Gazpacho Andaluz 2019
Hola. Me llamo Estela y soy adicta a los festivales de flamenco. Aquí una crónica del 53º Gazpacho Andaluz de Morón de la Frontera, Sevilla. Como cabezas de cartel, Rancapino Chico, Jesús Méndez, Eva Yerbabuena y Antonio Reyes.
Hola. Me llamo Estela y soy adicta a los festivales de flamenco.
Empezó hace décadas cuando diez o quince figuras compartirían cartel en un típico evento de esta naturaleza, normalmente caracterizado por la mala amplificación, incómodas sillas plegables y buen flamenco. Hay algo irresistible en pasar copitas de plástico con vino de Jerez, o los táper de serrano y queso, y cómo no, el gazpacho de decenas de neveritas portátiles mientras las máximas figuras del flamenco llenan la noche estival de su angustia artística.
Y así sucedió que la 53 edición del Gazpacho Andaluz tuvo lugar, como en años recientes, en el espacio abierto delante del Ayuntamiento de Morón de la Frontera con el gran reloj de la torre dando los cuartos de hora en momentos poco oportunos, y unas mil entradas vendidas.
El programa abrió con varias actuaciones de jóvenes para calentar el ambiente y abrirnos el apetito para lo que vendría a continuación.
Alonso Rancapino es, hoy por hoy, una de las figuras más solicitadas del flamenco. Llegó al Gazpacho con el sólido apoyo de Antonio Higuero a la guitarra con su toque pulcro y firme, y los ojos pegados al cantaor como lapas. Alonso despacha una versión actualizada del cante de los años setenta con exquisita delicadeza, buen gusto y matización inteligente. Su soleá fue más reconfortante que dolorosa, y con el mismo ánimo tranquilo cerró este cante sin aceleración ni alegre coletilla… ¿Seré la única que no soporta esas frivolidades al final de un cante tan elegante como es la soleá?
Por alegrías, tirititrán sonó a una nana, y el cantaor siguió empleando un decir extremadamente comedido, haciendo buen uso de su sedosa media voz, mientras Rancapino padre estaba presente en cada frase. Un popurrí de canciones por tango, hilvanado con coros de nayno, canción por bulería y fandangos naturales casi más llorados que cantados completaron la actuación del joven maestro.
«En un festival de esta naturaleza, no había “peligro” de que el experimentalismo teatral se interpusiera entre nosotros y el baile brillante de Eva Su Majestad Yerbabuena»
A continuación, Jesús Méndez con su sacudida del poderío jerezano, ¡vaya contraste!, con pulmones comparables a los de su tita Paquera. Elegante en traje y corbata, personalidad reservada y el buen acompañamiento de Pepe del Morao. La soleá estaba llena de sustancia, y una tanda de tangos clásicos que incluyó estilos de Cádiz, Triana, Piyayo y el Titi nos recordó que hay cositas buenas a descubrir en el compás binario del cuatro por cuatro. Fandangos naturales fueron seguidos de bulerías, con gran guiño en la guitarra para Moraíto, y Jesús cantó formas clásicas de la Plazuela.
Máquina de humo, mantones, bata de cola y mucho melodrama… ¡está entre nosotros Eva Yerbabuena! Pero esta vez para bailar sin obra ni guion, y con tres cantaores de mucho empaque, Enrique Extremeño, Miguel Ortega y Alfredo Tejada, además del gran Paco Jarana a la guitarra, y la percusión de Antonio Coronel. Alegrías y soleá, al natural. En un festival de esta naturaleza, no había “peligro” de que el experimentalismo teatral se interpusiera entre nosotros y el baile brillante de Eva Su Majestad Yerbabuena. Sólo energía y compromiso al servicio del flamenco. Entre los dos bailes, el trío de cantaores entregaron un buen surtido de cante abandolao, y el final de la soleá condujo a cuplé clásico por bulería al rojo vivo, cada canción bailada como una telenovela en miniatura.
Un homenaje a la figura de Silverio Franconetti en el 130º aniversario de su fallecimiento, incluyó a numerosos descendientes del cantaor histórico que fue criado en Morón aunque naciera en Sevilla.
Antonio Reyes, tan similar a Rancapino chico en cierto sentido, cantó con la subestimada guitarra de Manuel Parrilla. El control, sutileza y moderación te recordaban al hijo de Rancapino que había abierto el programa principal, pero son formas y personalidades distintas. Antonio cantó por soleá con su sonido cálido y dulce, una canción por tangos y la única siguiriya de la noche, serena y relajada. Es una tentación pensar que este decir tranquilo es como se cantaba en tiempos de Silverio.
La despedida se realizó con el grupo local de Paco el Leri, un fijo del flamenco moronense.