Chano Domínguez y Diego Amador: piano se escribe con che
Chano Domínguez y Diego Amador compartieron escenario en el Teatro Lope de Vega (Sevilla) con un soberbio recital. La conclusión final es que el piano flamenco, hasta nuevo aviso, se escribe con la che de Chano Domínguez y de El Churri. Y también, por siempre, de Chick Corea.
Apenas dos días después del mazazo que supuso para los amantes de la música el fallecimiento de Chick Corea, dos pianos de cola copaban a mediodía el escenario del Teatro Lope de Vega de Sevilla. Cabe añadir que se trataba de dos pianos flamencos, pues así suenan estos instrumentos indefectiblemente, sea cual sea el repertorio, en manos de las estrellas del cartel: Chano Domínguez y Diego Amador.
Entre el público diezmado por las restricciones sanitarias, alguna figura como La Tremendita y el nuevo director del coliseo sevillano, Carlos Forteza, que se estrenaba en materia flamenca. Al horario pandémico, las doce del mediodía, nos cuesta tanto acostumbrarnos que los artistas siguen saludando con un ‘buenas noches’. Pero cuando las luces caen y la música es buena ya estamos fuera del tiempo y, si me apuran, del espacio: en otra dimensión.
De Dorantes al joven Andrés Barrios, pasando por Pedro Ricardo Miño, el piano flamenco parece atravesar una época dorada y de plena aceptación por parte de los aficionados. En este sentido, no es poco el mérito que corresponde a los artistas convocados en el Lope, aunque sus trayectorias sean muy diferentes. La de Chano Domínguez, que empezó en aquellos Pink Floyd a la gaditana llamados Cai, ha trazado una evolución sostenida y coherente, la de alguien con las ideas claras desde sus primeras grabaciones en solitario –aquellos Chano, Hecho a mano o Imán, o el no menos memorable Diez de Paco–, que ha sabido dar muy bien sus pasos, ya fuera junto a Martirio, Paquito D’Rivera o Wynton Marsalis, hasta alcanzar su pletórica madurez actual.
«Ojalá que este tándem tenga mucha continuidad, porque nos encantará ver y oír qué fabuloso rendimiento puede dar una colaboración más prolongada entre ambos»
El caso de Diego Amador –familiarmente conocido como El Churri, apodo que le colgó Aurora Vargas– es distinto. Nacido en una familia de guitarristas, se trata de un multiinstrumentista portentoso, que se desenvuelve con el mismo virtuosismo con el bajo eléctrico, la batería, el cante o el piano, dedicándose más tenazmente a este último. Aunque él también se ha arrimado a los mejores, ya fueran Pat Metheny, Alex Acuña o el propio Chick Corea, su carrera ha sido más irregular, sobrada de talento y falta de timón. Los últimos directos que le vi, en el Teatro Central (Sevilla) junto a Charlie Haden o en la inauguración de la Factoría Cultural del Polígono Sur, reflejaron cierto atropello y cierto exceso, aunque él siempre da los veinte reales del duro.
El formato del Lope resultaba, por el contrario, idóneo para que el sevillano mostrara lo mejor de sus cualidades, que son muchas y valiosas. La compañía de Chano resultó altamente benéfica para Diego, muy cómodo en el diálogo inter pares que se le proponía. Empezaron ambos muy conectados y juguetones nada más tomar posesión de sus respectivos teclados. Chano más melódico y sugerente, Diego algo más percutivo y menos introvertido de lo habitual, levantándose por momentos de la banqueta de pura excitación.
La bulería blues Mr C.I que el gaditano dedicó a Camarón dio paso a Para Troilo y Salgan, la pieza del gran Luis Salinas que ya aflamencara tiempo atrás Tomatito junto a Michel Camilo, con un inspirado Diego acompañado por su hijo al cajón. Brilló luego Chano Domínguez en una de sus especialidades, llevar a su terreno flamenco-jazzero los hitos de la canción latina, en este caso ese Gracias a la vida de Violeta Parra que levantó suspiros en el patio de butacas, con la que está cayendo.
«Brilló luego Chano Domínguez en una de sus especialidades, llevar a su terreno flamenco-jazzero los hitos de la canción latina, en este caso ese ‘Gracias a la vida’ de Violeta Parra que levantó suspiros en el patio de butacas»
No le fue a la zaga Amador con una soleá directa al corazón, y así, con el respetable ya entregado, volvieron a recordar al llorado Corea con la rumba Para Chick de Chano. Y acto seguido invocaron a otro santo tutelar que sobrevoló el concierto de principio a fin, Paco de Lucía y su Zyriab.
La ineludible Spain puso el broche a un recital que logró rendir tributo a estos pioneros, los dueños de las llaves que abrieron tantas puertas al flamenco y al jazz, sin impedir a los intérpretes ser ellos mismos en todo momento, dos profundos conocedores de este arte, dos fuentes de creatividad sin fondo. Ojalá que este tándem tenga mucha continuidad, porque nos encantará ver y oír qué fabuloso rendimiento puede dar una colaboración más prolongada entre ambos.
El concierto acabó como empezó, con Chano y Diego jugando como niños –tan sabios como los niños– con sus instrumentos, de un lado para otro, del derecho y del revés, intercambiándose sus posiciones, porque son músicos que no han perdido la capacidad de disfrutar con lo que hacen, como acreditaban sus sonrisas de oreja a oreja.
La conclusión final es que el piano flamenco, hasta nuevo aviso, se escribe con la che de Chano Domínguez y de El Churri. Y también, por siempre, de Chick Corea.
Ficha artística
Chano Domínguez y Diego Amador
Teatro Lope de Vega, Sevilla – 13/2/2021
Pianos: Chano Domínguez y Diego Amador.
Percusión: Diego Amador hijo.