El abuelo y los fantasmas de lo jondo
En el flamenco siempre ha habido fantasmas, Manolillo. Y no solo en el cante. También en el baile, la guitarra, la crítica, la flamencología y los aficionados.
– Abuelo, ¿en tus tiempos había también muchos fantasmas en el cante, como ahora?
– Siempre los ha habido, Manolillo. Y no solo en el cante, sino en el baile, la guitarra, la crítica, la flamencología y los aficionados. Recuerdo que un día estábamos Juan Talega, Antonio Mairena y Phoren, el americano que tenía en Morón la finca El Espartero. Y dijo Antonio: “Cuando Pastora y yo nos vayamos, se acabó lo que se daba. Entonces, que creen ellos”.
– ¿A quiénes se refería, abuelo?
– A los cantaores gachés, claro. Fíjate que estaban ahí todavía Caracol, Marchena, Valderrama, el Pinto, Fosforito, Perrate, la Paquera, Fernanda…
– ¿Se endiosó el maestro de los Alcores?
– Todos se acaban endiosando. Lo disimulan, pero se les nota a leguas. Marchena, por ejemplo, era un vanidoso, pero es que fue el más grande, una estrella del cante, quizá la gran estrella de la historia del cante. Tenía mucha gracia cuando decía que el cante era algo de baja estofa y que él le dio una categoría. Me reía mucho con sus cosas, con eso de que lo vistió de esmoquin.
– ¿Y no era verdad, abuelo?
– Antes de nacer Marchena, Chacón ya vestía de maravilla y jamás salió a un teatro sin ir bien vestido. Y dicen que la Sarneta cantaba en un teatro y los hombres le tiraban los sombreros al escenario, de cómo iba de guapa. Marchena, que era un pelín fantasma, le dio categoría al cante y a la profesión, sin duda, pero no fue el primero. Es como cuando dicen que Mairena dignificó el cante. ¿Qué pasa, que con Juan Breva, Chacón, la Niña de los Peines y Vallejo, era algo indigno?
– Te van a matar un día, abuelo. Es que no tienes arreglo.
– ¿Sabes quién fue también un fantasma, Manolillo?
– ¿Quién, abuelo?
-Silverio Franconetti. Iba por los pueblos y las ciudades retando a los cantaores. Llegaba a Cádiz con cuatro copas y retaba a los gitanos, menos a Curro Dulce, al que respetaba. Un día dijo: “El único que me puede hacer sombra es Curro Dulce”. Con el Bizco Sevillano tuvo una enorme rivalidad, pero, claro, Silverio era el mejor.
– ¿Y con Tomás el Nitri?
– Eso es un mito. Nunca hubo tal rivalidad, porque el sobrino del Fillo no cantaba en teatros, solo en reuniones. Alguna vez se subió a un escenario, pero era de reuniones. Ya sabes que un tal Gálvez, de Jerez, los quiso enfrentar y Silverio mandó una carta a un diario de esa ciudad dando a entender que no se medía con cualquiera. ¡Menudos huevos tuvo que tener el de la Alfalfa! Lo despreció, y mira que el Nitri tuvo que ser un bicho. Pero, claro, Silverio no tenía rival, era el mejor. Algo fantasma, pero tuvo que ser muy bueno para que hasta los gitanos le tuvieran respeto como cantaor.
«Todos se acaban endiosando. Marchena, por ejemplo, era un vanidoso, pero es que fue la gran estrella de la historia del cante. Tenía mucha gracia cuando decía que el cante era algo de baja estofa y que él le dio una categoría. Me reía mucho con sus cosas, con eso de que lo vistió de esmoquin»
– ¿Y no sería que adularan tanto al gachó porque les daba de comer?
– Hombre, Manolillo, ya le tenían ese respeto antes de crear su compañía y de abrir su café. Te recuerdo que cuando volvió de Sudamérica, en 1864, con 33 años, ya lo celebraron los gitanos. No sería solo por el jurdó.
– Joder, abuelo, me siento inferior cuando hablo contigo de cante.
– Pensaba que me ibas a decir que soy un fantasma.
– No diría nunca eso de ti, abuelo, pero presumes mucho de lo que chanelas.
– Tú lo harás cuando tengas mi edad, porque de esto se sabe algo cuando se tienen años de experiencia. Y no entiendo que hoy haya fantasmas entre los jóvenes cantaores. El otro día le leí decir a uno, cuyo nombre no te lo voy a decir, que había llevado el cante más lejos que Marchena o Mairena, porque canta para bailar y ha ido a China.
– Jajajajaja. Cómo eres… ¿Y José Mercé, abuelo?
– ¡Qué buen cantaor y bailaor! ¡Y qué guapo! Muy buena persona, además. Fantasmea un poco a veces con lo de la antología y lo del cante del siglo XXI, pero es un sol. El siglo XXI se le queda ya chico, yo creo que va ya por el XXII. Su tío EL Sordera está muy olvidado, siendo un maestro. Nadie cantó como él la bulería para escuchar, después del Gloria e Isabelita.
– Y Valderrama, abuelo, ¿fantasmeaba?
– Ni mucho menos. Nunca le oí decir nada, en público, de lo que hizo, que fue mucho y bueno. Sabía quién era y tenía su punto de vanidad, pero no lo explotó. Un día lo confundieron en Lora del Río con Antonio Machín y tuvo un mal día. Iba yo con él, Dolores y el hijo de ambos, Juan Antonio. “¡Me cago en un mochuelo viudo, confundirme a mí con Machín!”, dijo con amargura. Y en Arahal le preguntaron que si había sido encargado de Agromán. Miró a Dolores como diciéndole, sin hablar, que estaba acabado. Llevó bien esa etapa de su carrera, que es siempre dura.
– ¿Qué hay hoy de comer, abuelo?
– Lentejas con gambones.
– ¿Con gambones? ¿Te has tomado la medicación, abuelo?
– Ya verás qué plato más rico.
Francisco en Paris 3 octubre, 2023
El nieto ya sabe mucho, seguro que empieza a ponerle en apuros al abuelo en las próximas entregas.
Gracias por el relato