Que el dios minero reparta suerte
Concurso del Cante de las Minas. Que Dios reparta suerte. Pero no olviden que lo importante no es quiénes ganen los distintos premios. Lo importante es que un año más La Unión ha sido durante una decena de días el centro mundial del arte flamenco.
Al ser miembro del jurado del certamen no puedo opinar nada sobre su desarrollo y resultado. Qué coraje, porque me criticaría a mí mismo, que soy autocrítico desde chico. Está pendiente una revolución en el concurso unionense, que llegará. ¡Viva Zapata! Anda que si se escribieran algún día las memorias del festival, ardería Troya. ¡Dios nos libre! Los trapos sucios se lavan en casa y hay que recordar que lo importante de esta cita levantina es su historia y lo que ha aportado al cante minero, y esto no se puede discutir. Quien gana la preciada Lámpara Minera pasa a la historia del concurso, pero nada más. Algunas lámparas dejaron de alumbrar nada más salir del campo cartagenero y nunca más se supo de ellas.
Me quedo con la calidad del ambiente, que es lo mejor de cada año. Y con esos aficionados que te ven desayunando en el hotel cada mañana y te abordan para polemizar y cuando te has dado cuenta se ha puesto la tostada más dura que el cipote de un soldado y el jamón serrano parece de plástico. “Oiga, que se me enfría el café”. Creen que tú les perteneces, y eso es entrañable. Recuerdo que un año uno de estos aficionados se me metió en la habitación hablando de Piñana y si no reacciono pronto se mete en la cama. ¡Qué buenos aficionados! Los mismos que un día te ven en El Vinagrero y logran que te comas el entrecot a dentelladas, como un tigre, porque se pone como de goma dura. No me digan que no tiene su gracia.
«Centenares de miles de ciudadanos del mundo saben que existe La Unión no porque Poveda o Pinilla ganaran la Lámpara Minera, sino porque en este pueblo late un corazón flamenco con una fuerza increíble»
Que Dios reparta suerte. Pero no olviden que lo importante no es quiénes ganen los distintos premios. Lo importante es que un año más La Unión ha sido durante una decena de días el centro mundial del arte flamenco. Sí, a seiscientos kilómetros de la almendra de lo jondo, que es Sevilla. Centenares de miles de ciudadanos del mundo saben que existe La Unión no porque Poveda o Pinilla ganaran la Lámpara Minera, sino porque en este pueblo late un corazón flamenco con una fuerza increíble. Me importan poco las polémicas sobre Piñana, un director u otro o los trápalas que buscan siempre un interés. Podría contar tantas cosas feas que me haría de oro. Pero, lo crean o no, adoro a este pueblo.
No sé si volveré, porque voy ya camino del garaje. Algo me dice que no, que será mi última visita. Sólo tengo palabras de agradecimiento al pueblo de La Unión y para personas como Antonio Montoya, que creo que fue quien me trajo la primera vez, Salvador Alcaraz, Antonio Parra, Manolo Navarro, Francisco Bernabé y Joaquín Zapata. Si alguna vez herí a alguien con mi manera de contar las cosas, mil perdones. Reconozco que a veces soy un cabronazo. Como diría El Guerra, cada uno es cada uno. No dejen nunca de luchar por La Unión, sus cantes y sus artistas. Me llevo el corazón preñado de cariño y atenciones. Si acaso no regresara, recuérdenme con ternura. También con mis defectos, claro. Pero no como un enemigo del festival. Sólo les pido ese favor. ¡Viva La Unión!