Tuve la inmensa fortuna de estar alguna vez en privado con el gran guitarrista Niño Miguel y siempre salí con la sensación de haber estado ante un artista único, sorprendente, de un talento natural increíble. Recuerdo que Enrique Morente lo buscaba cuando actuaba en Huelva, en alguna de sus peñas flamencas. Aquella vez a la que me voy a referir apareció Miguel muy desaliñado, tremendamente delgado y con la cara quemada del sol, supongo que de dar bandazos por las calles de Huelva buscándose la vida con su guitarra en la mano, como un Piyayo contemporáneo.

«Miguel Vega de la Cruz era de esos que siempre llevaban el duende enredado en los dedos, un guitarrista de inspiración pero a la vez con una gran técnica y seguridad. Lo del guitarrista onubense era un don, el de la música»

Nada más verlo, Enrique le dio un abrazo y lo invitó a sentarse junto a él. Estaban también Juan y Pepe Habichuela, creo recordar, porque hace más o menos veinticinco años. Cuando cogió la guitarra el onubense, se callaron todos y de sus manos surgieron unos acordes no muy limpios, pero de una profundidad que te dañaban las paredes del alma. Recuerdo que los ojillos de Enrique parecían dos cascadas y que los Habichuela se miraban como no dando crédito a lo que estaban viendo y escuchando. Fue uno de esos momentos en los que el duende hace de las suyas, aunque cada vez creamos menos en él.

Miguel era de esos que siempre llevaban el duende enredado en los dedos, un guitarrista de inspiración pero a la vez con una gran técnica y seguridad. Todavía hoy nos sorprende lo que tocaba hace cuarenta años, su limpieza, sus falsetas seguras y con alma, el sentimiento de su música. Lo del guitarrista onubense era un don, el de la música. Aprendió de alguien, lógicamente, como todos, pero no se parecía a nadie. Recuerdo que en los setenta, cuando apareció su primer disco, La guitarra del Niño Miguel (1975), no se hablaba de otra cosa. Los guitarristas no hablaban ya de Montoya o Ricardo, de Paco o Manolo, sino del Niño Miguel, de sus fandangos, Brisas de Huelva, o de Lamento, su vals.

Este vídeo que hoy vamos a poner aquí, en ExpoFlamenco, que son varios en uno, debió de grabarse dos años antes de su muerte, entre 2011 y 2012. No sé muy bien dónde, seguramente en casa de algún amigo. Me llegó hace años a través de unos amigos de Alosno y lo conservo como oro en paño. Queremos compartirlo con ustedes, con nuestros lectores, para que vean cómo tocaba entonces, en aquellos años, a pesar de no estar en plenitud de facultades y de encontrarse en una residencia de Tharsis (Huelva), donde por cierto coincidió con otro genio, el sevillano Rafael Riqueni.

El Niño Miguel murió el 23 de mayo de 2013 en el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva. Y vivirá por los siglos de los siglos. Había nacido el 27 de enero de 1952 en esta misma ciudad.

Contenido del vídeo

Comienza con Fandangos de Huelva. Del min. 0.21 al 1.38, Rondeña, en concreto un fragmento de La Cueva del Gato, de Paco de Lucía. Del 1.38 a 3.33, esbozos de soleares, con una falseta de Paco, Cuando el gallo cante, aunque modificada por él. En el minuto 3:33 comienza la Malagueña de Lecuona, con remate de verdiales. En el 7.22, esboza algo de Panaderos flamencos, de Esteban de Sanlúcar. Del 7.42 al 9.48, la guajira Lucía, pero totalmente a su manera, de oído. A partir de 9.57 empieza a hacer su Vals Flamenco.