Fiesta de la Bulería, Edición Especial 2020
La Fiesta de la Bulería de este año ha sido presentada como “Edición Especial” por motivos de salud pública y se han hecho necesarias medidas como mascarillas, distanciamiento y todo el mundo sentaíto por favor. Pocos “oles” se soltaron, a pesar de algunos momentos excelentes.
“Siete, ocho, nueve, diez, un, dos…”. Así es como la muchacha de la pequeña lechería cerca del original Estudios Amor de Dios en Madrid solía terminar de contar una docena de huevos, nunca “once, doce”. Supuse que fue debido a la proximidad de aquel cuartel general de lo jondo justamente calle abajo del Bar Moka en Madrid donde los flamencos ensayaban y daban clases, y donde la característica medida de doce tiempos retumbaba por toda la calle a todas horas. Amor de Dios nunca fue academia de baile, sino estudios de ensayo de alquiler por horas, aunque los bailarines de claqué, cantantes de ópera y otros artistas siempre se hartaban de los ruidosos flamencos, y encontraban otros lugares donde ensayar.
Me vais a perdonar aquel breve viaje nostálgico, en realidad mi intención es la de ofrecer una vista global de la Edición Especial de la Fiesta de la Bulería 2020 que acaba de finalizar. Sospecho que algunos que están empezando en esto del flamenco pueden no terminar de comprender la poderosa dominación de las bulerías que desde 1975 aproximadamente han sido el juguete flamenco predilecto de casi todos, gracias a la genialidad de dos jóvenes músicos. Obviamente, hablamos de Paco y Camarón.
«Me pregunto cómo le afecta al artista mirar hacia un público enmascarado, sin sonrisas de complicidad ni gritos de aprobación»
En 1966, en su libro Teoría del Cante Jondo, Hipólito Rossy (Sevilla, 1897 – Barcelona, 1975), uno de los primeros flamencólogos, escribió que la bulería era “un cante frívolo, una moda pasajera destinada a desaparecer”. También afirmó que en su juventud, calculemos por el 1915 quizás, no se escuchaba hablar de las bulerías. Un año después de haber escrito aquellas palabras, y gracias a la iniciativa del jerezano Juan de la Plata, tuvo lugar la primera Fiesta de la Bulería. Fue un limpio paso del testigo, y así dio comienzo el reino de las bulerías.
Hoy en día, lo más típico es que los espectáculos de teatro, tablao o salas de fiesta se despidan por bulerías. No obstante, en los años 60 y 70, la forma de máxima moda era la rumba, gracias a intérpretes carismáticos como Bambino o Peret, y los más grandes bailaores –Antonio el Bailarín, Manuela Vargas, José Greco– todos tenían su fin de fiesta por rumba, un palo casi en desuso hoy en día. Sólo en los primeros festivales grandes donde mandaba Antonio Mairena, sería bulerías el fin de fiesta, ya que el maestro veía la rumba como algo indecoroso.
La Fiesta de la Bulería de este año ha sido presentada como “Edición Especial” por motivos que todos conocemos a estas alturas: el problema de la salud pública ha hecho necesaria la imposición de medidas como mascarillas, distanciamiento y todo el mundo sentaíto por favor. Pocos “oles” se soltaron, a pesar de algunos momentos excelentes, y nos comportamos muy bien las dos horas y pico de duración de cada espectáculo. Hace pocos años, la Bulería llenó la plaza de toros con siete mil personas, y el espectáculo aún seguía a todo gas a las cinco de la mañana mientras fiestas espontáneas surgían continuamente en las gradas. Este año, unas doscientas personas asistieron a cada uno de los tres días de la Fiesta de la Bulería 2020.
Tres programas estupendos de esta Edición Especial tuvieron poco que envidiar del evento maratoniano habitual…, un caso claro de “menos es más”. El jueves, con una cálida brisa moviendo el aire del hermoso patio de los Claustros de Santo Domingo mientras esperamos el comienzo, una reflexión me vino a la cabeza: me pregunto cómo le afecta al artista mirar hacia un público enmascarado, sin sonrisas de complicidad ni gritos de aprobación.
«Hace pocos años, la Bulería llenó la plaza de toros con siete mil personas, y el espectáculo aún seguía a todo gas a las cinco de la mañana. Este año, unas doscientas personas asistieron a cada velada»
Tres veladas especiales
La bailaora Gema Moneo, de una familia de artistas notables, se encargó de la dirección del primer día. Su nombre ha empezado a brillar con fuerza en años recientes, después de haber colaborado con Farruquito. Su estilo ha cogido el sabor de aquella línea ilustre, y es de las pocas mujeres que lo maneja de manera convincente. Su baile aportó mucha energía, y el solo de guitarra de su padre, Jesús el Guardia, provocó la primera ovación de la noche. Los cantaores Juan de la María, Ezequiel Montoya y Miguel Lavi, la colaboración de Hugo López en baile y dirección, y el piano y bajo de Melchor Borja completaron el reparto. Al final, Gema deleitó al público con un poco de cante por bulerías, puro San Miguel desde luego.
El segundo día empezó con los veteranos cantaores Mateo Soleá y Juana la del Pipa, acompañados por Manuel Valencia. El espectáculo estaba dedicado a “Jerez con París”, pero el programa era puro Jerez, redondeado con el baile de Mercedes Ruiz con sus sedosos movimientos, respaldada por Santi Lara y Juan Campallo a la guitarra y el cante de David Lagos.
El tercer y último día de esta edición discreta del histórico festival fue a cargo de Antonio Malena para homenajear el barrio San Miguel que ha aportado tanto al flamenco. Su cante, y el de su hija Saira, fueron acompañados por Antonio hijo, y el del admirable cantaor Luis Moneo, por su hijo Juan Manuel. Los cantaores Antonio Peña Carpio El Tolo y Joaquín Marín Flores El Quini completaron el grupo para el baile sabroso y compacto de Rocío Marín.
Imagen superior: Gema Moneo (foto Estela Zatania)