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Manuela Carrasco, fin de raza

La bailaora sevillana Manuela Carrasco brindó su espectáculo ‘Manuela’, la última esperanza de ver baile de vieja escuela en la Bienal arropado por tres cantaores de primera, que sin embargo quedó deslucido por un sonido y un montaje de luces pésimos.


Si el arte respondiera siempre a las expectativas, no sería arte, sino otra cosa. Matemática, tal vez. Uno espera lo mejor de los grandes y cualquier día pinchan, como seres humanos que son, pero también puede darse la sorpresa de que aquel de quien no se espera nada de pronto sea poseído por el genio y se obre la magia. Hace un par de semanas, me contaba la gran fotógrafa Colita que lleva cincuenta años siguiendo a los flamencos para volver a experimentar aquello que sintió viendo bailar una vez a Carmen Amaya. Esa esperanza la alienta.

 

A todos nos ha regalado Manuela Carrasco alguna vez un escalofrío, un momento de emoción única. Por eso regresamos una y otra vez a verla: es una droga y volvemos a por más. Su presencia en la Bienal 2022 se antojaba, además, una isla en medio del mar de vanguardismo que inunda el baile –no la única, por suerte–, una última oportunidad de ver baile ortodoxo, de vieja escuela, en el festival de festivales.

 

Su salida a escena, con un ejército de músicos y cantaores sentados en fila al fondo del escenario, permitió presagiar lo peor. Manuela, con su estampa imponente, levanta los brazos… y el foco cae un metro y medio más allá. Bueno, un incidente sin mayor importancia. Empieza a bailar en silencio entre ruidos de conexión. Pero apenas comienza a sonar el grupo, se disparan todas las alarmas, especialmente cuando canta por bulerías Antonio Reyes y se le da tanta reverb que parece que está cantando en el fondo de un pozo. Por desgracia, esa va a ser la tónica del espectáculo, un sabotaje en toda regla a los artistas desde la cabina de mandos, sin ahorrar acoples de todos los colores.

 

 

«El fuerte de Manuela es otro. Se evidenció en la seguiriya, espléndida, con un Antonio Reyes cantando mejor que en sus propios espectáculos, porque una presencia como la de Carrasco debe de ser motivadora en extremo, pero de nuevo vino el sonido a boicotear el espectáculo»

 

 

Tras una ronda de fandangos en la que cundió la sospecha de que los cantaores no se oían tampoco muy bien de monitores para adentro, el propio Reyes y Pepe del Morao hicieron unos tientos antes de que Manuela regresara para bailar la caña de Jesús Méndez. De la trianera puede decirse lo que los aficionados decían de Curro Romero, que pagaban la entrada solo por verlo hacer el paseíllo; a ella le basta ponerse de perfil y levantar una mano.

 

Pero hizo mucho más, naturalmente. Es probablemente el último exponente de una manera de entender el baile, un fin de raza. Sin embargo, me parece un error táctico poner tanto énfasis en la fuerza y la velocidad de los pies, un campo en el que cualquier advenediza podría rivalizar con ella, pues hoy las bailaoras jóvenes son verdaderas atletas de élite. Naturalmente disfrutamos con sus fulgurantes punta y tacón, pero también quedó patente que el tiempo ha pasado para todos y se cobra su saldo en facultades.

 

No, el fuerte de Manuela es otro. Se evidenció en la seguiriya, espléndida, con un Antonio Reyes cantando mejor que en sus propios espectáculos, porque una presencia como la de Carrasco debe de ser motivadora en extremo, pero de nuevo vino el sonido a boicotear el espectáculo. Y las luces, porque abundaron los momentos en que el rostro de la bailaora –que baila tanto o más que el resto de su anatomía– quedaba inexplicablemente oscurecido.   

 

Oímos –si no es mucho decir– cantar por Caracol los Tientos de la Rosa con un siempre potente Jesús Méndez, por verdiales a Enrique El Extremeño, y a todos juntos en la soleá por bulerías a la que se unió un brillante Ezequiel Montoya, dejando todo listo para la soleá, el santo y seña de Manuela Carrasco, su baile monumental. Al final, ovación prolongada en el Maestranza para la artista, sus acompañantes y para Antonio El Pipa como director de escena. Creo que es la primera Bienal en la que todos, absolutamente todos los espectáculos –al menos los que este cronista ha cubierto– han sido despedidos con el público en pie, aplaudiendo por bulerías y gritando olés y bravos. Pero cuidado: cuando todo es sublime, nada lo es. Y lo de Manuela y los suyos, bien que lo lamento, quedó lejos de esa consideración.         

 

 

Ficha artística

Manuela – Manuela Carrasco
XXII Bienal de Flamenco de Sevilla
Teatro de la Maestranza
28 de septiembre de 2022
Manuela Carrasco baile
Jesús Méndez cantaor
Antonio Reyes cantaor
Extremeño cantaor
Joaquín Amador guitarra
Ramon Amador guitarra
José Carrasco percusión
Maria Lomas violonchelo
Samuel Cortés violín
Ezequiel Montoya cante y palmas

 

 

Manuela Carrasco. ‘Manuela’. XXII Bienal de Flamenco de Sevilla. Teatro de la Maestranza. 28 sep 2022. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 

Manuela Carrasco y Jesús Méndez. ‘Manuela’. XXII Bienal de Flamenco de Sevilla. Teatro de la Maestranza. 28 sep 2022. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 

Manuela Carrasco. ‘Manuela’. XXII Bienal de Flamenco de Sevilla. Teatro de la Maestranza. 28 sep 2022. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 

Enrique el Extremeño. ‘Manuela’. XXII Bienal de Flamenco de Sevilla. Teatro de la Maestranza. 28 sep 2022. Foto: Archivo fotográfico Bienal – Claudia Ruiz Caro

 


Un pie en Cádiz y otro en Sevilla. Un cuarto de siglo de periodismo cultural, y contando. Por amor al arte, al fin del mundo.

1 COMMENT
  • José Martín Juárez 29 septiembre, 2022

    Totalmente de acuerdo. El final con Manuela carrasco prácticamente a oscuras de verguenza.

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