La muerte siempre se lleva
a quien llevarse no debe,
dejándonos en la tierra
lo que ni la tierra quiere.

Un inoportuno brote de artrosis en una rodilla me impidió estar a tu lado estos días tan tristes, querida Aurora, reina del compás y de la gracia, musa de los duendes morenos y torniscón del cante gitano de Sevilla. Se nos ha ido Panseco. Nuestro Pansequito del alma. La voz más jonda que nos quedaba. El eco gitano que vino desde el fondo de la tierra, donde se funden los nobles metales. Nuestro común amigo Juan Garrido me dio la noticia y no me lo podía creer. ¡Cómo me iba a creer que había muerto un hombre que llevaba siempre en la cara el alegre pájaro de la felicidad! Como para no ser feliz, estando a tu vera, y perdón por la lisonja.

Me decía ayer una querida amiga que erais como dos agopornis, como fueron Rita Ortega y El Guarriro o Pepe Pinto y Pastora. Lo que no separó el cante no lo podrá separar la marcha del maestro, Aurora. Seguirás cantando y seguiremos viendo a Panseco a tu vera marcando el compás y siguiendo con los ojos embelesados esa manera tuya de bailar que nos ayuda a que no se acabe de perder todo. No sé si te lo dije alguna vez, pero me cuesta averiguar de dónde vinieron tu belleza natural y ese arte que nació contigo, que es algo incomparable. Dejé de intentarlo cuando caí en que es imposible averiguar eso, como lo es saber por qué lloran los niños al nacer, de dónde vienen los sentimientos, dónde se va el amor cuando se muere o por qué son tan hondos los suspiros.

«Lo que no separó el cante no lo podrá separar la marcha del maestro, Aurora. Seguirá cantando y seguiremos viendo a Panseco a tu vera marcando el compás y siguiendo con los ojos embelesados esa manera tuya de bailar que nos ayuda a que no se acabe de perder todo»

Espero, querida Aurora, que no caigas en el pozo de la tristeza y que no nos vayas a privar de tu arte, porque sería como si Sevilla nos privara de su venusta luz azul en primavera. La vida no es un camino de rosas. Cuando nacemos, y creo que lo sabes, nadie nos asegura que vayamos a ser totalmente felices toda la vida. Cuesta entender que perdamos a veces algo tan importante como es un amor verdadero, pero nada es eterno, ni siquiera el amor, que es el origen de la vida, de todo. No pierdas el compás, Aurora Vargas, porque te necesitamos para vivir en armonía con la belleza y la felicidad.

La vida solo merece la pena si se vive a compás y ese es un don que tienes desde niña. No lo guardes en el cofre del abandono, ni dejes nunca de bailar por tangos y bulerías. Sigue cantando y bailando a Panseco, que seguirá entre nosotros, porque solo se muere lo que se olvida y será difícil olvidar a un gitano tan bueno y con tanto arte. ¡Vive, Aurora!