Es como la gala de entrega de los Goya pero en plan flamenco, o sea. Hasta el año pasado íbamos todos por la patilla. Este año te cobran cinco euros, niña. Hace quince días o más que no hay entradas, todo agotado. Normal. Lo que no entiendo es por qué no se ha llenado este pedazo de teatro. Mira que están abriendo teatros guapos en la Isla de la Cartuja, que hasta van a construir un tablao en el pabellón de Cruzcampo de la Expo del 92. Tirando de guasa sevillana, acabarán llamándolo Expoflamenco.

Treinta y dos años de Compás del Cante, el premio Nobel del arte jondo. Desde ahí nos miran Juan Peña el Lebrijano, Fernanda de Utrera, Paco de Lucía, Enrique Morente o Juan Habichuela. Se trata de reconocer la importancia de toda una carrera artística para la historia del flamenco. Este año, por fin, le ha tocado a Manuela Carrasco, la reina de la soleá, la diosa del baile. Como dijo ella, más vale tarde que nunca.

Allí estaban todos y todas. Los del baile, los del cante, los del toque. Estaban los de la prensa, los políticos, los de la Bienal. Si hasta he visto al hijo de la Duquesa de Alba, el de los caballos, qué me dices, como te lo cuento. Los de la Fundación Cruzcampo, responsables de que todo funcionara como un reloj suizo. Y todo amenizado por Juan Luis Cano, te acuerdas de Gomaespuma, qué te vas a acordar. Humor fino y pasión por el flamenco dentro del tarro de un gran periodista. Pa qué más.

También han premiado a Rancapino Chico con el Nuevo Compás, creado para reconocer el talento de jóvenes figuras e impulsar sus carreras, con el convencimiento de que acabarán formando parte de la historia del flamenco. Pues cómo iba estar, como siempre. Soleá por bulerías para comérselo. Con su Cantarote y su Rubichi haciendo nudillos y palmas para probar la increíble acústica del Box Cartuja. Y ese Higuero, que tiene el don de transportarte al recuerdo más feliz de tu vida, el que tú elijas, porque despide aromas de canela y clavo por sus manos, y te acuna en la bella seguridad de su guitarra.

Después ha hablado Alonso, que le está tomando gusto a la oratoria. Él, que echó los dientes del cante antes de comenzar a hablar. Es para mí un orgullo estar aquí esta noche junto a mi tía Manuela. Y le voy a dar la alternativa a mi niña, que es mi sobrina Esmeralda, pero yo le digo mi niña. Esmeralda Rancapino, apuesta por ella, que ganarás seguro. Es un prodigio de afinación y compás. Como dice su abuelo, ha nacido con el cante, y, lo más importante, duele.

 

 

La bailaora granadina Alba Heredia tuvo la responsabilidad de bailar delante de la diosa del baile. Se atrevió a bailar por soleá, nada menos. Ya comprobamos hace un par de meses, cuando actuó en el Teatro Central, que es capaz de emocionarnos por este palo, y de transmitir la esencia de este baile. La soledad. La amargura, el pavor de la mujer ante el abismo que se abre delante de ella tras el abandono. Anoche no lo consiguió del todo. Anoche parecía que quería vengarse de todo el público, con esa mirada despechada y fiera. Tendrías que verte tú bailando delante de la reina. Dios no lo quiera.

Claro que estuvo Rafael Riqueni, qué cansina eres. Fue el ganador de la pasada edición, y le entregó la estatuilla, o, mejor dicho, estatuona, a Manuela Carrasco. Antes de eso se sentó a solas con una Conde y nos reveló el conjuro secreto del toque por sevillanas. Ya hemos hablado de eso. Si es cierto que las sevillanas se convierten en flamenco cuando las canta Camarón, lo mismo vale para el toque de Rafael Riqueni. De la primera a la cuarta, y cada una en una tonalidad distinta. Eso hay que escucharlo, y vivirlo. No se puede describir.

 

FICHA ARTÍSTICA:

Espectáculo: Gala XXXII Compás del Cante

Lugar y fecha: Auditorio Box Cartuja, Sevilla. 29/5/2019

Al cante: Rancapino Chico, Esmeralda Rancapino

A la guitarra: Rafael Riqueni y Antonio Higuero

Palmas: José Rubichi y Manuel Cantarote

Al baile: Alba Heredia y su grupo