Cómo te gusta el otoño, cuando regresa el flamenco a las peñas, tú sabes, el solecito del domingo al mediodía, la charla en la barra antes y después del espectáculo. Y los amigos, que están para comérselos entre dos panes. Nos acercamos a Coria del Río, en Sevilla, la ciudad donde Fernando el de Triana montó un chiringuito al pie del Guadalquivir para que los flamencos gozaran de albures, guitarra y manzanilla de Sanlúcar a partes iguales. Nuestro destino es la Peña Flamenca Mazaco, donde nos recibe su presidente, Pepe Esquivel, el mejor anfitrión del mundo.

Ha venido Antonio el Jaraqueño (Aljaraque, Huelva, 1965), el gran cantaor que hace poco más de ocho años descubrió que había nacido para transmitir su sabiduría a los más pequeños. Por su Escuela de Cante El Jaraqueño han pasado ya más de cuarenta niñas y niños con una sola pasión: el cante jondo, clásico y tradicional. El cante verdad, como se dice. «Siempre suelo tener a los mismos alumnos, entre treinta y treinta y dos. Van un día a la semana y echan hora y media. Mis clases son de dos o tres personas, ni uno más», dice Antonio, mientras cuida de que ninguno de sus pupilos se quede sin su pincho y su montadito.

«Quédate con las bocas abiertas de los peñistas más viejos. Con la lágrima limpia del que suele afirmar en las reuniones que el cante se ha perdido definitivamente»

Apunta sus nombres, que quizás te los encuentres dentro de un tiempo. Antonio Castilla, once años, de Almonte. De la misma edad, Ana López, de Punta Umbría. Carmen Cinta, de Cartaya, once también. Y la más joven, con diez años, Claudia Tudor, de Palos de la Frontera. Estuvieron acompañados por su tocaor de confianza, Antonio del Carmen. No es este lugar para la crítica, ni tampoco se trata de destacar a ninguno de los pequeños por encima de sus compañeros. Quédate con las bocas abiertas de los peñistas más viejos. Con la lágrima limpia del que suele afirmar en las reuniones que el cante se ha perdido definitivamente. Porque estos niños saben latín. Y quédate con el reconocimiento a la labor impagable de Antonio Rodríguez, que mantiene viva su fragua en el corazón de estos pequeños. Mírales a los ojos, verás el futuro del flamenco en ellos.

Siéntate conmigo, escucha a ese Alfonso, cómo embarca en Matalascañas el compás de las marismas rocieras y te transporta a Cádiz, al barrio de Santa María. Tanguillos de Chano Lobato en la misma plaza de la Merced. No le hacen falta palmeros que le hagan son. Lo mismo por alegrías, entra y sale del compás a su voluntad. Y para terminar, un fandango de Paco Isidro y otro valiente del Alosno.

«Claudia Tudor se remangó la garganta y se paseó por Triana mientras recibía del público ramilletes de oles como avellanitas verdes»

Ana López toma su pequeño corazón isleño del rincón más oscuro de la farruca, un cante muy complicado que ella saca adelante felizmente. Más dificultad aún entraña la petenera, a la que se tiró sin red y sin pensárselo dos veces. Vuelve a buscarse y nos regala un bellísimo fandango de Pepe Sanz.

También de Pepe Sanz es el obsequio de Carmen Cinta, que coronó su serie con otro de Alosno. Fueron muy aplaudidas sus Bamberas, así como su recorrido por tangos de Cádiz, de Triana y la Repompa:

Dios mío, dame pacencia,
Dios mío, dame pacencia,
pa querer yo a este gitanito
me falta la resistencia.

No te olvides de Claudia Tudor, que viene pisando fuerte. Tiene un sentido de la afinación perfecto. Ha nacido con el cante, como dice Rancapino. Y mira qué dominio del compás, por alegrías con letras colombinas. Y por soleá armó el taco. Se remangó la garganta y se paseó por Triana mientras recibía del público ramilletes de oles como avellanitas verdes. Lo que te digo, estos niños saben latín.

FICHA ARTÍSTICA:

Espectáculo: Jóvenes flamencos de Huelva (9-11 años)
Intérprete: Escuela de Cante El Jaraqueño
Lugar y fecha: Peña Flamenca Mazaco, Coria del Río, Sevilla. 18/10/2019
Al cante: Alfonso Castilla, Ana López, Carmen Cinta y Claudia Tudor.
Al toque: Antonio del Carmen