¿Tiene El Cigala billete de vuelta?
El cantaor combinó su repertorio latino con cantes flamencos en su paso por San Fernando, Cádiz.
A finales de los 90, en el tablao madrileño Casa Patas, recién desaparecido, se presentaba un grupo de jóvenes percusionistas flamencos que se hacían llamar Echegaray Street. Para su puesta de largo en sociedad, pidieron el respaldo de varios cantaores de primera, que nos dieron a los allí presentes una noche espléndida. Recuerdo entre ellos a Guadiana y a Potito. Pero quien se llevó el gato al agua fue un nombre que empezaba a hacer ruido, Dieguito el Cigala. Abrió la boca, hizo una seguiriya y acabó con la fiesta. Nadie más se atrevió a cantar después.
De todo hace veinte años. Dieguito se ha convertido en Diego, una celebridad mundial, quizá el cantaor más cotizado del momento. Desde que Bebo Valdés le mostrara las minas del rey Salomón en clave de bolero, el artista ha ido sintiendo una cada vez mayor querencia por los aires latinos –no en vano, adquirió la nacionalidad dominicana en 2014–, y en su perfecto derecho está. Su visita al Centro Comercial Bahía Sur de San Fernando (Cádiz) en el marco del ciclo ¡Bahía en vivo! se antojaba, no obstante, una buena ocasión para comprobar cuánta flamencura le queda en las alforjas al madrileño.
Tal vez habría que empezar reconociendo que El Cigala es flamenco hasta durmiendo. El rajo de su voz, su facilidad para los melismas, todo en él posee un innegable sello jondo. Que esta vez viniera acompañado por dos guitarras y un percusionista también reforzaba esa idea. Otra cosa es que, al salir a escena, opte por ese repertorio bolerístico que le ha dado fortuna, por mucho que los tunee por tangos o bulerías.
La organización perfecta, el público respetuoso con las normas de higiene y distancia social. Y los mosquitos de las salinas devorando al respetable cuando arrancó la noche con Si te contara, para continuar con el recuerdo a Machín y Un compromiso, virar hacia Argentina con la Canción de las simples cosas que popularizara la gran Mercedes Sosa y regresar al bolero con el Inolvidable de Julio Gutiérrez y al Machín de Corazón loco.
«Pareció calentarse algo más el cantaor con el hit ‘Lágrimas negras’ antes de entrar en harinas flamencas. Encadenó una interminable serie de tangos de impronta camaronera»
Nada que objetar, al menos por parte de este observador, al hecho de que un cantaor haga incursiones en estos territorios sonoros. Amén de las muy estudiadas conexiones entre las músicas latinas y el flamenco, bastaría decir que no se conoce a un buen aficionado jondo que no vibre con un bolerazo o con un tango recio, como no hay latino que no se estremezca con un cante bien dicho o una guitarra sonando por soleá.
Sin embargo, El Cigala fue desgranando su repertorio con cierta desgana y hasta frialdad, sin tirar demasiado de su poderoso fuelle y confiándolo todo a su afinación, que es prodigiosa. Lo demás lo pone su banda, más que solvente, y el entusiasmo del público, subyugado por el magnetismo del artista y la carga sentimental de estas canciones. Pero tal vez no baste.
Pareció calentarse algo más el cantaor con el hit Lágrimas negras antes de entrar, como parecía preceptivo tratándose de La Isla de León, en harinas flamencas. Encadenó una interminable serie de tangos de impronta camaronera, se retiró para dejar que la percusión y las guitarras hicieran una vistosa –y un tanto atropellada– versión del Spain de Chick Corea y concluyó por bulerías con la misma indolencia con la que se había desarrollado todo el recital.
Llegado ese momento, se acumulaban las preguntas. ¿Puede Diego El Cigala actuar en San Fernando y no referirse siquiera al cantaor al que sin duda más le debe? Puede, aunque deslizó un guiño a José Monge Cruz en las bulerías. ¿Puede marcharse del escenario sin haber presentado a los músicos que le acompañan? No solo puede, sino que así fue. Nos quedamos sin saber quiénes le habían arropado durante una hora y media, y sin poder aplaudir su trabajo. Y tampoco había programa de mano que nos despejara esa incógnita, claro.
Y en lo que más nos interesa, lo estrictamente musical: ¿tiene el viaje americano de El Cigala camino de vuelta? Hace seis años, el cantaor publicó junto a Diego del Morao un disco en vivo con un amplio espectro de palos titulado Vuelve el Flamenco, que de modo implícito era un reconocimiento de que el flamenco se había ido, al menos para él. Ojalá nunca lo haga del todo, pero ahora que han pasado veinte años de todo y que Casa Patas ya no existe, temo que acaso nunca volvamos a escuchar a Dieguito cantar por seguiriyas como en aquella noche remota.
Fotos: cortesía del Ayuntamiento de San Fernando