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La profanación flamenca de la Alhambra y el buen nombre de España

Después de leer esta noticia fechada en 1907 del diario La Correspondencia de España, es difícil discutir el acierto que tuvieron Falla y Lorca al organizar en la Alhambra el Concurso de Cante Jondo de 1922. Cometieron sus errores, pero fue una llamada de atención y un incuestionable paso adelante en la dignificación de lo jondo.


Aunque se ha dicho alguna vez, el flamenco no entró por primera vez en el Palacio de Carlos V cuando se celebró el Concurso de Cante Jondo de Granada de 1922. Digamos que entonces entró por la puerta grande avalado por los más importantes intelectuales y artistas de nuestro país.

En junio de 1907 tuvo lugar un festival en uno de sus hermosos patios, y la prensa granadina arremetió contra las autoridades locales y la dirección de la Alhambra. Tanto indignó el asunto que desde Madrid el diario La Correspondencia de España, de ideología conservadora, publicó un artículo demoledor para denunciar lo que consideraba un atentado cultural.

 

«Andalucía, por más que digan y hagan algunos enamorados de su pandereta, de su falso ambiente chillón y gitanesco, que la desacredita, amenguando su fama de país del arte y de la belleza, no está representada por el cante jondo, el jipío y las pataítas» (La Correspondencia de España, 1907)

 

UNA VERGÜENZA    
LA ALHAMBRA, CAFÉ CANTANTE

Leemos en la prensa granadina indignados artículos, que claman protestas contra una verdadera profanación realizada no ha mucho en la ciudad de la Alhambra.
Es el caso, que noches pasadas invadió el palacio de Carlos V una turba de “cantaores” y “bailaoras”, y con la anuencia de las autoridades locales y del triunvirato encargado de la conservación de la Alhambra, organizó una “juerga” a su estilo, bailando tangos, adornando con “jipíos” sus cantares, y procediendo, como si se hallasen en un café cantante, sin respeto para el sitio merecedor de que se le libre de tales profanaciones.
No nos parece que el Palacio de Carlos V, ni otro recinto cualquiera de la Alhambra maravillosa, sea el lugar más adecuado para estas expansiones del flamenquismo. No creemos que la obra de los alminares deba reemplazar al extinto Café del Burrero sevillano.
Andalucía, por más que digan y hagan algunos enamorados de su “pandereta”, de su falso ambiente chillón y gitanesco, que la desacredita, amenguando su fama de país del arte y de la belleza, no está representada por el cante “jondo”, el “jipío” y las “pataítas”. Ya tienen semejantes manifestaciones de una idiosincrasia indigna de atención sus templos adecuados. Y querer llevarlas a la Alhambra es una profanación vergonzosa, contra la que clamarán, de fijo, cuantos aman nuestras glorias, y son celosos del buen nombre de España.

 

¡Qué canallas! Consiguieron acabar con los cafés cantantes y no satisfechos, cuando el flamenco intentaba conquistar nuevos escenarios, continuaron con su ofensiva. Está claro que tiraban a matar contra los flamencos. Después de leer esto, es difícil discutir el acierto que tuvieron Falla y Lorca al organizar en la Alhambra el famoso certamen de flamenco. Cometieron sus errores, pero fue una llamada de atención y un incuestionable paso adelante en la dignificación de lo jondo.

 

Imagen superior: redacción de La Correspondencia de España. Foto de Franzen publicada en la revista Blanco y Negro, 1897.

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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