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Rocío Molina, del jueves al miércoles más flamenco

La bailaora malagueña presentó en el Teatro Cajasol de Sevilla su espectáculo 'Impulso', cosechando una ovación atronadora. Rocío demostró que la creatividad, la evolución y una marcada personalidad artística no están reñidas con lo jondo.


Cómo era aquello que se decía antes, hay tres jueves en el año que relucen como el sol. No sé de qué me hablas. Claro, tú eres muy joven, pero mi abuela me lo decía. Jueves Santo, Corpus Christi, dime el otro. Y los Jueves de Cajasol. Enga ya, quilla, te estás quedando conmigo. A lo que voy. Sevilla es la única ciudad en el mundo capaz de convertir en miércoles un jueves flamenco, y eso que está la banca por medio.

Vamos a ver bailar a Rocío Molina. Y vamos con el corazón encogido. Porque Rocío es una artista controvertida. O te gusta a rabiar o te saca de tus casillas. Es lo que tiene ir a la cabeza de la vanguardia en cualquier arte. Todavía recuerdas aquella madrugada de la Bienal de Sevilla de 2016, en la que la bailaora malagueña le sacó los colores a todas las caras del baile conocidas y por conocer, mientras cocinaba a fuego lento un puchero gitano con todos sus avíos sobre las tablas del Teatro Central. Sí, y también tengo en la retina la imagen repulsiva de aquella caballa aliviadora. Y otra cosa te digo, que para bailar flamenco no hace falta desnudarse ni reptar por el suelo como un lagarto. Espero que lo de esta noche sea otra cosa.

Ha bailado como te gusta a ti. Como le gusta a cualquiera que tenga un ápice de sensibilidad. Baile flamenco, sin tonterías. Con su personalidad arrebatadora, con talegas repletas de creatividad. Dice el programa de mano que Impulso es una improvisación, una performance, valiente palabrita. Y que no es un espectáculo. Esto último ya te digo yo que es falso. Es el mejor espectáculo que le he visto yo, y el más flamenco.

Predomina la improvisación, o, al menos, es lo que el espectador percibe. Quién sabe las horas de ensayo que hay detrás, pero se pretende dar la imagen de espontaneidad, y se consigue. Se ha rodeado de dos voces prodigiosas, Israel Fernández y José Ángel Carmona, compenetrados a la perfección con Rocío y con muestras plausibles de complicidad. Y la misma armonía se produjo con los dos guitarristas, Eduardo Trassierra y Yerai Cortés. El cante no se supeditó nunca al baile, salvo en el compás, que era dirigido por la bailaora, bien con los nudillos sobre la mesa de un tablao, bien sentada en una silla, desde la que bailó como una reina gitana sin levantarse. O con una vara larga, con la que marcaba los tiempos a la usanza antigua.

Bailó todo lo que se le pasó por la cabeza. Mucho cante a palo seco, su seguiriya con mucha verdad, y una soleá de veinte minutos a la que le sobraron unos cuantos, pues con los diez primeros bastó para sacar de paseo una bata de cola que satisfizo hasta al más purista. Un golpe en la mesa y en los morros de sus detractores. Anoche Rocío Molina demostró que la creatividad, la evolución y una marcada personalidad artística no están reñidas con lo jondo. Y sin tonterías.

 

FICHA ARTÍSTICA

Espectáculo: Impulso, de Rocío Molina (baile)

Ciclo: Jueves Flamencos, Fundación Cajasol

Lugar y fecha: Teatro Cajasol, Sevilla. 19/6/2019

Al baile: Rocío Molina

Al cante: Israel Fernández José Ángel Carmona

Guitarras: Eduardo Trassierra y Yerai Cortés

Palmas: José Manuel Ramos Oruco

 

 


Filólogo madrileño. Media vida en Sevilla. Centinela de las palabras. Lo jondo le acelera peligrosamente el corazón.

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