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El cante de Israel Fernández deja su huella en el Polígono Sur

El artista toledano ofreció un concierto gratuito en la Factoría Cultural de Sevilla. Le acompañaron la guitarra de Diego del Morao y varios artistas locales. Frente a la extendida idea de que los flamencos son egoístas o interesados, Israel Fernández enarbola la bandera del altruismo y la generosidad.


Israel Fernández es de las figuras que lo son antes de subir al escenario. No pasa desapercibida su poderosa imagen, su altura imponente y esa melena pobladísima que, a juego con la perilla, le da cierto aire de mosquetero, sus pulseras o su cinturón con el anagrama de una conocida marca de ropa a modo de hebilla dorada. Pero el toledano es algo más que una llamativa fachada: ayer, sin ir más lejos, demostró que es uno de esos flamencos que honran este arte conjugando la grandeza artística con la humana.

Serio, concentrado, recibe la visita de Expoflamenco en los camerinos antes de actuar en la Factoría Cultural del Polígono Sur de Sevilla, una de las zonas más deprimidas de la ciudad, para muchos sinónimo de marginalidad y delincuencia. Para Fernández, un lugar lleno de talento y creatividad, y donde viven unos jóvenes aficionados que, hace unas semanas, lamentaban no poder costearse una entrada para verlo actuar. Dicho y hecho, decidió ofrecer un recital gratuito coincidiendo con el Día Internacional del Pueblo Gitano.

«Este es un sitio con tanto arte, tanta flamencura y tanta gitanería, que me siento muy identificado con él. Es un barrio humilde de gente trabajadora, como el mío, y me apetecía mucho hacer esto», confesaba. Frente a la extendida idea de que los flamencos son egoístas o interesados, Fernández enarbola la bandera del altruismo y la generosidad: “Siempre estamos ahí, a veces aportando más y otras menos, pero compartiendo nuestro arte allí donde se valora y donde creemos que puede hacer el bien».

Conviene no olvidar que la pandemia ha sorprendido a Israel Fernández en la cresta de la ola, con un disco, Amor, extraordinariamente bien acogido por crítica y público, y encadenando una serie de recitales triunfales que lo postulan sin duda como una de las grandes esperanzas del flamenco actual, tan necesitado de valores firmes y jóvenes. “Estaba en un momento bueno, pero no hay mal que por bien no venga. Lo que se pare ahora, volverá a caminar más adelante. Hay que ser positivo y tomar la vida como viene”.

 

«Más de una hora estuvo Israel Fernández con inevitables evocaciones de Pastora y con un amplio ramillete de cantes bien afinados entre tangos, bulerías, fandangos, para concluir con una primicia, ‘La inocencia’, grabado con chavales del Polígono Sur»

 

Antes del concierto, alumnos del proyecto Golé de la Fundación Manuela Carrasco, de la Fundación Alalá y del proyecto Fuera de Serie que lidera el bailaor Francisco José Suárez, Torombo pudieron asistir a la prueba de sonido de Israel Fernández y su guitarrista, Diego del Morao, que se desarrolló entre la juerga flamenca y la convivencia. Allí le preguntaron por sus cantaores de referencia: Camarón en primer término, y Manuel Torre y Pastora entre los históricos. También quisieron saber qué importancia le da a la formación de un artista: “Hay algo que uno trae de casa, pero por ejemplo, formar parte de compañías de baile te obliga a formarte, no basta con el talento innato. Hay que aprender todos los días”, dijo. Y cuando le preguntaron por la conveniencia de llevar la cultura a las barriadas más azotadas por la crisis, no dudó: “Se tienen que mojar los políticos”.

 

Israel Fernández le canta al Polígono Sur. 8 abril 2021. Foto: Ale Luque

 

Luego, en primera fila, se sentarían algunos de los chicos que han participado con el cantaor en la grabación de un cante, La inocencia, que será lanzado en las próximas semanas. Juan Jiménez Cortés, de 13 años, aseguraba que la experiencia «es de las que se quedan marcadas para siempre», mientras que Antonia Delgado y Rocío Sánchez, de 16 y 15 años respectivamente y alumnas de Alalá, añadían que la experiencia de tener cerca a un grande les ha servido para aprender, además de arte, saber estar. «Israel no es el típico famoso al que el éxito se le sube a la cabeza. Si es buen cantaor, es mejor persona», subrayaban.

A su lado, Antonio Cortés, de 13, confesaba no formar parte de ningún proyecto, «pero el mánager me ha escuchado antes y me ha animado a que cante con ellos». Todos sueñan con poder llegar a cantar como sus ídolos, y algunos tienen claro que aspiran a ser profesionales, salvo Juan, que quiere ser «cirujano pediátrico. Conozco bien ese mundo porque he tenido que entrar en varios quirófanos, y es una profesión que me gusta. Pero el cante no lo dejaré». 

 

«Israel Fernández necesita que lo escuchen los flamencólogos que tenemos en Las Tres Mil Viviendas. Viene a dar su cante y a recibir el calor de un barrio que huele a flamenco por todas sus esquinas, como la yerbabuena» (Bobote)   

 

El metal hermoso y los veinte reales

Aunque en principio no se hizo publicidad del evento, las invitaciones se agotaron en seguida, y desde los periódicos sevillanos a las cámaras de España Directo, nadie quiso perderse el acontecimiento. Un recital que fue de menos a más, pero que desde el primer momento ponía de relieve dos cosas. Una, que Fernández posee en su garganta uno de los metales más hermosos del flamenco de hoy, además de voluntad de estudio y conocimiento. Y otra, que no venía ni mucho menos a cubrir el expediente.

Más de una hora estuvo dando los veinte reales del duro, entre inevitables evocaciones de Pastora –Grande locura era negarlo, Salomón con ser tan sabio…– con un amplio ramillete de cantes bien afinados entre tangos, bulerías, fandangos, para concluir con una primicia, La inocencia, que Fernández ha grabado con chavales del Polígono Sur, y que lanzará en las próximas semanas.

El artista toledano, en efecto, hizo mucho bien sobre la concurrida audiencia, pero poco se habla de los efectos benéficos que ha venido teniendo sobre su escolta a las seis cuerdas, Diego del Morao. Al jerezano, gorra de cuero y zapatillas deportivas de un naranja fosforescente, se le ve más centrado y templado que nunca, y sobre todo feliz: momentos hubo en que parecía bailar literalmente con la guitarra entre las manos. Y quienes admiramos su toque virtuoso y su personalísima sensibilidad no podemos sino celebrarlo.  

 

«El flamenco es, además de un arte, un elemento de transformación social todavía por explotar»

  

Tirando de legítimo orgullo, ese ilustre vecino del Polígono Sur que es José Jiménez, Bobote, insinuaba que quien viene a este barrio a dar, también se lleva: “Israel Fernández es un cantaor que está empezando, y necesita que lo conozcan, que lo escuchen los flamencólogos que tenemos en Las Tres Mil Viviendas. Viene a dar su cante y a recibir el calor de un barrio que huele a flamenco por todas sus esquinas, como la yerbabuena”.

Y fueron precisamente las palmas de Bobote, con el baile de Torombo y el cante de Juanfran Carrasco y Ezequiel Montoya, quienes acompañaron a Fernández en el fin de fiesta al compás de los nudillos sobre la mesa. Música terapéutica para estos tiempos deprimentes, buenas caras para el mal tiempo, sonrisas ante la adversidad: pero también un recordatorio, la idea de que el flamenco es, además de un arte, un elemento de transformación social todavía por explotar.

Fotos: Ale Luque

 

Israel Fernández le canta al Polígono Sur. 8 abril 2021. Foto: Ale Luque

 

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

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