Farrucos en el Maestranza
Farruquito, El Farru y El Carpeta se reúnen en el mejor teatro de Sevilla. También estarán El Barullo, hijo de La Faraona, que es también un fenómeno, y El Polito, sobrino de El Moreno, padre de los Farrucos, cantaor que murió repentinamente en Argentina. El espectáculo puede ser increíble, una noche espectacular, de emoción jonda, gitana.
Tuve la suerte de ser amigo de Antonio Montoya Flores El Farruco, creador de la dinastía bailaora sevillana. No era fácil pertenecer a su mundo porque era un ser especial, un genio, con sus virtudes y rarezas. Lo traté personalmente ya en los dos o tres últimos años de su vida, dedicado a la enseñanza y a la formación de sus nietos Farruquito, El Farru y El Carpeta. Los quería a todos, pero Juan Manuel, Farruquito, era una obsesión. Veía en él a su sustituto, por sus facultades, talento y carisma. Lo amaba más que a su propia vida y cuando lo veía bailar le brillaban los ojos como las luciérnagas en la noche.
«Farruco defendía un baile puro, por derecho, sin ornatos barrocos. Sus nietos honran su memoria y defienden su legado a capa y espada, pero son de otro tiempo»
Farruco no era un teórico del baile, apenas hablaba de otros bailaores y nunca daba datos de su propia vida artística, solo los precisos. Pero sabía mucho de baile porque había conocido a todos los grandes. Y veía algo en su nieto preferido que no veía en nadie. No se equivocó el maestro, porque Juanito es hoy el nuevo rey del baile gitano, el bailaor más espectacular y con más carisma de todos los de su generación. No digo el mejor, porque el baile es muy diverso y no existe el mejor en todos los estilos, ni ha existido nunca. Farruquito ocupó pronto el puesto de su abuelo en esta familia, el mismo día que murió el genio. Era un adolescente y algunos pensamos que tenía por delante una misión difícil, la de procurar que la familia no se desbaratara. Y por supuesto, que esa escuela única de baile no se perdiera jamás. Y no se ha perdido. La Faraona, desaparecida ya, y La Farruca, las hijas de Antonio, se encargaron también de luchar por la escuela y de mantener a la familia unida. Esta familia se va a reunir mañana martes en el mejor teatro de Sevilla, el de la Maestranza, en torno a Farruquito, el líder. Además de estos tres jóvenes bailaores, estarán El Barullo, hijo de La Faraona, que es también un fenómeno, y El Polito, sobrino de El Moreno, padre de los Farrucos, cantaor que murió repentinamente en Argentina. El espectáculo puede ser increíble, una noche espectacular, de emoción jonda, gitana.
Inevitablemente me voy a acordar del abuelo, con quien una noche vi bailar en este mismo teatro al gran Eduardo Serrano El Güito. Su butaca estaba cerca de la mía y no paré de mirarlo todo el concierto, para ver qué cara ponía. Abandonó el teatro cinco minutos antes del final y cuando salí lo vi en la puerta, con su sombrero negro, esperándome. Ne le pregunté nada, porque no hizo falta. Gustándole El Güito, porque le gustaba, Antonio tenía cara de no haber disfrutado mucho. Farruco defendía un baile puro, por derecho, sin ornatos barrocos. Pero era respetuoso, aunque le costara a veces admitir ciertas cosas. Sus nietos honran su memoria y defienden su legado a capa y espada, pero son de otro tiempo y buscan caminos nuevos de expresión dancística. Tampoco sería lógico que se quedaran en meros imitadores del abuelo, porque el baile evoluciona y se nutre del avance de la vida. Eso sí, la esencia de Farruco debe ser la base, algo que jamás deberían olvidar y sé que no lo van a hacer nunca, entre otras razones porque no tendría sentido que fueran a buscar a otras casas bailaoras lo que tienen en su propia casa, el legado del abuelo y la maestría de La Farruca, de la madre, que es una de las grandes bailaoras de este tiempo y la que siempre ha velado por ese legado gitano del patriarca. La Farruca no estará mañana en el Maestranza, por encontrarse en Chile dando un curso, pero seguro que habrá dejado dicho que dejen bien alto el pabellón del mejor baile flamenco del último medio siglo.