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Ángel Rojas: «En este espectáculo queremos que conozcan al Farruquito de puertas para adentro»

El bailarín y coreógrafo de flamenco Ángel Rojas (Madrid, 1974) dirige a Farruquito en el montaje 'Desde mi ventana'. El 9 de septiembre se podrá degustar en la Bienal de Sevilla. «Juan es un genio, y lo digo con conocimiento de causa», afirma.


Suena el teléfono en pleno confinamiento. A un lado está Farruquito, y al otro, Ángel Rojas, que desde ese momento acepta el reto de dirigir por primera vez al bailaor en Desde mi ventana, la nueva propuesta que estrenan el 9 de septiembre en el Lope de Vega, dentro de la programación de la Bienal de Sevilla. El 24 del mismo mes, estará en las mismas lides junto a Mercedes de Córdoba con el espectáculo Ser, ni conmigo ni sin mí, que ya se estrenó en el pasado Festival de Jerez.

 

– ¿Qué tal se encuentra antes del estreno? ¿Cómo van esos nervios?
– Estamos con veinte mil cosas entre manos, aunque muy contentos. Los nervios se sobrellevan, templando y con muchas ganas. Hemos conseguido un trabajo muy coherente que supone un cambio importante en la carrera de Juan, o eso pretendemos. Todo está yendo bien, esperemos que también en la noche del estreno.

Desde mi Ventana, un título sugerente para la época que nos toca vivir.
– En este espectáculo queremos mostrar quién es Juan, en su faceta más personal y familiar. Todos conocemos a Farruquito, el mito, la estrella del baile flamenco, pero pocos conocen al ser humano. Y entendemos que es un buen momento para desgranar su persona de puertas para adentro. Él es capaz de cambiar la vida de cualquier ser humano que lo ve bailar, y luego ha de convivir consigo mismo, como padre de familia, como marido, como hermano, como hijo… No se intenta dejar una puerta abierta al futuro, sino quedarnos en el hoy agradeciendo a la vida todo lo que le da y lo que le ha permitido conseguir. Quizás es lo más interesante del mensaje. Juan está iluminado, está en un momento de equilibrio personal muy importante.

¿Cómo surge la idea de trabajar juntos?
– Todo llega en pleno confinamiento. Yo estaba en Ávila, en la finca familiar, y recibí una llamada por su parte ofreciéndome el proyecto. Me quedé sorprendido, puesto que entre nosotros no había habido anteriormente ni un cruce de palabras. Por supuesto le tenía admiración, y le tengo, pero no me esperaba nada por el estilo. A veces uno sueña pero no confía en que se cumplan esos sueños. Al escucharlo agradecí su confianza, pero preferí ofrecerle mi proyecto, mis ideas, mis obras para que él supiera si de verdad yo podría conseguir lo que él buscaba. No quería defraudar. Él conoció entonces los mundos en los que me suelo meter, la estética que busco, las luces, y en 24 horas me llamó para confirmar la petición. Comenzamos a trabajar y consiguió activarme anímica y creativamente. Me hizo volar sin salir de casa. Gracias a él me sentí útil en los momentos más duros de la pandemia.

 

«En Andalucía debería haber una escuela de dirección artística, de coreografía, porque hay mucho talento que no se canaliza»

 

– ¿Qué parte ha asumido Farruquito en el proceso creativo de la obra?
– Él me comentó desde el primer momento los valores que quería mostrar en este montaje. Hablamos mucho, nos conocimos, y yo establecí un proceso de investigación sobre su familia, sobre la raíz de su ser, con el fin de encajar cada pieza en este puzle. Sin conocernos demasiado conectamos rápidamente y nos alineamos en la misma dirección. Él ha confiado mucho en mi trabajo, compartimos opiniones, e intento sacar lo mejor de él porque tiene una materia prima de primera calidad. Aquí no hay nada que mejorar. Es un bailaor que no se guarda nada para él, lo muestra todo. Es una pena que el proceso creativo haya sido tan corto en esta situación, pero seguiremos trabajando sobre la obra.

– Ha definido usted al bailaor como el “capitán de los capitanes”. Para ser tan grande hay que mostrar, además, la humildad en muchas ocasiones.
– Me he llevado una grata sorpresa. No conocía a Farruquito, y mucho menos a Juan, a su persona. No pensé que sería tan simple, sencillo, humilde a la vez que metódico y trabajador. En este sentido hemos coincidido los dos. Nuestras energías se han puesto a la par, dando importancia a la familia. En eso se basa mucho este espectáculo. No en la saga artística, sino en la familia de puertas para adentro. Juan es un genio, pero de verdad, con conocimiento de causa lo digo. Como le pasó a Paco, a Camarón… Conviven con ese don, son genios, humildes y cercanos.

 

 

– ¿Cómo son las fatigas viendo una obra en la que se tiene apostado tanto desde las bambalinas?
– Son horribles. Tengo una camiseta reservada precisamente para los estrenos con una frase que dice ‘Fatigas Dobles’. Hay una parte muy hermosa cuando compruebas que el mensaje, los sentimientos, traspasan la barrera del escenario y los vellos se ponen en pie. Ahí entiendes que todo el esfuerzo ha merecido la pena. Hay que dejar que el artista se sienta cómodo, se exprese sin límites a partir de esa coherencia. Como consiguió Salvador Távora, que es mi referencia.

– La figura del director artístico y escénico puede ser prescindible para muchos. ¿Cómo valoraría la importancia de esta figura en un montaje? ¿La entiende como clave para llegar al éxito?
– Es clave para llegar a ser coherente. Para llegar al éxito hay que tener otras cualidades. El maestro José Granero me enseñó con quince años lo que es el arte, entender cómo hay que vivir, respetar y llevar el mensaje al límite. El director es tremendamente importante, siempre y cuando la propuesta lo necesite. Hay mucho recelo entre los artistas del flamenco porque los dramaturgos que han formado parte de este arte no han sabido quizás encajar los códigos de este género. Cuando los artistas ven mis obras se identifican, se sienten cómodos porque se cumple un lenguaje común. En Andalucía debería haber una escuela de dirección artística, de coreografía, porque hay mucho talento que no se canaliza.

 

«Juan es un genio, pero de verdad, con conocimiento de causa lo digo. Como le pasó a Paco, a Camarón… Conviven con ese don, son genios, humildes y cercanos»

 

– Su trayectoria ha sido, desde sus orígenes, intensa y con grandes perspectivas. ¿Qué ha podido descubrir en sí mismo con este nuevo proyecto?
– Una de las cosas más importantes con las que me he encontrado es saber cuál es el riesgo que puede asumir el intérprete. Lo que para mí es un riesgo al cincuenta por ciento, para Farruquito supone un cien por cien, por lo que es preciso respetar su libertad.

– El 24 de septiembre tiene otra gran cita junto a Mercedes de Córdoba en Ser, ni conmigo ni sin mí. ¿Una de sus musas?
– Lo es. No es bailaora, no es intérprete… Es artista. Ama el arte, el flamenco, baila y lo vive desde el centro de su estómago. Esto al final te hace vomitar las cosas de forma muy visceral y poco entendible a veces para la razón.

– ¿Ha cambiado algo el espectáculo desde su estreno en el Festival de Jerez?
– Algunos cambios, pero pocos. El espectáculo ya venía bien armado y no se ha cambiado. No soy solo director de escena, sino artístico. Me encargo de las luces, de todo lo que se ve del escenario… como esa cruz, de tan grandes dimensiones. Mercedes no ve el precipicio, se lanza directamente, y eso es lo peor que me puede hacer a mí porque yo voy a por todas en ese aspecto. Hay mucha verdad en ese espectáculo, mucha coherencia… Los cimientos son muy especiales.

Fotos: comunicación de Ángel Rojas

 

 


Jerez, 1991. Flamenco y comunicación las 24 horas del día. Desde 2012 en prensa escrita, tertulias radiofónicas, programas de tv, presentación de festivales, revistas especializadas... En mi familia todos bailamos por bulerías, aunque yo soy el único periodista.

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