Sólo queda nostalgia y un gran sabor de boca del Festival de Jerez que llegó a su fin el pasado sábado, 5 de marzo, con el espectáculo de Antonio ‘El Pipa’ en el Teatro Villamarta. En realidad, quienes cerraron oficialmente esta edición fueron Estévez y Paños, en los Museos de la Atalaya, una hora más tarde, algo que no es del todo celebrado por quien escribe estas líneas porque entendemos que una vez que se baja el telón del principal espacio escénico, lo que viene después está de más y debería encajarse en otro momento anterior.

Dicho esto, hay que reconocer que ha sido un gran año para este encuentro que hace de Jerez el epicentro de las miradas del baile y la danza flamenca en el mundo entero durante sus dos semanas largas de celebración. Las propuestas han sido bien recibidas en su mayoría, aunque siempre hay algún pinchazo.

Lo que se puede colegir después de haber presenciado la totalidad de montajes en el teatro es que la generación que venía después de la de Eva La Yerbabuena, Sara Baras o María Pagés se ha instalado con fuerzas. Si el inicio fue brillante, más que formidable, con el Ballet Nacional de España y su homenaje a Antonio El Bailarín, el cierre no le fue a la zaga (distancias aparte) con el veinticinco cumpleaños de la Compañía de Antonio ‘El Pipa’, que contó con una Manuela Carrasco empoderada y más triunfal que en su propia noche, en la que no explosionó como hizo junto al jerezano y al cante, fundamental, de José Valencia.

Hemos podido ahondar en la pureza de Manuela Carpio, matriarca jerezana que se marcó una antológica soleá, y de sus invitados (Canales, Farruca, Pepe Torres, Gema Moneo, Joaquín Grilo…). Este año ha vuelto Farruquito, con un espectáculo nada pretencioso pero de buen resultado emocional. Mercedes Ruiz dejaba su elegancia y madurez al principio de la muestra, como también lo hizo una Ana Morales algo más conceptual.  Menos afortunada fue la visión lorquiana de Carmen Cortés, deficiente, así como el cierre de la trilogía sobre la guitarra de Rocío Molina, muy por debajo de la segunda entrega.

«María Moreno estuvo excepcional, una de las grandes noches de este Festival con su ya afamado ‘More (No) More’, así como Alfonso Losa, que apostó por el sabor ortodoxo del baile en ‘Flamenco: Espacio creativo’. Ambos han dibujado dos de los mejores lienzos de la muestra»

María Moreno estuvo excepcional, una de las grandes noches de este Festival con su ya afamado More (No) More, así como Alfonso Losa, que apostó por el sabor ortodoxo del baile en Flamenco: Espacio creativo. Ambos han dibujado dos de los mejores lienzos de la muestra. Otro par que ha cautivado ha sido Manuel Liñán, con Pie de Hierro y su reconciliación con el padre (y con un enorme David Carpio), y El Choro, que presentó #SiDiosKiere dando un gran repaso a su estilo varonil y serio en la escena.

Siempre hay que aplaudir la presencia del Ballet Flamenco de Andalucía y su gente joven. A El maleficio de la mariposa le sobró algo de tiempo y sobresalió una Águeda Saavedra de revelación total, asentando su fortaleza junto a Mercedes de Córdoba en Sí, quiero, noches más tarde. Mercedes ha sido precisamente una de las principales triunfadoras este año. Ha gustado su pasión, su visión romántica y colorida del amor, de la diversión, de las flores y del buen baile.

Javier Barón ha pasado por la Atalaya, un espacio favorecido por su remodelación que ha permitido gozar de su maestría. En ese mismo escenario estuvo Lucía ‘La Piñona’, con Abril, un pasaje lleno de vida y luz, dejando en todo lo alto a esta gran bailaora.

María Terremoto, Anabel Valencia, Luis El Zambo, Pansequito, Serranito… y muchos más han ido desfilando por González Byass o Sala Compañía, sumando a la programación toda la entidad del mejor festival de baile del mundo.

Imagen superior: María Moreno en el Teatro Villamarta, febrero 2022. Foto de Javier Fergo – Festival de Jerez