Manolo Sanlúcar: carta al genio del pelo blanco
Segundo capítulo de EL LOCO DEL FLAMENCO: serie audiovisual de Manuel Bohórquez. Una carta abierta y personal al guitarrista Manolo Sanlúcar. El maestro le abre las puertas de su Caballo Negro y le regala sabias y sinceras reflexiones sobre Andalucía, Dios, humanismo, monarquía, flamenco, toros
Manolo Sanlúcar, nacido Manuel Muñoz Alcón en Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, en 1943, es uno de los más grandes guitarristas flamencos de todos los tiempos. Algunas de sus creaciones, como Medea, Tauromagia o Trebujena, son tan reconocidas como las mejores obras de Falla o Turina. Retirado de los escenarios desde 2013, el maestro protagoniza la segunda entrega de la serie El Loco del Flamenco. Disfruten esas estremecedoras reflexiones en el vídeo adjunto.
Carta a Manolo Sanlúcar
Querido maestro:
Los amigos son como una segunda familia que se escoge y yo decidí hace décadas que quería ser como de tu familia. No es nada fácil ser amigo de un genio de la música, siendo crítico de flamenco, pero presumo de serlo como de ser de Arahal o de haber tenido los padres que tuve. Siempre hubo algo en mi interior que me animaba a conocerte personalmente y un día recibí una carta tuya, el 2 de marzo de 1990, en la que me dabas las gracias por la crítica que le hice a la presentación de Tauromagia en el Teatro Lope de Vega de Sevilla.
Abrí la carta con miedo porque pensaba que me ibas a llamar ignorante o algo así, pero no. Era una epístola amable y elogiosa, de una humildad que ponía la carne de gallina. La acabaste diciendo:
Gracias, querido amigo, y espero ser merecedor de tu confianza y no llegar a defraudarte nunca.
Te juro que tuve que sentarme, porque me costaba encajar tanta humildad en uno de los más grandes músicos que he conocido, y para mí el guitarrista más completo de todos los tiempos. Te llamé para agradecerte la carta y me invitaste a tu finca sanluqueña, Caballo negro, para conocernos en persona. A partir de aquel día hemos tenido una amistad sana, seria y sincera, sin que nos haya condicionado para nada que tú seas un dios de la música y el arte en general, y yo solo un humilde crítico de flamenco.
«Estos días he escuchado toda tu obra discográfica, y algo más, y me he preguntado solo en mi despacho qué hubiera sido del flamenco sin esa obra, sin todas esas piezas musicales que juntas son un verdadero tesoro de la cultura andaluza»
A veces pienso qué hubiera sido del flamenco si determinados artistas, sus creadores, se hubieran dedicado a otra cosa. Por ejemplo, Silverio Franconetti, el sevillano de sangre italiana que un día vio las posibilidades que tenía este arte y abrió un camino nuevo para llevarlo por el mundo. Fue criticado, a veces vejado y hasta insultado, pero aquel camino abrió puertas a la dignificación del arte jondo y sus profesionales, aunque Silverio no tenga ni una peña flamenca en su tierra. Muy propio de Andalucía.
Podría seguir con Juan Breva, don Antonio Chacón, Manuel Torres, Javier Molina, la Niña de los Peines, Paco el Barbero, Pepe Marchena, Ramón Montoya, Sabicas, Manuel Vallejo, Niño Ricardo, Antonio Mairena, Juan Valderrama, Pepe Martínez, la Argentinita, Antonio el Bailarín, Carmen Amaya, Antonio Gades, Matilde Coral, Farruco, Enrique Morente, Paco de Lucía, Camarón, Cristina Hoyos, Fosforito, Manuela Carrasco, Serranito…
¿Qué hubiera sido del flamenco sin ellos, maestro? De la guitarra, por ejemplo, si en vez de enamorarte de este instrumento y tener un padre que tocaba, el destino te hubiese hecho nacer en la casa de un pescador y te hubiera dado por tener un barquito con el que vender acedías, corvinas o chocos en la Plaza de Abastos de Sanlúcar.
Seguramente cuando empezabas no imaginaste lo importante que iba a ser que fueras guitarrista. Y no uno más, sino uno de los más grandes de la historia. Estos días he escuchado toda tu obra discográfica, y algo más, y me he preguntado solo en mi despacho qué hubiera sido de esta música sin esa obra, sin todas esas piezas musicales que juntas son un verdadero tesoro de la cultura andaluza.
¿Eres consciente de la enorme cantidad de músicos del mundo que han llegado a serlo por esa obra y de la cantidad de amantes de lo jondo que se enamoraron de este pellizco en el alma andaluza, que es el flamenco, porque se refregaron tu música por la piel hasta hacerse sangre? A lo mejor nunca vas a comprender del todo hasta qué punto has sido, y eres aún, quizá más que nunca, tan imprescindible.
«En cada uno de los guitarristas de hoy hay mucho de ti. Y no solo falsetas o mecanismos, sino mentalidad, amor y pasión por la guitarra»
En cada uno de los guitarristas de hoy hay mucho de ti. Y no solo falsetas o mecanismos, sino mentalidad, amor y pasión por la guitarra más allá del privilegio de poder vivir de ella. Sin ti, sin tu talento, sin tu entrega y, sobre todo, tu inmensa generosidad, la guitarra, la música flamenca en general sería otra historia.
Un día de hace muchos años estaba en la casa trianera de Rafael Riqueni y le hablé de ti. Le dije que amaba tu música y que conocerte personalmente había sido una de las cosas más grandes que me habían pasado en esta vida. Cogió la guitarra y, con los ojos mojados, tocó una pieza tuya que jamás olvidaré: Azahares. Tu colombiana, tan fresca y armoniosa, que me sonó a gloria en lo que fue la Cava de los Gitanos de Triana, donde Caganchos y Pelaos se zurraban por tonás en las calurosas madrugadas de la otra orilla del río Betis.
He celebrado cada éxito tuyo como si fueran míos y me he entristecido por esos malos momentos que la vida te tenía guardados, que no viene al caso contar. No entro ya a valorar si estás más o menos reconocido, porque ya sabemos de qué van estas cosas en España, querido maestro. Prefiero dedicar el tiempo a disfrutar de tu música y de lo mucho que has dicho sin una guitarra en las manos. Tus aportaciones van mucho más allá de la guitarra, de los escenarios y la parafernalia. Y forman ya parte del pensamiento humano.
Gracias por ser y estar, por sentir y dar, y por abrirme la puerta de tu casa cada vez que me ha apetecido ir a verte. Gracias por dar tanto a cambio de casi nada. Bueno, la verdad es que hay muchas criaturas en el mundo que piensan lo mismo que este humilde crítico de flamenco: que eres un imprescindible de la música, del flamenco y del pensamiento comprometido. Dios te guarde, don Manuel. Y larga vida, porque el día que tú te vayas se acabó lo que se daba.