Juan Villar: «Pasarán mil años y no habrá otra generación como la nuestra»
El maestro Juanito Villar protagoniza una enjundiosa tertulia flamenca junto a Manuel Bohórquez y Juan Garrido. La generación de oro, las figuras de antes y de ahora, las espinas de Cádiz, el lamento y dolor de Terremoto, el tiritirí de Manolo Caracol, el eco de Panseco, el corazón despellejado con Manuela, las soleás del Chaqueta
El cantaor Juan Villar es uno de los pesos pesados del cante jondo en Andalucía. Hijo de Juan Villar Mayo y Pilar Jiménez Pérez La Jineta, dos excelentes intérpretes de los cantes de su tierra, con solo siete años se inició en el cuadro Los Chavalillos Gaditanos. Más tarde destacó en los tablaos madrileños de Los Canasteros y Torres Bermejas, y como cantaor de acompañamiento de La Tati, Manuela Carrasco, Faíco y el Güito. En las décadas de los setenta y los ochenta fue cabeza de cartel de numerosos festivales de verano, por no decir todos. Villar fue primera figura del arte flamenco. Formó parte de una generación de oro, junto a Pansequito, Camarón, Lebrijano, La Paquera, María Vargas, Carmen Linares, Chiquetete, Turronero, Agujetas… En sus tangos, bulerías, alegrías, seguiriyas, soleares y fandangos se apreciaba enorme hondura y una personalidad arrolladora, sin imitar a nadie, aunque en sus maneras se adivinaran cosas de La Perla o Alfonso de Gaspar. Lo adaptaba todo a su preciosa voz gaditana, de buen metal y fabulosamente templada. Siempre con el conocimiento y sabor de los estilos genuinos de Cádiz y Los Puertos. A veces iba en carteles con José Monge y le metía las cabras en el corral al genial cañaílla.
El maestro Juan José Villar Jiménez (Cádiz, 1947) protagoniza aquí la primera de una serie de tertulias flamencas con los redactores de ExpoFlamenco, en este caso Manuel Bohórquez y Juan Garrido. Se desarrolló en el local que lleva su nombre junto a La Caleta de Cádiz: la Peña Flamenca Juanito Villar. El cantaor se sintió cómodo y desató su lengua sin rubores. Pueden comprobarlo en el vídeo adjunto –artesanal, como su verso libre, pero un documento ciertamente valioso– y en el amplio resumen que publicamos aquí de sus firmes conclusiones.
* Hablemos de cante. «Claro que sí. Es de lo que más me gusta hablar. Algo sé de eso. Últimamente solo se habla del dichoso virus. Es verdad que ahora es nuestro peor enemigo. No nos deja trabajar. Pero hay que acostumbrarse a vivir con ello».
* La revolución. «Pasarán más de mil años y no habrá otra generación como esa. Y no veo recambio, perdonadme. Todos cantan iguales. Mira que hay niños que cantan bien: Antonio Reyes, Rancapino Chico –que no veas cómo canta–, Samuel Serrano, el de la Tomasa, el Purili… Es que cantan lisos, no hay un sello propio. No salen de la imitación. A algunos se lo he dicho en persona: illo, salte de una mijita de ahí, sé tú. Pero yo doy los consejos una vez, dos no. En nuestra época había una gama de artistas que cantaban todos lo mismo pero con diferente sello. Sabías quién cantaba. Hoy escuchas a uno y no sabes quién es, te queda la duda si es es este, aquel o el otro. En esa época de oro todos hacíamos lo mismo: soleares, alegrías, seguiriyas, fandangos, tangos… Pero éramos muy diferentes unos de otros. Estaban Camarón, Panseco, Tomasa, Lebrijano, Fosforito, Calixto Sánchez, Turronero, Chiquetete…».
* La nueva generación. «Yo no nací sabiendo. Tuve que aprender de uno y otro. Lo que hace falta es llevártelo a tu terreno. Ahora no veo personalidad. Están endiosaos en Camarón y en guachinai. Lo digo como lo siento. Pero Camarón solo había uno. Todos quieren ir a él, pero los ecos no son iguales, las voces se parten. Y Camarón es que tenía un órgano aquí, cojones».
«Al público le sigue gustando el cante jondo. La chavalería está loca por disfrutar, pero no escuchan a los artistas cantando por derecho. Con las nuevas figuras estás sentado y te quedas igual. No te transmiten»
* Flamenco para masas. «Lo de la gente levantarse de las sillas con los pelos de punta, eso se ha acabao. Porque no hay quien duela. Y aguantar hasta las nueve o las diez de la mañana, como cantábamos nosotros en la Parpuja, el festival de Chiclana. ¡Señores, pa’ los churros to el mundo! Yo he hecho más festivales que nadie. Hacía tripletes. Le decía a Pulpón que un día me iba a matar en la carretera. Y así no cantas bien en ningún lado».
* Las figuras. «Había ese carisma. Cuando salía un niño nuevo que daba caña, las empresas no son tontas. En los festivales había ocho o diez figuras. El cante se está quedando sin figuras. Solo quedan Rancapino, Panseco, Tomasa, Cañeta de Málaga… Se han ido todos los grandes. Y en los festivales de ahora hay solo una o dos figuras. Ni eso. Muchos artistas nuevos están por la fusión. Se trata de querer ganar dinero pronto. Pero no hay pellizco. Cantan lisos».
* El artista de los artistas. «A mí me gustaba Terremoto. Era el único que me ponía al lado del escenario a escucharle. Porque ese gitano no se podía aguantar. Nada más hacer la salida, ya tenías tú las entrañas partidas. Los cantes son momentos, y Terremoto tenía eso. Como le pillara el momento, ya podía venir quien viniera que te iba a dar poco. Un día, en Ronda, que estaba ya malito, nos pusimos todos los artistas apoyados en el escenario a escucharle».
* Reconocimientos. «A los mayores no nos echan ninguna cuenta. Yo no he recibido nada. No, señor. Digo la realidad. A mí no me han dado nada ni me han dicho nada aquí en Cádiz. Lo que tengo me lo he buscado yo fuera de Cádiz. Que sí, que he sido profeta en mi tierra. Perfecto. Pero por mis propios méritos, no porque ellos me hayan dado nada. Los únicos que te reconocen son las asociaciones y peñas, no el Ayuntamiento. Y no tengo espinas. Paso olímpicamente del tema. Allá ellos. La historia está ahí. Si ellos no hacen nada, yo no voy a ir a lavarles el culo ni a pedirles nada. Ya le he dicho a mi mujer que cuando me vaya, que no hagan nada. Escúchame, al que venga le dices que se acabó. Que yo estoy ya allí y que no tengo ver más nada. Que no venga nadie a pedirte nada ni a decirte nada».
«Esa niña no sabe ni abrir la boca. Por Dios y por la Virgen del Carmen, vamos a escuchar flamenco, no pamplinas. Tú puedes ganar un dineral, pero no vas a saber cantar en la vida. Y no digas que tú eres flamenca»
* Las ventas. «Era una mina. Hoy para grabar tienes que pagarlo. Yo voy a pagar enseguida. No se lo cree ninguna casa de discos. Antes llegaba una discográfica y te pagaba. Yo grabé mi primer disco por 25.000 pesetas. El segundo, por cincuenta mil. El tercero, por setenta y cinco mil. Y así sucesivamente. Y encima tenías unos royalties».
* Flamenco trajeado. «Conmigo todo el que ha querido trabajar se ha puesto el traje y la corbata, eso te lo juro yo por Dios. Perikín me decía: no, yo no voy a ponerme la corbata. Y yo lo contestaba: como no te la pongas no salimos. ¿El flamenco qué es lo que ha sido? Un traje siempre puesto. Eso de salir ahora con pantalones vaqueros, ¿eso qué es lo que es? La elegancia lo es todo, picha».
* Una mirada atrás. «Me siento orgulloso de mi carrera. De ser nada a ser figura va un abismo. De trabajar en un cuadro a cantar tú solo a las figuras. Es increíble. Hoy no te hace falta nada, no pasas ni por los tablaos. Cantas una mijita y te ponen del tirón. Antes había que subir unos escalones más grandes».
* Autobiografía. «Yo me defino como un cantaor normal, nada más. Un cantaor del montón. Hombre, siempre del montón bueno. Del malo no».
* Cante de atrás. «Yo le he cantado a Güito, Faíco, Farruco, Manuela Carrasco y la Tati. Esos eran mis bailaores preferidos. A los demás no he querido cantarle a ninguno. Yo he elegido a mis bailaores. Cuando le cantaba a Manuela, botaba. Ella me sacaba de mis casillas. Me hacía reventar. Cuando yo la veía bailar, me despellejaba el corazón. A Manuela había que cantarle muy bien, echarle el corazón».
«Terremoto era con el único que me ponía al lado del escenario a escucharle. Porque ese gitano no se podía aguantar. Nada más hacer la salida, ya tenías tú las entrañas partidas. Los cantes son momentos, y Terremoto tenía eso»
* La metamorfosis. «Gracias a Dios, la garganta siempre me ha respondido bien. Hasta hoy. Cuando me subo ahí arriba me transformo. Ya no soy yo, ya es otra persona en el escenario. Yo me debo a eso, doy el corazón. El día que me ha cogido bien, ya sabes cómo ha sido».
* La afición. «Al público le sigue gustando el cante jondo. Hay chavalería que está loca por escuchar, pero hay que dárselo. Si solo le das fusión, volvemos a la misma historia. No escuchan a los artistas cantando por derecho. Afición sí hay, ¿no va a haber? La prueba está en que están todos cantando. Pero te quedas sentado, te quedas igual. Tú tienes que transmitir. Si no levantas al personal de su silla, entonces no cantes, picha. Quédate en tu casa».
* Artistas mediáticas. «Esa niña no sabe ni abrir la boca. Por Dios y por la Virgen del Carmen. Lo de Rosalía rompe los moldes. Vamos a ser sensatos. Vamos a escuchar flamenco, no pamplinas. ¿Que gana una fortuna? A mí me trae sin cuidado el dinero que gane. Tú puedes ganar un dineral, pero no vas a saber cantar en la vida. Tú serás un fenómeno de la naturaleza que Dios ha dado, pero no digas que tú eres flamenca. ¿La nueva Niña de los Peines? A Pastora no la va a superar nadie. Igual que a La Perla. Tú escuchas a todos los que cantan por La Perla y qué hacen. Nada. Porque La Perla era La Perla. Era dulzura. Había que escucharla».
* Relaciones y rivalidades. «Nos llevábamos de maravilla. Nos hemos emborrachado dos mil veces. Después del festival nos íbamos y parábamos en la primera venta que veíamos abierta. Había una unión que yo ahora no la veo. Mis hermanos eran todos: Camarón, Turronero, Panseco, Chiquetete, La Susi, la Carrasco… Nos llevábamos muy bien. Era una generación de oro en todo, también en compañerismo. Y la rivalidad la llevábamos bien. A mí me gustaba cantar detrás de uno que cantara bien. Que la liara. Si cantaba detrás de Camarón, Panseco o Turronero, yo luego me venía arriba, me crecía. Aquí tengo yo que dar el callo por cojones. Hay que ver la que formó el Turronero en Jerez. Mira, yo no he visto en mi vida más mecheros encendidos. Toda la plaza de toros iluminada».
«A los mayores no nos echan ninguna cuenta. Que sí, que he sido profeta en mi tierra, perfecto. Pero por mis propios méritos, no porque ellos me hayan dado nada. Ya le he dicho a mi mujer que cuando me vaya, que no venga nadie a pedirle nada ni a decirle nada»
* Una actuación de leyenda. «Yo me quedo con la de Córdoba. Festival Rincón del Cante. Siete de la mañana. Veinte figuras. Yo el último. La gente dormida. Salgo con Paco. Por soleá. Nada más hacer la primera estrofa, hace la gente así… A las siete de la mañana, levantar a un público haciendo palmas. También me he llevado otras satisfacciones en Cádiz y en Jerez. Yo doy gracias a Dios porque cada vez que voy a Jerez me cuadra bien. Y en el homenaje a El Torta también la formé. Que iba la Remedios, que ella no quería cantar la primera, yo iba el cuarto… Y salí y formé un lío».
* Las figuras, en corto // Don Antonio Chacón. «No he escuchado mucho de él, la verdad. Según la gente, era un monstruo. Pero su tipo de cante no me llega». Manuel Torres. «El monstruo de los monstruos. Hablamos de algo fuera de lo normal. Hombre, Chacón era Chacón, pero Manuel Torres era Manuel Torres». La Niña de los Peines. «¡Bien! No llegué a conocerla, pero he escuchado todos sus cantes. Y no olvidemos que sus cantes eran los de Cádiz». Tomas Pavón. «Un fuera de serie. Como cantaba Tomás cantaban pocos». Manolo Caracol. «Ahí muero. El genio de todos los genios. Como cantaba, como se expresaba, como lo hacía… Yo llegué a trabajar en su tablao, fíate tú. Un día le pedí permiso para ir a los Carnavales de Cádiz, que me quería ir con Faíco. Y me dijo: ‘sí, hombre, vas a dejar a tu pare y te vas a ir con tu mare’. Caracol era punto y aparte. El tiritirí de él era sentencia». Antonio Mairena. «Fue un fenómeno, pero para mí era muy frío. Era una escuela de aprendizaje, pero no la mía. En un par de ocasiones se lo dije a Manolito. Te levantaba de las sillas muy pocas veces». Aurelio. «A mí no me gustaba. El que me gustaba era Manolo Vargas». Manuel Vallejo. «Tampoco me ha agradado. Sus voces no me gustaban». Antonio el Chaqueta. «De ese ya no hablemos. Es el que más cante sabía del mundo y el que mejor cantaba por soleá de España. Hacía treinta y seis clases de soleás, no una. Con Chaqueta había que morir. Lo escuchabas cantar y te morías». Fosforito. «Un cantaor bueno que aprendió en Cai». Juan el Lebrijano. «Otro monstruo. Yo he sido un enamorado del Lebrijano. Por soleá, por seguidiyas, por tientos, por tangos, por todo lo que ha hecho. Teníamos buen feeling. Juan me adoraba y yo lo adoraba a él». José Menese. «No me gustaba. Lo escuchaba, pero no me ha gustado nunca». Panseco. «El eco de Panseco ya te duele. La formó en Madrid antes que Camarón». Juan Talega. «De Juan Talega nada más que se puede hablar bien. ¿Cómo cantaba Juan Talega, picha?». El Perrate de Utrera. «También». La Fernanda. «Por soleá ya no se puede cantar mejor que la Fernanda y la Bernarda. Ellas han sido las dueñas de la soleá». Fernando Terremoto. «La salida ya era un lamento y un dolor». La Paquera. «No tenías cojones de salir después de ella. Te dejaba mudo. A ella le gustaba cantarle a los artistas en el oído. Se arrimaba y hacía ¡aaaagh!». Adela la Chaqueta. «Había que escucharla, aunque no fue una gran figura».
«Cuando le cantaba a Manuela Carrasco, botaba. Ella me sacaba de mis casillas, me hacía reventar. Cuando yo la veía bailar, me despellejaba el corazón»
* La importancia de Camarón. «Camarón ha superado todo lo que ha hecho. Cantaba por El Rubio y superó al Rubio. Cantaba por la Calzá y superó a La Calzá. Cantaba por el Canastero y superó al Canastero. No tenía nada suyo, pero era fuera de lo normal. Hay que apartarlo de todo».
* El arte de mojarse. «Me estáis sacando las entrañas. Yo soy muy espontáneo y digo la realidad. A mí ya no me duele hablar».
* Cómo quiere ser recordado. «Como Juanito Villar».