Ascenso y coronación de María Terremoto
“Señora, por favor, no me han dejado entrar, ¿qué ha sido lo mejor?”. Sin meditarlo, rápidamente contesté: “La siguiriya de María Terremoto”.
Hace año y pico, el 26 de agosto del 2017, al salir de la Fiesta de la Bulería, medio distraída después de muchas horas y mucho arte jerezano del bueno, y pensando en la cerveza con los amigos que me esperaban en la esquina, un indigente me agarra por el hombro y dice: “Señora, por favor, no me han dejado entrar, ¿qué ha sido lo mejor?”. Sin meditarlo, rápidamente contesté: “La siguiriya de María Terremoto”. Escuché las palabras salir de mi boca, pero la voz interior dijo “¿mande?”.
En primer lugar, en la Fiesta de la “Bu-le-ría”, el palo favorito de Jerez había quedado bien servido a lo largo de aquella noche, ya me dirás, con la gente de primera que había. Pero esa siguiriya… da miedo que una tan joven, 17 añitos, ya conociera la ruta hacia lo jondo pasando por el camino de la siguiriya, un cante que por mucho que sepas, por muy buena voz y decir que tengas, si no te rebuscas por dentro, queda peor que plano. Queda aburrido y vacío, lamentos histriónicos sin objetivo.
Limitándome a lo que he visto y escuchado en directo de esta cantaora, su carrera se esboza con cuatro brochazos. En el 2004, la conozco en la Peña Terremoto donde entrevisto a su añorado padre, Fernando Terremoto. Con 4 añitos no para de lloriquear “papá, ¿cuándo nos vamos?”. De aspecto y temperamento, era la cosita menos flamenca que te podías imaginar. Me acordaba de lo que decían algunos jerezanos por lo bajini, que Fernando había roto el hilo y defraudó a la afición al no casarse con una gitana, así privándoles de la natural continuación del duende, marca de la admirable casa de los Terremoto.
Cinco años más tarde, no se me olvida aquella noche del 2009, nuevamente en la Peña Terremoto, cuando María, ahora con nueve años, cantó a su padre en el regreso de éste al escenario. Un regreso breve, pues, Fernando nos dejó pocos meses más tarde con sólo 40 años. Aquella noche María no quería cantar, pero su gente le animaba e insistía. Empezó tímidamente, pero en seguida localizó su sorprendente poderío, y todos vimos en ella un futuro prometedor. Miradlo vosotros mismos aquí, pero tened el clínex a mano, no digáis que no os he advertido.
Una noche de mayo del 2015, cuando María ya es una joven adulta de 16 años, la Peña Don Antonio Chacón de Jerez se llenó hasta la bandera para el mini recital de María. Con aspecto de primera comunión, tímida y reservada, cantó un repertorio tirando a lolailo, y si no recuerdo mal, algunos fandangos y bulerías con más empaque. Pero en general nos pareció que nuestros sueños se habían quedado en agua de borrajas.
Pasados unos meses al Festival de Jerez 2016 y el recital de nuestra cantaora en el Palacio Villavicencio. Aquella tarde se partieron las aguas, un rayo de luz divina tocó a la hija y nieta de Terremotos, y el arte jondo jerezano ya tenía una convincente voz nueva.
Su primera grabación, La huella de mi sentío, con colaboraciones de lujo, fue presentada oficialmente el mes pasado en la Bienal de Sevilla. Pero el Teatro Villamarta se impone, y esta presentación se ha sentido como la consagración definitiva de una figura, así validando el Giraldillo de la Bienal del ‘16 y la Venencia Flamenca de Los Palacios conquistados tiempo atrás.
El teatro estaba casi lleno, había un público cómplice de amigos, familiares y seguidores. María tiene el sonido, tiene el decir, tiene la presencia escénica, tiene el poder y lo más importante, logra evitar la imitación. Saca un potente brillo cuando la siguiriya alcanza la masa crítica, el contraste de la voz tragada para la malagueña, bulerías que hierven y echan chispas…el compás, los conocimientos, los instintos, todo está allí rápidamente cuajándose. Quieres asomarte al escenario y darle las gracias por saciar nuestro apetito de cante clásico desde una nueva perspectiva, un difícil equilibrio que esta milenial despacha con aparente facilidad.
La última vez que hablé con Fernando había mucha gente alrededor, mucho ruido, apenas pudimos conversar, pero me dijo apresuradamente: “¡Estela, tengo que hablar contigo sobre un nuevo proyecto!”. Poco después, en febrero del 2010, a Fernando Terremoto se le terminaron todos los proyectos, pero en su hija María nos ha dejado el más bello y valioso de todos.