Rafael Riqueni: unas cuerdas a la Giralda
Noveno capítulo de EL LOCO DEL FLAMENCO: serie audiovisual de Manuel Bohórquez. Una carta personal y animada charla con el guitarrista sevillano Rafael Riqueni. «La guitarra es como una droga sana», dice.
Estimado maestro:
Recuerdo, en el inicio de los noventa, que su madre me llamó un día para que fuera a verlo porque no tenía usted un buen día. Fui y me lo encontré triste, decaído, con graves problemas existenciales. Renegando del mundo. Se lamentaba de que tuviera tan poco trabajo mientras otros guitarristas que no habían creado ni una sola falseta disfrutaban de buenos coches y trabajaran casi todos los días. El problema, según usted, es que como estaba reconocido como un gran concertista, los cantaores pensaban que andaba siempre de gira y no solicitaban sus servicios como acompañante. Al final, ni conciertos ni recitales en peñas, y su economía por los suelos.
Recordará que le dije que ninguno de esos guitarristas que no habían creado ni una sola falseta, pero que conducían buenos coches, tendrían en la historia el lugar que usted ocupa hoy. Porque al final, los creadores son los que quedan en la historia y no quienes no aportan nada nuevo. Usted quedará, don Rafael, porque dejará una obra impresionante que será parte de la base del toque del futuro. Los jóvenes ven en usted no solo una fuente, sino un espejo en el que mirarse. Y eso no está al alcance de cualquier guitarrista por muy flamenco que toque y muy buenos coches que conduzca.
«Los jóvenes ven en usted no solo una fuente, sino un espejo en el que mirarse. Y eso no está al alcance de cualquier guitarrista por muy flamenco que toque y muy buenos coches que conduzca»
Cuando le conocí lo llevaba su padre por las peñas flamencas para que fuera viviendo el ambiente. Por peñas sevillanas como El Sombrero, La Soleá de Paco el Dentista, Torres Macarena o Niño Ricardo. Era usted entonces un chaval más bonito que un San Luis y una timidez extrema, poco hablador y con una mirada que invitaba a conocerlo. Entonces aún se hablaba de flamenco en las tabernas y había expertos en guitarra flamenca que ya decían que usted sería un fenómeno, y no se equivocaron.
Sevilla era en aquellos años una ciudad con grandes guitarristas como Eduardo el de la Malena, Pedrito Sevilla, Manolo Brenes, Enrique de Melchor, Manuel Domínguez El Rubio, José Luis Postigo, Rafael Mendiola, José Acedo padre, Manuel Molina, Quique Paredes, Ricardo Miño, Ramón Amador, Paco del Gastor y Dieguito de Morón, Pedro Peña, Pedro Bacán o Manolo Carmona, entre otros. Todos hablaban ya de que en Triana había un chiquillo que tocaba distinto a todos, con una técnica depurada, una ejecución pulcra y segura, y, sobre todo, una cabeza bien amueblada. Hablaban ya de un genio, de alguien que cambiaría el curso de la guitarra.
Sevilla siempre tuvo grandes guitarristas, desde el siglo XIX, como el Maestro Pérez, su hijo Antonio y su nieto, el Niño Pérez; Montero, Antonio Fernández, Pepe Martínez, Luis Maravilla, el Niño Ricardo, Melchor de Marchena, Chico Melchor o Diego del Gastor. Usted, maestro, es el legítimo heredero de esa escuela, de la tradición guitarrística sevillana, sin entrar en las influencias de Paco de Lucía, Serranito o Manolo Sanlúcar.
«Quiero que sepa que sin su guitarra no amaría tanto el flamenco y, en especial, el toque sevillano»
Quiero que sepa que sin su guitarra no amaría tanto el flamenco y, en especial, el toque sevillano. Que he disfrutado mucho con sus conciertos en Sevilla, en sus teatros, al igual que fuera de nuestra tierra. Que es un honor ser su amigo desde hace tantos años, y que espero que esta amistad nos acompañe hasta el final de nuestros días. Es un honor compartir cariño y aprecio con aquel niño que soñó con ponerle cuerdas a la Giralda.
→ Ver aquí las otras entregas de la serie El Loco del Flamenco, de Manuel Bohórquez.