Antonio Canales, contra el tiempo
El bailaor presenta en el Teatro Central de Sevilla su espectáculo ‘La guitarra canta’, en el que se rodea de jóvenes valores como David de Arahal, Manuel de la Tomasa, David El Galli o Matías Campos. Y aunque está lejos de su mejor versión, logra arrancar destellos de luz.
En contra de lo que se piensa, opinar sobre un espectáculo nunca es fácil: entiéndase, opinar de manera razonada y con cierto fundamento. Pero hacerlo con un espectáculo como el que nos ocupa resulta aún más difícil de lo habitual, porque uno siente que puede caer, a poco que se descuide, en la arbitrariedad o en la complacencia, dos virus de los que conviene huir en este oficio.
El escenario fue el Teatro Central. El marco, el ciclo Andalucía-Flamenco, el nuevo nombre que nuestros gobernantes han dado al Flamenco viene del Sur, solo por tomar distancia de la herencia recibida, ¡con lo que cuesta consolidar una marca! En fin, de ello tendremos que hablar otro día. El cartel venía encabezado por Antonio Canales, veterano bailaor, y un ramillete de jóvenes artistas, todos reunidos bajo el título La guitarra canta.
Desde sus años dorados, Canales se ha rodeado siempre de jóvenes valores. Ha sido un maestro para muchos, aunque a veces no haya terminado bien con ellos, y él mismo se ha alimentado de la frescura y de la energía de aquéllos. Entonces –lo recuerdo no sin cierta nostalgia– abordaba espectáculos de gran envergadura, ambición y atrevimiento. Lo que trajo al Central, desde el punto de madurez en que se halla el trianero, era una apuesta por el intimismo y dirige su atención hacia la guitarra flamenca, a la que homenajea.
Cuenta para ello con un nuevo valor de este instrumento, David de Arahal, que se ha abierto un hueco en un panorama extremadamente competitivo y de vertiginoso nivel técnico, y que ayer, entre hermosos arpegios y trémolos, pero también haciendo simple percusión sobre la tapa armónica, se echó a los hombros buena parte del espectáculo. Tampoco pasaron desapercibidos los cantaores, el más que prometedor Manuel de la Tomasa, nieto de José de la Tomasa y digno de llevar ese remoquete artístico, y del que esperamos grandes logros; y un David el Galli muy inspirado. Estuvieron espléndidos en el pregón y la debla, por fandangos y alegrías. La muy correcta percusión de Paco Vega Hijo cerraba el elenco junto al baile de Matías Campos, que por un rato parecía haberse dejado poseer por el ectoplasma de Mario Maya por alegrías, y del que muchos nos quedamos con las ganas de ver más. Tiempo tendremos, dios mediante.
«Antonio Canales se transfigura. Puede ser solo un giro de la mano, un cimbreo sensual, un simple transitar por el escenario, pero logra imponer su personalidad y justificar por qué sigue ahí, por qué vale la pena seguir yendo a verle. El público se lleva en la retina esos arrebatos luminosos y también se estremece viendo a un creador en lucha contra el tiempo»
Lo más difícil de valorar, decía, es el baile de Canales, quien compareció sobre el escenario con zapatos rojos y foulard de lentejuelas, y siguió luciendo a lo largo del montaje prendas excéntricas, chaquetas de vivos colores o negras con largos flecos, en una huida del estereotipo jondo. Pero lo importante estaba en sus pies, claro. Y ahí decir que Canales está lejos de sus mejores marcas físicas es una obviedad, como que sus movimientos han perdido agilidad y presteza. Su fuerza dramática se asoma por momentos al patetismo. A ratos recurre a las carretillas para demostrar que aún conserva la precisión y la energía, marca con fuerza su juego con los tiempos, y suple sus limitaciones con los brazos con el vuelo de sus manos.
Un crítico objetivo podría ser despiadado con el Canales de hoy. Pero la crítica es, por definición, subjetiva, y no puede prescindir de factores como el hecho de que Canales jugara en casa, y que a través de su baile, tanto el más auténtico como en los momentos más efectistas, convocara la memoria de Triana para arrancarle destellos de luz, relámpagos de una verdad cada vez más extinguida. Aunque el trabajo del bailaor es convencernos de que su faena es sublime de principio a fin, ni siquiera su rostro puede disimular los momentos en los que se gusta de veras a sí mismo, como todo el mundo pudo ver en la seguiriya y sobre todo en la soleá.
Ahí nos reencontramos con el eco de ese Canales deslumbrante de hace treinta años (claro, también para nosotros ha corrido el reloj y el calendario), cuando destacaba en una generación de bailaores llamada a revolucionar este arte y ensanchar sus públicos. El trianero se transfigura, puede ser solo un giro de la mano, un cimbreo sensual, un simple transitar por el escenario, pero logra imponer su personalidad y justificar por qué sigue ahí, por qué vale la pena seguir yendo a verle. El público se lleva en la retina esos arrebatos luminosos y también se estremece viendo a un creador en lucha contra el tiempo. Peleando por que el artificio no usurpe a la gracia, por que la máscara no se imponga al rostro.
Ficha artística
Antonio Canales – La guitarra canta
Teatro Central, Sevilla
Ciclo Andalucía Flamenco
29 de septiembre de 2023
Baile: Antonio Canales y Matías Campos
Cante: Manuel de la Tomasa y David El Galli
Percusión: Paco Vega Hijo