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Andrés Peña y Pilar Ogalla: una tarde en sepia y oro

Andrés Peña y Pilar Ogalla protagonizan el quinto espectáculo flamenco del Teatro Real (Madrid). Apuestan por ‘De Sepia y Oro’, un espectáculo que obtuvo el Premio del Público en el XX Festival de Jerez en 2015. «Pilar Ogalla nos acerca a la Caleta gracias a su bata de cola en tonos plomo».


De sepia y oro nos logran pintar Andrés Peña y Pilar Ogalla esta fría tarde de febrero. Pues el sabor añejo que pretenden poner de manifiesto en su espectáculo está más que bien aderezado con el espacio al que nos invitan a verlos. En este caso se trata del Teatro Real. La majestuosidad y la antigüedad forman parte de cada habitación. Al fondo, un pequeño cuarto perfilado de sombras rojas donde el techo simula un cielo estrellado que invita a la inspiración. Esta es la extensión en la que vamos a tener el placer de colmar nuestros sentidos de compases jondos de cuatro y doce tiempos.

Jesús Guerrero a la guitarra y Miguel Lavi y Miguel El Londro al cante revisten el retrato histórico que los bailaores ambicionan transmitir al público. Los protagonistas enjaezados de manera sobria salen al escenario. Pilar, de rojo y negro con lunares blancos y un mantón que alberga el secreto del que vamos a disfrutar a continuación. Pues a pesar de inaugurar la función con unos rasgueos propios de una guitarra dulce y a la vez nostálgica, enseguida ambos se confunden con el vivaz movimiento que acompaña a los flecos del mantón que porta Pilar al inicio. Por otro lado, Andrés. Quien sin apenas mover los codos y con un simple toque de muñeca, cubre y descubre a su compañera y bambolea el mantón hacia cualquier lado. Y entre rondeñas grandes que podemos recordar haber escuchado mil veces en grabaciones de Jacinto Almadén y fandangos de Frasquito Yerbabuena, coronamos su llegada con el sugestivo detalle de la impoluta e idéntica colocación. Así, saliendo de manera paulatina del escenario, dejan paso a la interpretación que hacen Lavi y Londro. Ambas, voces rasgadas que emanan impulso, sentimiento y devoción por el cante flamenco.

 

«Una coronación de alma pícara y gaditana que baña de espuma caletera el figurado cielo estrellado. Cielo con el que el Teatro Real ha querido premiar a la gente flamenca que sigue apostando por la cultura segura»

 

Miguel Lavi, con aires chocolateros y agujeteros en ciertos momentos. Voz apasionada y vehemente donde las haya. Miguel Soto, pendiente de que todo salga bien. Siempre buscando miradas de complicidad y apoyo en su compañero. Esto me deja bastante satisfecha, pues durante toda la representación exponen una generosa cuantía de compañerismo y humildad. Algo que es imprescindible poner de manifiesto. Más, encima de un escenario. Pues es donde más sensación da de que la forma en la que se siente se está esparciendo por el estrado en el que, a pecho descubierto, se permiten juicios de forma clara y explícita. Pero aunque esto dé un poco de vértigo, hay que equilibrar la balanza pensando que las buenas intenciones y los valores importantes también quedan impregnados en la memoria de los asistentes la mayoría de las veces.

 

‘De sepia y oro’. Andrés Peña y Pilar Ogalla. Flamenco Real – Teatro Real de Madrid. 11 febrero 2021. Foto: Juanlu Vela

 

Atisbos de danza española rocían los bailes de la pareja. La evidente recurrencia al latiguillo demuestra también el dominio de la técnica del zapateado. Este dominio técnico queda sobre todo de manifiesto durante la exégesis de la farruca. A los latiguillos se suman los giros de pecho sin perder el epicentro de sus cuerpos. La rotundidad de las vueltas de cadera. También halos que sugieren instantes de la farruca de Mario Maya o El Güito. Pendientes de ellos en todo momento, los cantaores envuelven con sus palmas la llamada de la farruca. La precisión de todos es tal que la ejecución queda esférica. Y a pesar de la insistente fusión de las personalidades de los intérpretes principales de la tarde, cada uno logra mantener su esencia. En el caso de la farruca, Pilar utiliza una estética un poco más rompedora y se logra advertir que se abandona por entero al ánima de la misma. Andrés recurre a una armonía más clásica que va a ir resquebrajando a medida que avanza el espectáculo.

 

«Dan paso a la soleá de Pilar, que atildada de color rojo muestra a los asistentes su lado más femenino e inequívoco. Se muestra segura y pasional. Se funde con los quejidos añejos del Londro  y las letras del Lavi»

 

El origen de este agrietamiento llega cuando para mi sorpresa, comienzo a escuchar a Miguel Lavi entonar un corrido que nos concede el deleite de una atmósfera muy gitana. Y qué alegría saber que aún quedan ganas de prestar sensibilidad y una voz arromanzá a un cante popular de varios siglos de antigüedad. A esto le añadimos el dominio que Peña tiene del espacio. Zapatea encima de una silla y a través de movimientos ágiles entrevera el suelo del escenario con el del cuadrilátero de madera. Así dan paso a la soleá de Pilar, que atildada de color rojo muestra a los asistentes su lado más femenino e inequívoco. Se muestra segura y pasional. Se funde con los quejidos añejos del Londro  y las letras del Lavi, quien se abraza con mesura a las notas de la guitarra. Las manos de la bailaora son etéreas, volátiles y sutiles. Sin duda, baile destacable de cintura para arriba. Demuestra elegancia y hace eco de la libertad que la acompaña cuando baila. Sobre todo cuando deja a un lado sus vislumbres más pulcros para en cierto modo desmelenarse y mostrar al público miradas cucas y gestos presumidos.

 

‘De sepia y oro’. Andrés Peña y Pilar Ogalla. Flamenco Real – Teatro Real de Madrid. 11 febrero 2021. Foto: Juanlu Vela

 

La soleá concluye con una segunda parte interpretada por Andrés. El artista comienza por bulerías por soleá para acabar con la interpretación de unas bulerías en las que se adivina la comodidad y la fuerza de alguien que se siente arropado y en familia. El colofón de esta tarde de febrero culmina con una atmósfera muy gaditana. Suena una coqueta y reconocible escobilla por alegrías. Ambos se deshacen en sagaces movimientos para atreverse a quedarse al desnudo ante nosotros y mostrarnos la parte más cañí de su corazón. Hasta la misma Pilar Ogalla nos acerca a la Caleta gracias a su bata de cola en tonos plomo, con reflejos azules y una puntilla blanca muy presumida que podría aludir a la espuma del mar durante un cálido crepúsculo en pleno agosto. Sin duda, una coronación de alma pícara y gaditana que baña de espuma caletera el figurado cielo estrellado. Cielo con el que el Teatro Real ha querido premiar a la gente flamenca que sigue apostando por la cultura segura.

Fotos: Juanlu Vela – Teatro Real

 

Ficha artística

De sepia y oro, de Andrés Peña y Pilar Ogalla
Flamenco Real. Temporada 2021-Teatro Real de Madrid. 11 de febrero de 2021
Cante: Miguel Lavi y Miguel Soto el Londro
Guitarra: Jesús Guerrero

 

‘De sepia y oro’. Andrés Peña y Pilar Ogalla. Flamenco Real – Teatro Real de Madrid. 11 febrero 2021. Foto: Juanlu Vela

 


Bailaora madrileña. Graduada en Comunicación Audiovisual por la Univ. Rey Juan Carlos. En Amor de Dios, Casa Patas y Cristina Heeren desarrolló su gusto por la danza y el flamenco. «No somos atletas. Estamos empezando a cometer el triste error de ofrecer al público una confección enlazada de complejos zapateados a una velocidad desorbitada sin la modulación propia de la música que estamos adornando y que nos adorna».

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