El alma del Grilo en Suma Flamenca
Crónica de la actuación de Joaquín Grilo en el Festival Suma Flamenca 2021 (Teatros del Canal, Madrid). «Ese aire pintoresco y desenfadado consigue embrujar a los asistentes, además de la peculiar forma en la que hace una honesta descripción de la armonía de la guitarra y la melodía del cante».
La Sala Roja de los Teatros del Canal se tiñe lóbrega para dar paso al artista de la noche. El Grilo reposa de espaldas, tranquilo y engalanado con una capa negra. Y así comienza a hablar para hacer saber al público que se dirige a este con un propósito específico y a la vez trascendente, pues pretende hacer llegar el lenguaje oculto del alma a través del flamenco, de su baile.
El bailaor ha sabido rodearse de un equipo que no deja indiferente a nadie. Diego del Morao, Manuel Tañé, Juan de la María, El Zambo, Manuel Cantarote, Diego Montoya, Alejandro Fernández y Francis Gómez es el séquito uniformado de negro, igual que él, que no lo va a dejar solo ni un segundo.
La introducción del testimonio de esta gala comienza con un compás de tres por cuatro. Una mezcla de movimientos secos y a la vez volátiles se transforman en una representación fiel y auténtica de las letras que se cantan. Joaquín es pura expresión. Es simpático, guasón y noble. Su baile es la aleación de una técnica perfecta con un sabor a chufla que permite al público volver a la época de 1900, cuando esta aún no había pasado a la bulería tal y como la conocemos hoy en día. Ese aire pintoresco y desenfadado es el que consigue embrujar a los asistentes, además de la peculiar forma en la que hace una honesta descripción de la armonía de la guitarra y la melodía del cante.
«Joaquín Grilo es un claro ejemplo de lo que Antonio Gades describía cuando se refería a un buen zapateado. Se puede percibir que en ningún momento machaca el suelo. Solo se limita a acariciarlo y a susurrarle unos cuantos latidos a compás»
A continuación, un ritmo por tangos que mantiene el halo festero anterior en el que el Grilo se desenvuelve con elegancia, pues tiene cada acorde estrictamente acompañado de cada movimiento. El artista consigue mantener intacta la linealidad del cuerpo que caracterizó durante una época al baile masculino. Pero su magia consiste en jugar de manera intencionada con la languidez de sus brazos sin perder en ningún momento la colocación y el control de su cuerpo. Magia que poco a poco va dejando asomar unos tientos en los que de nuevo, la elocuencia y la interpretación de quien tiene pasión por lo que hace revisten el alma de la melodía. Junto con la magia de esta exégesis, no se puede dejar pasar la delicadeza con la que Joaquín pisa el suelo que le sirve de cimiento para podernos brindar su amor por la danza. Y es que es un claro ejemplo de lo que Antonio Gades describía cuando se refería a un buen zapateado. Tiene una delicadeza propia de alguien que respeta la música que lo acompaña. Se puede percibir que en ningún momento machaca el suelo. Solo se limita a acariciarlo y a susurrarle unos cuantos latidos a compás. De nuevo, una recreación auténtica del baile de los tangos del Titi. Esa socarronería y esa guasa que quedan cristalizadas en aquel famoso vídeo de Rito y Geografía del Cante.
Entonces, el registro cambia. El Zambo canta por toná y dos focos cenitales anuncian la llegada de otro palo de la familia de la soleá, la caña. Una pequeña variación de zapateado con un poco más de fuerza que la anterior deja paso al solo de guitarra del virtuoso invitado de la noche. Diego del Morao tiene tal dominio del instrumento que consigue que este cumpla una función melódica y armónica a la vez, pues cuando el hijo de Moraíto mece su guitarra, esta canta y se acompaña sola con impecables acordes sin dejarse nada en el tintero. El que no deja nada en el tintero es Joaquín, que hace un auténtico repaso por la historia del flamenco y lo acompaña con una riqueza musical envidiable. En este caso, y mostrando la influencia que la música americana tiene en el género jondo, el bailaor interpreta una farruca abriéndose paso a través de sones que recuerdan al chachachá y al tango argentino. En este caso son instrumentos de cuerda, viento y percusión los que adornan la coreografía que hace el Grilo del baile de Faíco.
Juan de la María y Tañé siguen apostando por esta riqueza melódica, pero en este caso a través de un compás de amalgama en el que superponen aires de soleá. Entre los cantes se pueden distinguir romances, bamberas y bulerías pa´escuchar. El compás de amalgama sigue siendo protagonista, pues a continuación los aires de Cádiz inundan las tablas. Es el primer momento en el que el bailaor cambia de vestimenta y se acicala con un chaleco azul más claro que la ropa, ese poquito de color necesario para maquillar el son de las alegrías. Entonces, lo etéreo que hay de manera constante entre sus manos vuelve a caer en un foco cenital que, como en un partido de tenis, se desplaza hasta la parte derecha del proscenio donde el cuadro conformado por el Zambo, Juan de la María, Tañé y Francis Gómez se tiñe de tonos cálidos. Ellos se van a encargar de pintar la atmósfera de soleares con algún toque de Alcalá junto a Joaquín Grilo.
Como punto y final, todo el cuadro ameniza las gradas del teatro por bulerías. El compás y el duende se vierten en el patio de butacas, porque en el escenario ya no cabe más. Envolviendo el ambiente en soniquete nos damos cuenta de que, aunque nuestra alma sea invisible y transparente, es tangible a través del arte, de la música y sobre todo a través del aspecto que aquí nos concierne, que es sin duda la riqueza musical del flamenco.
Imagen superior de Grilo: Javier Fergo – Festival de Jerez 2021
Ficha artística
Festival Suma Flamenca 2021
Sala Roja de los Teatros del Canal, Madrid – 6 de noviembre de 2021
Espectáculo: Alma, de Joaquín Grilo
Baile: Joaquín Grilo
Guitarra: Francis Gómez
Cante: Manuel Tañé y Juan de la María
Palmas: Diego Montoya, Manuel Cantarote y Alejandro Fernández
Artistas invitados: Diego del Morao y Luis el Zambo