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El abuelo se moja con lo de cantaor o cantante - Archivo Expoflamenco
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El abuelo se moja con lo de cantaor o cantante

La sociedad sigue viendo al cantaor de flamenco como algo de escasa importancia social. Sin embargo, la figura del cantante, que es más genérica, está mejor aceptada. Un cantante puede serlo de varios estilos de música, y un cantaor, solo de flamenco. Si es cantaor, claro.


– Abuelo, hace tiempo surgió un gran debate en las redes sociales sobre qué es ser cantaor o cantante, dentro del flamenco. ¿Tú no opinas nunca sobre estas cosas?
– A tu abuela, que en paz descanse, eso de las redes sociales le sonaba a redes mafiosas. A mí me ha pillado ya muy mayor. Y tú ten cuidado, que puedes acabar cogiendo moscas en un parque público.

– Pues aunque no lo creas, abuelo, los únicos debates flamencos que hay están en las redes sociales, porque las emisoras de radio no quieren nada con el flamenco. Y si te hablo de la televisión, mejor no entrar en eso.
– ¿Y qué pasa con lo de los cantantes y los cantaores?

– Pues nada, que surgió ese debate a raíz de una actuación en Sevilla de María Toledo y ciertas críticas sobre el concierto.
– Mira, Manolillo, o se es cantaora o no se es. Y esto va también por los cantaores o cantantes, claro. ¿Sabes que Tomás Pavón no le llamaba cantaor al Niño de Marchena, sino artista? Y Camarón le llamaba cantante a Enrique Morente, pero no con guasa, sino porque le gustaba su estética, su forma de vestir. Él lo imitó en eso, se dejó llevar por su imagen, que desde luego rompía con la clásica estampa del cantaor con sombrero cordobés y cara de tieso.

 

«A mí me gustaba ver a Manuel Agujetas cantar con las piernas abiertas, viéndosele los pelos de las espinillas, y también a Marchena, que cantaba de pie y olía una barbaridad a colonia cara, pero jamás dejó de ser y de sentirse cantaor»

 

– ¿Cómo debe ser un cantaor para que sea considerado como tal, abuelo?
– No es fácil esa pregunta, niño. Mira, cuando en el siglo XIX iba a empadronarse un cantaor y le preguntaban que a qué se dedicaba, que cuál era su profesión, solía decir que era cantador, que es como se decía antes. Y el que rellenaba el padrón, como no entendía una papa de cante, ponía jornalero, salvo que fuera carnicero, herrero o alfarero, que eran profesiones reconocidas y muy de los flamencos. Y si era una mujer, sus labores. Silverio solía aparecer como artista, y Manuel Torres, como cantaó. Chacón se registró una vez como cantante, curiosamente. Y no lo digo con guasa.

– Pero Chacón era cantaor, ¿no?
– Por supuesto, Manolillo. Y de los grandes de su tiempo. Muy distinto a Manuel Torres, pero un cantaor de bandera.

– Entonces, abuelo, Estrella Morente, María Toledo, Miguel Poveda y Pitingo, por citar a artistas muy conocidos, ¿son cantaoras y cantaores, o son cantantes aflamencados?
– Es una cuestión de mentalidad, de actitud. Yo creo, sinceramente y sin pretensión de molestar a nadie, que son buenos cantantes y buenas artistas. Que se sienten cantantes y que están en ese rollo. Y eso no es malo, porque, entre otras razones, la sociedad sigue viendo al cantaor de flamenco como algo de escasa importancia social. Sin embargo, la figura del cantante, que es más genérica, está mejor aceptada. Un cantante puede serlo de varios estilos de música, y un cantaor, solo de flamenco. Si es cantaor, claro.

 

«Cuando un cantaor o una cantaora dejan de sentirse como tales, me sobran. No soporto al cantaor que está más pendiente de las luces que del cante, o a las cantaoras que les dan más importancia al peinado que al compás»

 

– Pero habrá algo más que decir, ¿no?
– Claro. El cantaor o la cantaora dejan de serlo cuando aspiran a algo más que eso y abandonan el rol de cantaor para evolucionar hacia un estilo más comercial y mejor entendible por el público en general. Cuando huyen de los aficionados cabales y buscan un público que no sepa nada de cante. Y cuando acaban convenciéndose de que ser cantaor se les queda pequeño. Fíjate, cuando ser cantaor es algo tan especial que no lo es cualquiera, aunque estudie. Porque cantaor no es todo el que canta una soleá o una petenera, sino el que se siente cantaor, el que vive como un cantaor, el que piensa como un cantaor y considera que no hay nada más importante que eso, que ser cantaor de flamenco.

– Joder, abuelo, qué interesante. Entonces, para ir resumiendo, que ya está hirviendo el arroz en blanco con aspiraciones a ser arroz a la cubana, ¿por qué se molestan algunos cantaores cuando los llaman cantantes?
– Porque en realidad estos que se molestan no reconocen que han dejado de ser cantaores. Les gusta que sigan viendo en ellos eso tan romántico de ser cantaor jondo, hoy que tanto se valora este arte. Pero en realidad no lo son. Y a mí, Manolillo, cuando un cantaor o una cantaora dejan de sentirse como tales, me sobran. No soporto al cantaor que está más pendiente de las luces que del cante, o a las cantaoras que les dan más importancia al peinado que al compás. Y fíjate, a mí me gustaba ver a Manuel Agujetas cantar con las piernas abiertas, viéndosele los pelos de las espinillas, y también a Marchena, que cantaba de pie y olía una barbaridad a colonia cara, pero jamás dejó de ser y de sentirse cantaor.

– Abuelo, hoy te has ganado una buena botella de mosto, que aunque no va mucho con el arroz a la cubana, es de Umbrete.

 

«El cantaor deja de serlo cuando abandona el rol de cantaor para evolucionar hacia un estilo más comercial y más entendible por el público en general. Cuando huye de los aficionados cabales y busca un público que no sepa nada de cante. Y cuando acaba convenciéndose de que ser cantaor se le queda pequeño»

 

Imagen superior: Actuación de la cantaora Chelo Pantoja en Cartagena. Foto: perezventana

 


Arahal, Sevilla, 1958. Crítico de flamenco, periodista y escritor. 40 años de investigación flamenca en El Correo de Andalucía. Autor de biografías de la Niña de los Peines, Carbonerillo, Manuel Escacena, Tomás Pavón, Fernando el de Triana, Manuel Gerena, Canario de Álora...

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