El baile es más con María Moreno
Su estilo sugiere luz y acerca al espectador al disfrute sin alejarse del baile por derecho que ha defendido desde su niñez. La gaditana María Moreno seduce una vez más en Sevilla, tierra que le otorgó hace dos años el Giraldillo Artista Revelación de La Bienal, y que en la noche del viernes 18 volvió a ponerse a sus pies.
Sevilla sabe acoger y apreciar el arte independientemente de donde provenga, siempre y cuando tenga un nivel incuestionable. María Moreno puede decir que esta tierra es tan suya como de cualquier vecino de Triana o La Macarena. Hace dos años triunfó en La Bienal, consiguiendo el Giraldillo Artista Revelación, con De la Concepción. En la noche del viernes 18 volvió a mostrar sus mejores versiones, porque en More (No) More nos topamos con la María más poliédrica y en movimiento. Expresa un discurso limpio y de una variedad estética tan renovada como exquisita.
Apoyó su mensaje en un potente equipo lumínico y en un vestuario justo de mención. El autor de lo que María lució no es otro que Palomo Spain, quien supo diseñar aparentes vestidos, batas y pantalones de un colorido sugerente y acorde a cada número. Ante estampas así, dirigidas acertadamente por un aplaudido Rafa R. Villalobos, el decorado carece de relevancia al convertirse ella misma en una estrella pictórica. Solo acude a elementos simbólicos como sillas o la luna llena para crear el clima íntimo si así lo necesita el baile.
«No es que María Moreno esté pasando por un gran momento, sino que la bailaora ha llegado para quedarse y para ocupar el puesto de las que hacen historia en la generación que le toca vivir»
María se adueña de la escena en un juego cómplice con el resto del elenco y con el propio público. En la hora y cinco que dura el montaje hay lugar para la emoción, para el sosiego y para la diversión, además de para viajar por los atractivos universos que definen a la bailaora de Cádiz. Por bulerías principia la noche con fuerzas, con las voces de un experimentado Pepe de Pura y un ilusionante Ismael de la Rosa ‘El Bola’. Sabiendo la sobrada calidad expresiva del primero de ellos, demostrado en primer momento por taranto, es oportuno recalcar el potencial del segundo, que consigue afianzarse en el hueco que se ha ganado en el atrás. Así, asistimos a instantes musicales de gusto superlativo con las guitarras de Juan Requena y Óscar Lago, como en el momento de las granaínas en las que una María envuelta en el misticismo sonoro danza como si se encontrara en la superficie de un mar en calma. Antes, Rafael Riqueni, desde el público, escucha su propia composición que embelesa de fondo el guion del montaje.
Técnicamente, la gaditana parece estar sobrada aunque su discurso vuelve una y otra vez a la emoción de las primeras veces con un baile por derecho y cumpliendo con lo que el flamenco exige y merece. La bata de cola y el mantón resultan fascinantes, elementos que parecen tomar vida propia. Sale y entra del escenario, cada vez con una indumentaria distinta. Arriesga en las alegrías, con castañuelas, chaquetilla de flecos y la presencia de Roberto Jaén, que se introduce rapeando por tanguillos y a ritmo del tecleo del móvil.
«María Moreno parece estar sobrada de técnica. Su discurso vuelve una y otra vez a la emoción de las primeras veces con un baile por derecho y cumpliendo con lo que el flamenco exige y merece»
Las caras de María se siguen conociendo hasta en esos momentos ajenos al público, convirtiendo el escenario en un local de ensayo. Llegan los segundos en los que la bailaora se sienta en una caja y, con manos y pies, se hace cargo del soniquete, y el público reacciona ante el asombro de lo imprevisto. El equipo de limpieza aparece con mopas, también la fotógrafa Susana Girón, y Roberto sigue con sus gags. Consiguen cuadrar la seguiriya con unos remates en los que los pies de María se tiran al precipicio.
El sumun llega en la soleá final, como nos tiene acostumbrados. Le da una pequeña vuelta respecto a espectáculos anteriores, aunque acudiendo insistentemente al temple que la define. Cierra como empezó, por bulerías, con un Bolita soberbio y el público en pie. Al terminar, entendemos que no es que María esté pasando por un gran momento, sino que la bailaora ha llegado para quedarse y para ocupar el puesto de las que hacen historia en la generación que le toca vivir. Esos parecen ser sus objetivos tras el estreno en el Central.
Fotos: Claudia Ruiz Caro – Bienal de Flamenco