Hace poco, una aficionada muy sabia me decía que, a este paso, lo más vanguardista iba a ser salir a escena con un guitarrista y un cantaor y bailar un rato por soleá. No es que Insaciable, el nuevo espectáculo de Lucía Álvarez La Piñona, se limite a eso, pero el público que asistió a su estreno absoluto en el Teatro Central repetía comentarios como “por fin” o “ya era hora”. Y puede sonar un poco injusto con montajes arriesgados de mucho mérito, pero después de dos semanas de ver en la Bienal experimentos demasiado temerarios, se agradeció y mucho una propuesta de baile no sometido a las exigencias de la contemporaneidad.

 

Recordé aquella frase de Borges en la que recordaba que se había propuesto ser argentino olvidando que ya lo era. Puede que muchos flamencos de hoy se impongan ser modernos a toda costa sin tener en cuenta que ya lo son, pues todos habitan el siglo XXI y hasta los más rancios viven inmersos en esa modernidad. Al menos La Piñona no parece sometida a ese empeño, y sí en cambio al de mostrar lo mejor de su baile sin más, el que ha mamado y el que ha logrado desarrollar a lo largo de su carrera aprendiendo de quienes le rodean.

 

 

«Después de dos semanas de ver en la Bienal experimentos demasiado temerarios, se agradeció y mucho una propuesta de baile no sometido a las exigencias de la contemporaneidad»

 

 

En esta empresa cuenta la jimenata con importantes aliados: para empezar, la dirección artística de Rafael Estévez y Valeriano Paños, que son garantía de calidad y flamencura. En el discurso dancístico, la compañía de un gran Jonatan Miró, barcelonés, bailaor maduro, de estampa viril y movimientos poderosos, que escenifica con ella ese romance que parece servir de hilo conductor de las escenas. La guitarra de Ramón Amador asume la mayor parte del peso musical, arropando de maravilla a un trío de ases del cante tan diferenciados entre sí como Jesús Corbacho, El Pechuguita y Matías López El Mati.

 

Muy mal tenía que darse la cosa para fracasar con estos mimbres, pero es que Insaciable funciona estupendamente desde el primer momento, cuando una breve introducción da paso a unas alegrías arrolladoras rematadas por las alegrías de Córdoba en la voz dulce de Corbacho. Con unas transiciones muy bien medidas, dando variedad a las escenas sin necesidad de demasiados elementos, se suceden el martinete de Jerez, los tangos morentianos en la garganta de un gran admirador del granadino como es El Mati, la milonga de Vallejo, la farruca…

 

El público a esas alturas se lo estaba pasando divinamente, y no solo por la solidez y variedad del repertorio, sino porque al frente del grupo se hallaba una bailaora inspiradísima. Ya escribí una vez que La Piñona no es, tal vez no sea nunca, la más rápida, ni la más ágil, ni la más creativa. Esos títulos se han puesto muy disputados en los últimos tiempos, y tal vez sea mejor no entrar en ellas, mirarse dentro y preguntarse cuál es el sello de la propia personalidad, lo que hace único a una artista cuando es de verdad. Y la respuesta la dan esas manos de emocionante expresividad, los cambrés, los escorzos, las estampas taurinas, los remates, los zapateados cada vez más vigorosos, todo ello suyo, genuinamente piñoniano ya.

 

 

«La respuesta la dan esas manos de emocionante expresividad, los cambrés, los escorzos, las estampas taurinas, los remates, los zapateados cada vez más vigorosos, todo ello suyo, genuinamente piñoniano ya»

 

 

En su ayuda acuden las luces, sencillas pero efectivas al máximo, y también las sombras, con las que el espectáculo juega acertadamente, generando imágenes muy sugestivas. Y cuando Insaciable iba camino de ponerse solemne, llegó el contrapunto desenfadado de una imprevista rave party con rumba de Los Chichos y el Si tú te vas de Pata Negra, un bolero de Machín y hasta la sorpresa de la propia Lucía rapeando por Arianna Puello. De ahí a los fandangos, la soleá y la propina por bulerías, el espectáculo no hizo sino crecer hasta poner al respetable en pie y aplaudiendo –conviene hacer la distinción– con ganas.

 

En algún periódico había leído que esta obra era algo así como una exploración de la sexualidad desde lo jondo. Como maniobra publicitaria vale la canasta, pero yo al menos no encontré nada de eso en Insaciable, ni falta que hace. Hasta la literatura del programa me parecía excesiva para un trabajo que se explica muy bien solo, y que, tras aquel prometedor Abril, supone un notable salto (hacia delante, hacia arriba) en la carrera de La Piñona.

 

 

Ficha artística

Insaciable – Lucía La Piñona
XXII Bienal de Sevilla
Teatro Central, 21 de septiembre de 2022
Dirección artística: Rafael Estévez y Valeriano Paños
Coreografía: Rafael Estévez, Valeriano Paños; Lucía Álvarez La Piñona y Jonatan Miró
Baile: Lucía Álvarez La Piñona y Jonatan Miró
Música: Ramón Amador
Cante: Matías López ‘El Mati’, Jesús Corbacho, y  José El Pechugita
Espacio sonoro: Matías López ‘El Mati’