El día que Morente durmió en casa
Enrique Morente era un enamorado de los artistas de Sevilla, de todos los grandes y hasta de los muy desconocidos. Una pena que a Sevilla le importe tan poco.
Tuve una bonita amistad con Enrique Morente, que algunos quisieron ensuciar con comentarios fuera de lugar y que le dolieron bastante al maestro. “Deja de escribir de mí, Manolico, que te van a matar de hambre”, me pidió un día por teléfono. Otro día me llamó y me preguntó que cómo andaba de colchones en casa, porque no había hotel en Sevilla y necesitaban descansar algo. “Somos dos o tres nada más”, me dijo, y, lógicamente, les pedí que se fueran para Nueva Sevilla, en Castilleja de la Cuesta, que es donde yo vivía entonces, en los ochenta.
Cuando llegaron a casa no eran dos o tres, sino el doble, y entre mi esposa y yo buscamos colchonetas playeras, cojines de sofás y mantas para improvisar un campamento en el salón. Iban con él, entre otros amigos comunes, Juan Cruz y Felipe Martín Chica, su compae, que en paz descanse. Cuando se fueron a descansar, Enrique y yo nos quedamos charlando en la salita, con una botella de aguardiente y cacahuetes, hasta por la mañana y hablamos de lo divino y de lo humano. No se cansaba, quería saber anécdotas, vivencias con otros artistas. Y estuvo media hora mirando una fotografía grande de El Carbonerillo que tenía colgada en la salita.
«Esa noche hablamos de Mairena, Caracol, Camarón, Lebrijano, Pastora, Juan Valderrama, Chacón y Tomás, entre otros. Y de artistas vivos como Manuel Molina, El Pele o Arcángel, al que adoraba»
El maestro tenía una enorme cultura, era capaz de hablar de todo y sabía de cante como pocos. Esa noche hablamos de Mairena, Caracol, Camarón, Lebrijano, Pastora, Juan Valderrama, Chacón y Tomás, entre otros. Y de artistas vivos como Manuel Molina, El Pele o Arcángel, al que adoraba. En un momento de la conversación le hablé de Caracol y le dije que adivinaba su influencia, y se sorprendió: “Nadie nunca me ha dicho que tengo la influencia de Caracol”, me dijo, y hablamos de eso. Y me reconoció que era uno de sus referentes y que lo estudió bastante, sobre todo viéndolo cantar en vivo: sus movimientos, el arranque o cómo ponía las manos al cantar, cerca de la cara.
Morente nunca fue mairenista, aunque lo admiraba y respetaba mucho: «No me perdonó que lo dejara plantado en su festival. Me llevó con mucho empeño, pero al final me dio miedo y no fui. Conmigo siempre fue cariñoso y me respetó. Es verdad que cuando empecé a cantar al revés, se separó algo. Pero le pasó lo mismo con Juan el Lebrijano».
Cuando llegó la hora de hablar sobre Camarón, al que quería como a un hermano, se emocionó bastante y hasta dejó escapar alguna lágrima porque le habían llegado noticias de que estaba delicado de salud. Entre otras cosas, Enrique me dijo que era un revolucionario y que llevaría el cante muy lejos, “como en otros tiempos lo hicieron Caracol, la Niña de los Peines o Marchena”.
Pero cuando me dejó boquiabierto fue cuando me habló de Manuel Vallejo. Se lo sabía todo sobre él, sus cantes, su vida… Era un enamorado de los artistas de Sevilla, de todos los grandes y hasta de los muy desconocidos. Una pena que a Sevilla le importe tan poco.