Se nos ha ido José Ignacio Primo
Tardará mucho en nacer, si es que nace, un flamenco tan cabal y un español tan culto y libre como José Ignacio Primo.
Tengo ahora mismo una presión en el pecho, una pena como clavada en el alma, que me cuesta escribir. José Ignacio Primo, que nos ha dejado esta noche víctima de una larga y dura enfermedad, era uno de mis mejores amigos desde hacía muchos años, cuando lo veía por los festivales de verano con Miguel Acal y me parecía un descendiente del Planeta o el Fillo, con sus llamativas patillas y un color de piel bronce viejo impropio de un zamorano. Era como un patriarca calé de los de antes, cuando el cante era otra cosa.
Cuando me lo presentaron en el Potaje Gitano de Utrera, en los ochenta, supe que seríamos amigos para toda la vida, y así ha sido. Era un hombre culto, de la Universidad, y también de la otra cultura, la del pueblo. Gitanista hasta la médula, sin llegar a empalagar, adoraba el cante de los gitanos: Manuel Torres, Mairena, Perrate, Fernanda, Juan Talega, Manolito el de María, Juan el Lebrijano y Camarón. Pero podías hablar de él sobre otros cantaores no gitanos, como Fosforito o Enrique Morente. Los trató a todos porque, entre otras muchas cosas, durante algún tiempo llevó artistas a Zamora, como Camarón o Morente, entre otros muchos, que harían la lista interminable.
«Esto no lo habrás escuchado nunca, me decía emocionado, y sonaba Manolito el de María por soleá de Alcalá o Joselero por tangos. Siempre con un buen vino de la tierra por delante»
He conocido a cientos de grandes aficionados a lo largo de mi vida, pero pocos como este zamorano que era sabiduría y corazón. Iba a su casa de Zamora y nos llevábamos horas viendo libros viejos de flamenco y escuchando grabaciones caseras de los gitanos a los que adoró. “Esto no lo habrás escuchado nunca”, me decía emocionado, y sonaba Manolito el de María por soleá de Alcalá o Joselero por tangos. Siempre con un buen vino de la tierra por delante, y algo de queso viejo. Un día le pedí por favor que fuera articulista de ExpoFlamenco y no lo dudó. Sus artículos, bien escritos y siempre atinados, serán parte de su inmenso legado, un patrimonio de enorme valor.
Tardará mucho en nacer, si es que nace, un flamenco tan cabal y un español tan culto y libre como José Ignacio Primo. Amigo de sus amigos, sincero, educado y cariñoso. Cuánto voy a echar de menos las largas charlas por teléfono y, sobre todo, estar en Zamora y no poder darle un abrazo a mi viejo amigo del alma.
La muerte siempre se lleva
lo que llevarse no debe,
dejándonos en la tierra
lo que ni la tierra quiere.
Buen viaje, querido hermano de Zamora, del cante y la palabra. Escribe cuando llegues, para saber dónde buscarte el día que abandone también este mundo tan injusto a veces.
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