Por encima de que nos pueda gustar o no la programación en su conjunto, el director o su enfoque, es importante decir que la Bienal es de todos los aficionados del mundo. Mi carrera de crítico, escritor y periodista está ligada al festival sevillano desde su primera edición. El nacimiento de la cita jonda cambió mi vida y me ayudó a querer ser crítico de flamenco, que era un sueño casi inalcanzable por mis escasos estudios. En estos cuarenta y dos años he cubierto cientos de espectáculos, cuyas críticas pueden leer en mi página web.

Repaso de tarde en tarde esas críticas y tengo que confesar que algunas me dan un poco de vergüenza, aunque evidentemente no reniego de ninguna. Siempre he escrito lo que pensaba en cada momento, y ahí están. Ya no hago críticas en la Bienal, quizá porque son muchos años opinando de todo y cada día me cuesta más ir a un teatro y opinar luego de lo que me ha parecido tal o cual cantaor o espectáculo. Pero sigo queriendo a la Bienal porque soy hijo de ella, he crecido con ella y, lógicamente, también he disfrutado con ella.

Podría contar cientos de momentos emocionantes con artistas que ya han desaparecido, como Menese, Morente, Camarón, Miguel Vargas, la Paquera de Jerez, Fernanda y Bernarda, Manolo Sanlúcar, Paco de Lucía, Farruco o Mario Maya. He llorado muchas veces y, evidentemente, también he salido cabreado de un teatro, decepcionado y renegando de los duendes del Planeta y el Fillo. Siempre viví la Bienal con verdadera pasión, con la de un aficionado, que es lo que en realidad soy, un enamorado del arte.

«Creo que a veces soy excesivamente duro con la Bienal por lo mucho que la quiero. Me duele a veces que no acabe de ser un festival rotundo, de verdadera importancia internacional. La Bienal es muy grande, pero debería serlo más aún, aspirar a todo»

Creo que a veces soy excesivamente duro con la Bienal por lo mucho que la quiero. Me duele a veces que no acabe de ser un festival rotundo, de verdadera importancia internacional. La Bienal es muy grande, pero debería serlo más aún, aspirar a todo, y es así. El Ayuntamiento de Sevilla no siempre ha acertado a la hora de elegir director o directora. Tampoco es que sea fácil, sinceramente, porque no hay una escuela donde prepararse para una labor tan difícil.

Sevilla es la ciudad andaluza con más solera flamenca, donde podríamos decir que comenzó todo. Gocemos de la Bienal en honor de tantos y tantos artistas que la han hecho grande. Olvidemos por unos días las polémicas y disfrutemos de todo, de lo que nos guste –hay variedad–, porque pocas cosas hay en el mundo que nos puedan hacer tan felices como el flamenco. Es la mejor música, la más grande, la más pura, la mejor para matar las penas.

Tiempo habrá, al final, de señalar defectos y exigir mejoras. Eso sí, que la crítica ejerza su trabajo en libertad.