…Y Sevilla, a pesar de sus gestores
El programa de conciertos de La Bienalita –Septiembre es Flamenco– lo hace cualquier aficionado en un rato, y posiblemente mucho mejor que quien lo haya hecho.
Acabó en Sevilla la llamada Bienalita, por cierto con cosas interesantes y mucho público, a pesar del abusivo precio de las entradas, si tenemos en cuenta el problema del paro que en Sevilla es escandaloso, por no hablar de cómo está de escaso el empleo en los pueblos de esta provincia. No ha sido mala idea la creación del programa Septiembre es Flamenco, sobre todo porque significa trabajo para los artistas y diversión para los amantes de este género, que en Sevilla son muchos, sin contar con los aficionados que andan por esta ciudad por razones de trabajo, estudios, o que sencillamente han decidido pasar aquí unos días de vacaciones.
Por tanto, y aunque este programa reste clientela a salas flamencas comerciales que están todo el año programando y a destacados festivales de los pueblos, que sobreviven a duras penas, siempre será una buena noticia la creación de un nuevo festival de arte flamenco. El problema es que se ha programado este ciclo como se hace en la Bienal, esto es, sin cabeza y pensando en llenar recintos –salvo lo programado en la Torre de Don Fadrique, con aforo para 180 personas–, a pesar de que ahora gobierne en el Ayuntamiento el Partido Socialista, que se supone que es de izquierdas y debería llevar otra política cultural, al menos con el flamenco, no poniendo entradas caras que limiten el acceso a los menos pudientes y dando oportunidades a artistas más modestos, veteranos o jóvenes, que también tienen derecho a ser vistos o escuchados en un festival de esta envergadura en el que se suelen dar cita programadores de otros grandes festivales del mundo y la crítica especializada.
«Por eso, don Manuel Machado escribió aquello de “…Y Sevilla”. No necesitó nada más que decir su nombre, al final de un gran poema, para describirla»
El programa de conciertos de La Bienalita lo hace cualquier aficionado en un rato, y posiblemente mucho mejor que quien lo haya hecho, que dudo mucho que lo haya diseñado el director, Cristóbal Ortega, quien también dirige la Bienal. No dudo de que sea un buen gestor, pero no es ni mucho menos un experto en flamenco. Si lo fuera, si estuviera al día, no programaría casi siempre a los mismos artistas y no hubiese dejado pasar la oportunidad de contar con nuevos valores del cante y de la guitarra que han sacado buenos discos desde la pasada Bienal hasta ahora. Ayer mismo, un querido compañero, Antonio Zoido, se refería a Sevilla en El Correo de Andalucía como la fábrica del flamenco. Yo no me olvidaría de Jerez de la Frontera y Málaga, donde llevan años haciendo buenas cosas. O de festivales internacionales que nos dan un baño en muchos aspectos, como son los de las ciudades francesas de Mont de Marsan y Nimes.
Pero si estamos refiriéndonos hoy a Sevilla, es verdad que, como dice Zoido, no nos acabamos de enterar, porque hay instituciones públicas que se ocupan de la promoción del flamenco al estilo compadre, cada una por su lado, cuando a lo mejor habría que unir criterios y presupuesto para que Sevilla sea el referente del flamenco en el mundo. No es por nada, sino porque la capital andaluza es una de las principales cunas de este arte, si no la principal. Y porque siempre ha sido la ciudad a la que han venido todos los artistas de todas las épocas y de todas las tierras flamencas a trabajar y a dejar la esencia. Y también los aficionados de todo el mundo. Por eso, don Manuel Machado escribió aquello de “…Y Sevilla”. No necesitó nada más que decir su nombre, al final de un gran poema, para describirla.