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Manuel Molina o el brillo de la seguiriya - Archivo Expoflamenco
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Manuel Molina o el brillo de la seguiriya

Manuel Ortega Vargas, Manuel Molina (Jerez, 1822 - 1879) fue muy popular entre los catadores del buen cante gitano, como lo demuestra lo mucho que se ha escrito de él, desde Demófilo, que lo consideró “cantador generalísimo”, hasta Guillermo Núñez del Prado en 'Cantaores andaluces' (1904). Sus seguiriyas no han caído en el olvido.


Este cantaor jerezano fue un artista gitano de un poderío extraordinario en todos los sentidos. Seguiriyero nato, aunque destacara en otros estilos netamente gitanos, como las soleares, tonás, livianas o romances clásicos. De poderío económico también, como el Planeta, por sus negocios relacionados con el ganado y la carne, lo que le permitió viajar por toda Andalucía y participar en fiestas, suponemos que en ocasiones pagadas por él mismo. Se sabe por tradición oral que era una especie de mecenas de otros cantaores, como Frasco el Colorao o Tomás el Nitri. De extraordinaria generosidad, su solvencia económica le permitía disfrutar de todos aquellos cantaores, sobre todo gitanos, que despuntaban en Jerez, Cádiz o Sevilla. Sintió predilección por Enrique el Mellizo y Silverio, por ejemplo, además de por los citados Frasco el Colorao y el Nitri, con el que al parecer había parentesco familiar.

Manuel Molina cantaría más por afición que por necesidad económica, como era el caso de Antonio Monge El Planeta. Quizá se vino abajo en los setenta, cuando tenía cincuenta y tantos años, y a lo mejor por ese motivo decidió ir a cantar a Madrid en 1876, al Teatro de la Bolsa, acompañado, eso sí, de su hijo José, que entonces tenía solo 23 años. Acostumbrado a cantar en la zona de Cádiz a Sevilla, el hecho de ir a actuar a un café madrileño demuestra que a lo mejor tuvo que tomar la decisión de cantar cobrando. Daría la mitad de mi sangre por poder viajar en el tiempo y ver llegar a don Manuel a la Villa y Corte, con su séquito calé, para deleitar a los parroquianos con su voz potente y, al parecer, de un sonido y brillo especiales.

 

«Las seguiriyas de Manuel Molina no han caído en el olvido y son muy modernas. Son cantes muy actuales que intérpretes jóvenes llevan en sus repertorios. Cuando algo así ocurre con un cantaor que nació hace casi doscientos años es por algo»

 

Certificado literal del matrimonio de los padres de Manuel Molina, 1823. Archivo Bohórquez.

Origen familiar

Manuel Ortega Vargas, que así se llamó realmente –podría pasar por hijo del Fillo–, nació en Jerez de la Frontera el 9 de marzo de 1822, como ya publicó José María Castaño en De Jerez y sus cantes (Almuzara, 2007), hijo del jerezano Bartolomé José Ortega Jiménez y de la jerezana María Vargas Jiménez. Sus padres se casaron el 23 de marzo de 1823 en la Parroquia de San Miguel, con Manuel ya nacido. Ella, la madre, era viuda de Juan Ortega, así que era su segundo matrimonio. El padre había nacido también en Jerez, el 21 de enero de 1794 y fue bautizado en la Parroquia de San Mateo, la más antigua de la ciudad. Era hijo de un Manuel Ortega Molina de Puerto Real (Cádiz), seguramente de la familia portorrealeña de Antonio el Fillo, aunque esto esté aún por confirmarse, lo que haremos en cuanto sea más fácil volver a viajar y visitar archivos. Manuel Molina puede tener sangre del Fillo tanto por línea paterna como materna. O sea, por los Ortega-Jiménez de Puerto Real y Jerez.

Nuestro cantaor debió de apellidarse Ortega Molina, como algunos de sus hermanos, pero su padre se casó con una viuda apellidada Vargas. En la partida de nacimiento de José Ortega Vargas, el hijo cantaor de Manuel Molina, que tuvo lugar el 10 de diciembre de 1853 en el número 15 de la calle Honsario, cuyo documento damos a conocer aquí, aparece como abuelo paterno Bartolomé Ortega, padre, pues, de Molina. Lo curioso es que en la partida de bautismo de este Bartolomé conste como Pedro Bartolomé, y en la de su boda, como José Ortega Molina, hijo de Manuel Ortega y Ana Jiménez. ¿Cómo aparece como Molina de segundo apellido, si era hijo de Ana Jiménez? Un lío morrocotudo que habrá que desliar manejando otros documentos. En cualquier caso, Molina no era un apodo, como se ha insinuado, sino el segundo apellido de su abuelo portorrealeño, al que al parecer llamaban Curro Molina.

 

Nacimiento de José, 1853, hijo de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

Nacimiento de José, 1853, hijo de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

El mundo mágico de su adolescencia

A pesar de ser muy primitivo, cuando nació Manuel Molina ya había muchos cantaores y muchas cantaoras en Jerez de la Frontera. Sin ninguna duda, Manuel creció escuchando u oyendo hablar de los Cantorales –Pedro, José, Manuel y Juan–, Tío Luis el de la Juliana, María la Jaca, Curro Casado, La Junquera, Manuel Furgante, Tía Salvaora y los Macarrones. Lo haría tanto en fiestas familiares como de esas que ya entonces, e incluso medio siglo antes, se celebraban en casas particulares de gente de poderío económico, como ocurría en Triana en las primeras décadas del XIX con Antonio Cagancho, Francisco la Perla o Curro Puya. Eran herreros, alfareros, esquiladores o tablajeros, que después de una dura jornada de trabajo acudían a fiestas y sacaban unas monedas. Ese tuvo que ser el mundo mágico del niño Molina, el hijo de Bartolomé.

Parece ser que a Manuel Molina le gustó poco el teatro, puesto que no actuaba en los de Jerez, como lo hicieron el Loco Mateo, Joaquín Lacherna o Antonio el Marrurro, entre otros. ¿Estamos ante otro raro de la historia del cante, como Tomás el Nitri o Tomás Pavón? Puede ser. Sin embargo, para no ser del teatro, lo que llamamos un artista, llama la atención el predicamento que parece que tenía en su tiempo entre los propios artistas, con seguidores de su estilo como Carito y el Chato de Jerez, María la Serrana, Antonio Chacón o Manuel Torres. Son los que meten en Sevilla los estilos seguiriyeros del Señor Molina, como le llamaban, donde Pastora Pavón, Tomás, Vallejo, Centeno, Fernando el Herrero, El Gloria, Pepe Marchena, Pepe el de la Matrona y otros muchos los adoptan y los hacen sevillanos. La cabal de Manuel Molina (Vivo con pena) es quizá la seguiriya más sevillana que existe, más incluso que algunas de cantaores sevillanos, que bebieron más en Cádiz, Jerez y los Puertos. El macho de Manuel Molina, como le llamamos en Sevilla, le dio muchas noches de gloria a Manuel Vallejo y, más tarde, al morisco Diego Clavel. Quizás rizaron demasiado el rizo, pero ese macho o cabal ha levantado a muchos aficionados de sus sillas en teatros y festivales de verano.

 

«No es fácil referirse a la obra musical de un cantaor que no llegó a grabar nada. Por tradición oral, se sabe que tenía tres seguiriyas con influencias de Triana y los Puertos»

 

Nacimiento de una sobrina de Manuel Molina, hija de su hermano Diego Ortega Molina, de 1855. ¿Por qué Molina y no Vargas? ¿Eran solo hermanos de padre? Archivo Bohórquez.

Nacimiento de una sobrina de Manuel Molina, hija de su hermano Diego Ortega Molina, de 1855. ¿Por qué Molina y no Vargas? ¿Eran solo hermanos de padre? Archivo Bohórquez.

Manuel y su hijo en la Villa y Corte

Es muy posible que el viaje de Manuel Molina a Madrid fuese gestionado por Juan Junquera, entonces un joven cantaor que ya empezaba a vender flamenco por el país y que tuvo pronto sus propios cafés cantantes en ciudades como Jerez, el Puerto de Santa María o Utrera, en colaboración con su hermana Tomasa, cantaora gitana y empresaria, algo que pocas veces se ha destacado. Decimos lo de Junquera porque algún telegrama hemos localizado enviado desde la capital de España a Jerez en esas fechas, seguramente pidiéndole artistas de la tierra para teatros y cafés.

La actuación de Manuel Molina en el Café de la Bolsa los días 6 y 25 de mayo de 1876, documentada ya por José Blas Vega (Cafés cantantes de Madrid) y Alberto Rodríguez Peñafuerte en su imprescindible Flamenco de papel, demuestra claramente lo célebre que era el cantaor y tablajero jerezano. Es verdad que entonces se abusaba bastante de la palabra célebre para elogiar a algún artista, aunque fuera poco conocido. Pero en este caso que nos ocupa era verdad que el Señor Manuel Molina tuvo que ser muy popular entre los catadores del buen cante gitano, como lo demuestra lo mucho que se ha escrito de él, desde Demófilo, que lo incluyó en la lista de cantaores en su obra Colección de cantes flamencos (1881), donde lo cataloga de “cantador generalísimo”, hasta el más joven de los críticos de la actualidad. También lo incluyó Guillermo Núñez del Prado en Cantaores andaluces (1904), que aunque era una obra marcada por la inventiva y la fantasía, el hecho de que le dedicara una larga semblanza demuestra que lo valoraba. Recalca su sordera total, lo que le convirtió “en un andrajo”, dice de él.

 

El sábado a las diez de la noche tendrá lugar en el teatro de la Bolsa, calle del Barquillo, el concierto de estilo flamenco que dará en dicho coliseo el tan célebre en el género andaluz Manuel Molina, de Jerez de la Frontera.

La Correspondencia de España, 4 de mayo de 1876.

 

Actuó en Madrid junto a su hijo José, Paco el Sevillano y Francisco Rodríguez El Malagueño. Su hijo José sería guitarrista, aunque cantara también. Como ya hemos indicado, nació en la calle Honsario de Jerez en 1853, de madre desconocida. O sea, hijo natural y no de legítimo matrimonio.

 

«Daría la mitad de mi sangre por poder viajar en el tiempo y ver llegar a don Manuel a la Villa y Corte, con su séquito calé, para deleitar a los parroquianos con su voz potente, de un sonido y brillo especiales»

 

El célebre Tío Maero, de Carmona, gran amigo de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

El célebre Tío Maero, de Carmona, gran amigo de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

Obra seguiriyera

No es fácil referirse a la obra musical de un cantaor que no llegó a grabar nada. Y mucho menos analizar ese legado. Por tradición oral, se sabe que tenía tres seguiriyas con influencias, según Luis y Ramón Soler (Antonio Mairena en el mundo de la soleá y la seguiriya), de Triana y los Puertos. Ya sabemos su ascendencia portorrealeña, y en cuanto a Triana, siempre se ha dicho que tenía a Frasco el Colorao como uno de sus favoritos, hasta el punto de que se lo llevaba a Jerez, en confabulación con el Duque de San Lorenzo, para disfrutar de sus cantes. ¿Podemos hablar de la posibilidad de que fuera su maestro o uno de ellos? Imposible saberlo. Lo que parece no admitir discusión es que era un maestro importante para él, como tuvo que serlo Antonio el Fillo, probablemente de su familia.

Las seguiriyas de Manuel Molina no han caído en el olvido y son muy modernas. O sea, que a pesar de sus años, son cantes muy actuales que intérpretes jóvenes llevan en sus repertorios. Cuando algo así ocurre con un cantaor que nació hace casi doscientos años, es por algo. Tuvo que ser un portento, un cantaor con poderío que, además, cuidaba mucho las letras. Las que se le atribuyen son no solo de una enorme belleza, sino muy flamencas:

 

Dicen que duermes sola,
mienten como hay Dios,
porque de noche,
con el pensamiento,
dormimos los dos.
Calle e la Porbera,
que es anchita y larga,
cuando pasaba mi hermanita Rosa,
toa la llenaba.

 

Se lo llevó un mosquito

Manuel Molina murió en la calle Rui Lope de Jerez, número 1, el día 23 de septiembre de 1879, como consecuencia de fiebre perniciosa, cuando tenía 58 años. Falleció a las 20 horas de la tarde. ¿Qué es la fiebre perniciosa? Enfermedad febril producida por un protozoo, y transmitida al hombre por la picadura de mosquitos anofeles. Es una forma grave del paludismo. Tuvo, pues, una muerte mala el pobre de Manuel Molina. Manda narices que se lo llevara un mosquito.

 

Partida de defunción de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

Partida de defunción de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

 

Nacimiento del padre de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

Nacimiento del padre de Manuel Molina. Archivo Bohórquez.

 

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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