El abuelo se va al Lope con Carles Benavent, Tino Di Geraldo y Jorge Pardo
Lo del trío Benavent, Di Geraldo y Pardo anoche en el Lope de Vega (Sevilla) fue un lujo para paladares exquisitos. Un concierto redondo, con los tres muy centrados y sueltos. «Abuelo, me sentí orgulloso entrando contigo en la Capilla Sixtina del mejor flamenco. Eres el abuelo más flamenco del mundo».
– Abuelo, estoy contento con lo vivido anoche en el Lope de Vega de Sevilla. No es que fuera una noche muy flamenca, de esas jondas que a ti te gustan, pero fue una velada muy interesante. Buena música, ¿verdad?
– ¡Cómo que no fue muy flamenca? Claro que lo fue. Mira, Manolillo, tenemos que irnos haciendo a la idea de que ese flamenco puro que nos gusta, sobre todo a mí, tiene los días contados. Ellos mismos le dijeron ayer a Quico Pérez-Ventana en este portal que la jondura no solo se da en el flamenco. O el pellizco. A mí anoche se me pusieron las arrugas tiesas en más de una ocasión. ¡Cómo tocaron los bicharracos! Una pasada, colega.
– Me tienes confundido, abuelo. Vamos a ver, que esto no tiene ningún sentido. Tú defendiendo lo nuevo y yo criticándolo, que soy tu nieto. El mundo al revés, ¿no?
– Yo no tengo la culpa de que seas tan lento. Vamos a ver, muchacho. Yo soy purista, de acuerdo, porque tengo ya más años que Manolo Brenes, pero no me cuesta reconocer que eso que escuchamos anoche es flamenco y del bueno. Porque el flamenco lo hacen bueno los grandes músicos, y los grandes artistas. ¿Pero viste las cosas que hizo con la flauta Jorge Pardo, que parecía Morente? Y Benavent parecía Diego del Gastor, joder. Es que si no ves o sientes eso, es mejor que te dediques a otra cosa.
«Hay que ver cómo toca la batería Di Geraldo, ¿verdad? Parece que tiene diez o doce brazos. Un sonido bueno, una puesta en escena sencilla… Y nada más. Lo bueno no hay que vestirlo tanto»
– Te veo en el club de fans de Rosalía con Ortiz Nuevo y Faustino Núñez. Sinceramente, abuelo, ¿estás bien?
– Mira, querido nieto. Rosalía no vale ni para estar escondida, flamencamente hablando. Al lado de estos tres genios, ya me dirás. La saeta o la soleá de Miles Davis eran mil veces más flamencas que cualquier cosa de la catalana. El flamenco es un lenguaje más universal de lo que tú te piensas. Sabicas me contó que una noche se rompió la camisa en un club de jazz neoyorkino escuchando a un negro cantar la bambera de la Niña de los Peines. ¡Tenía unos soníos más negros que los del Negro de Ronda!
– Alucino, abuelo. O sea, que ahora resulta que eres abierto de mente, y que el cerrado soy yo.
– No sé de qué te sorprendes, porque siempre fui muy abierto. Más moderno que era Marchena y siempre lo admiré y le defendí. O a Morente. En Sevilla lo mataban cuando cantaba en esta ciudad y me peleaba con los latosos puristas. Yo defiendo siempre lo bueno, el talento, la calidad. Y si la calidad está en el saxo o la flauta de Jorge Pardo, ahí estoy. ¿Me entiendes?
– ¿Y qué te pareció el concierto de anoche?
– Un lujo para paladares exquisitos. Un concierto redondo, con los tres muy centrados y sueltos. Hay que ver cómo toca la batería Di Geraldo, ¿verdad? Parece que tiene diez o doce brazos. Un sonido bueno, unas luces bien ordenadas, una puesta en escena sencilla… Y nada más. Lo bueno no hay que vestirlo tanto.
– Pues al final te voy a dar la razón, colega. Y quiero que sepas que anoche me sentí orgulloso entrando contigo en la Capilla Sixtina del mejor flamenco. Eres el abuelo más flamenco del mundo, que lo sepas.
– Ea, ahora me han emocionado.