que hasta entonces habían sido las dueñas de las canciones aflamencadas.
La Susi también se defendía en el cante tradicional. Sus versiones de mineras o de la malagueña de la Trini son dignas de cualquier antología flamenca, y de hecho participaba en muchos festivales importantes de la época junto a los cantaores de más categoría. También grabó una versión deliciosa del Lerele que tanto identifica a nuestra Lola Flores.
La vi triunfar en Caripén, el tablao de Lola en Madrid, más tarde en el Festival de Mont de Marsan, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona o en la jerezana Fiesta de la Bulería. Figura consagrada, fenómeno social… Adiós, flamenca.
Imagen de La Susi: Archivo Estela Zatania