El baile de Farruquito, ni más ni menos
La Bienal de Flamenco estrenó con éxito ‘Desde mi ventana’, el último espectáculo del gran bailaor sevillano. ¿Has visto cómo baila sobre los pies? Con una cadera y un hombro. Y baila hasta los silencios, otro día te lo explico.
Se apagan las luces. Ruido enlatado en salsa de electricidad estática. Esa casete no está buena, primo. Calla, calla, que son las voces del pasado. Voces de muertos bajo lenguas de fuego que se escapan de la superficie solar en blanco y negro. Muchas de ellas me suenan de Rito y geografía del cante. Chocolate, El Chozas, Camarón. Y el gran Farruco, entre galaxias que se deshacen en flecos por la cuesta de una pantalla vertical, a la izquierda del escenario. Por detrás de esa tira translúcida, Juan Manuel Fernández Montoya (Sevilla, 1982) se arma de valor para asomarse a la ventana de su mundo artístico, que no es otro que el de su familia. La de la sangre y la de sus músicos, su segunda familia, como él mismo quiso reconocer al final de la velada. Eso te va sonando ya a otros espectáculos de Farruquito, a que sí.
Porque no lo puede remediar. La vida existencial de Farruquito está machihembrada con sus vivencias artísticas. El flamenco impregna cada recuerdo, cada respiración de su presente. Por eso, bastan los primeros compases de la introducción a los fandangos para que el bailaor haga compás sobre la mesa de una taberna vieja. De un salto, deja de ser Juan para dar paso al Farruquito más pletórico. Camisa blanca, fajín colorao a la cintura. Y botas de montar. En la plenitud de sus facultades. Con sus virtudes, las de siempre. Y sus defectos, persistentes, aunque son cada vez menos.
«Juan el Moreno debutó con un número propio, al que luego se le unió el papá con su baba caída. Ocho años tiene, la misma edad con la que debutó Farruquito. Luego dicen que el ADN no tiene nada que ver en esto. No ni na»
El sonido es perfecto, al menos desde el patio de butacas. Eso, y la calidad del elenco que lo acompaña, perdonan la flojera del argumento, más que nada por lo repetitivo y manido del tema. Qué quieres que le haga. La Bienal te exige un espectáculo original, de estreno en este caso. Y yo lo que hago es bailar y bailar. Danzar de punta a cabo de vuestros corazones. Desde mi tradición. Desde la verdad del baile gitano. Nada de historias neuróticas o grotescas, salidas de la enfermiza mente de un coreógrafo contemporáneo. Es lo que hay. Y a mi público le encanta.
Y es un público distinto, en su mayoría, al que frecuenta los grandes teatros de Sevilla. Son sus gitanos, como decía Pastora Pavón, los que hacían cola innecesariamente una hora antes del comienzo de la función. No fuera a ser que se perdieran el inicio. Los que lanzan los oles a tiempo, y bendicen a las madres a compás. Juan Manuel es su estrella y su guía, y sabe atizar el fuego con esos desplantes que a ti y a mí nos sobran. Qué más da. Has visto cómo baila sobre los pies. Con una cadera y un hombro, no le hace falta más. Y baila hasta los silencios, otro día te lo explico.
Qué más te puedo contar. Los momentitos de la noche, los que se quedan cosidos a la memoria con grapas de bronce. El baile de pies de Rosario Montoya La Farruca, que anduvo repartiendo moñas de jazmines con su bata arremangada, para terminar meciendo los tercios de unas magníficas seguiriyas. Los cuatro cantaores dieron la talla. Pero es justo señalar las excelencias de Pepe de Pura y de Mari Vizárraga. Para cuándo el salto a la primera división, que los aficionados se lo agradecerán. La cantaora sevillana realizó un despliegue de medios impresionante. Ay, esa malagueña del Mellizo. Te la perdiste.
«Esos momentitos que se quedan cosidos a la memoria con grapas de bronce. El baile de pies de Rosario Montoya La Farruca, que anduvo repartiendo moñas de jazmines con su bata arremangada»
Y las cantiñas, baile por alegrías. A que no sabes quién salió. Claro, el hijo de Farruquito, Juan el Moreno, llamado así en recuerdo de su abuelo. Debutó con un número propio, al que luego se le unió el papá con su baba caída. Ocho años tiene, la misma edad con la que debutó su padre. Luego dicen que el ADN no tiene nada que ver en esto. No ni na.
Y ahora viene lo mejor. Sorpresa fuera de carta. El gran Raimundo Amador nos regaló los vatios más flamencos del mundo con una de sus famosas guitarras. Madre, hijo y nieto se arrancaron por bulerías, regalando dicha y placer entre los asistentes. Y la mujer de Farruquito, desde la ventana vertical de aquel otro lado del escenario, tuvo, como casi todas las mujeres, la última palabra: AMÉN.
Ficha artística
Espectáculo: Desde mi ventana, por Farruquito.
Ciclo: XXI Bienal de Flamenco
Lugar y fecha:Teatro Lope de Vega, Sevilla. 9/9/2020
Baile: Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito
Cante:Mari Vizárraga, Pepe de Pura, Ezequiel Montoya Chanito e Ismael de la Rosa Bola
Guitarra: Yerai Cortés
Percusión: Manuel Lozano Lolo
Piano: Álex Romero
Violín: Thomas Potiron
Artistas invitados: Rosario Montoya La Farruca, Juan el Moreno y Raimundo Amador
Dirección artística: Ángel Rojas
Fotos: Archivo Fotográfico Bienal de Flamenco. Fotógrafa: Claudia Ruiz Caro