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¿Necesita el cante a un líder?

No es que no haya buenos cantaores y buenas cantaoras: es que la mitad copian a los clásicos, a veces con gran desconocimiento, y los de la otra mitad no acaban de definirse. El tiempo dirá.


Una de las preguntas que más me hacen en las redes sociales o en las tabernas del pueblo donde vivo –como diría Fernando el de Triana, si esto es vivir– es quién manda hoy en el cante, quién es el manijero, el líder. Y mi respuesta es siempre la misma: actualmente no existe esa figura de consenso. ¿Tiene que existir? No creo que sea necesario, pero en Andalucía se da mucho eso de necesitar a un líder, al amo, al mandón. En el toreo y también en el cante.

Si realizáramos una encuesta nos llevaríamos seguramente muchas sorpresas, porque los gustos son muy variados. Y hasta raros. Al cantaor de mi pueblo que no lo toque nadie, esa es la filosofía. Si repasamos la historia del cante, que tiene ya casi doscientos años, nos encontramos con figuras como el Planeta, el Fillo, Silverio, Chacón, la Niña de los Peines, Manuel Vallejo, Manolo Caracol, Antonio Mairena, Fosforito, la Paquera de Jerez, Terremoto, Enrique Morente, Lebrijano, José Menese, José el de la Tomasa, Manuel Agujetas o Camarón de la Isla. Hoy son figuras Carmen Linares, José Mercé, Mayte Martín, Miguel Poveda, Estrella Morente o Arcángel. Y han saltado al albero del cante voces nuevas como las de María Terremoto, Ezequiel Benítez, Marina Heredia, Rocío Márquez, Jesús Méndez, Antonio Reyes, Argentina, Rancapino hijo o Pedro el Granaíno. Hay muchas más, pero son las que más suenan en estos momentos.

¿Alguna de ellas, de estas voces, tiene fuerza para convertirse en el mandón o mandona del cante? Tendemos siempre a justipreciar lo del pasado, sobre todo a los que ya se han ido. Muchos piensan que es imposible que vuelvan a surgir genios como Morente y Camarón, dos revolucionarios, y estoy bastante de acuerdo con ellos. Sin embargo, entre esos cientos de intérpretes del cante flamenco que se promocionan hoy con habilidad en las redes sociales, la gran mayoría sin una calidad a considerar, destacan algunos con enormes posibilidades de llegar a algo serio. Son jóvenes y hay que darles tiempo, pero ya llevan a miles de personas a los festivales y a los teatros y están en boca de la mayoría de los aficionados del mundo. El futuro del cante jondo no comercial está en ellos, en los ya citados, gusten más o gusten menos. Y algunos cantan con bastante más calidad que aquellos a quienes consideramos lo mejor del siglo XX, pero tienen que luchar contra las comparaciones, que además de odiosas son injustas.

¿Llegará alguno a ser un Mairena, un Marchena, un Caracol o un Morente? Lo dudo, aunque tengo la esperanza de que así sea. Tienen un problema, que es la falta de afición, además de que no son estudiosos, y sin estas dos premisas fundamentales es imposible que hagan historia en el cante como la hicieron los citados en las primeras líneas. Si a esto unimos el enorme mimetismo que muestran en las interpretaciones, la falta de sello personal, el futuro del cante no es nada halagüeño. No es que no haya buenos cantaores y buenas cantaoras: es que la mitad copian a los clásicos, a veces con gran desconocimiento, y los de la otra mitad no acaban de definirse. El tiempo dirá.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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