Cataluña y el flamenco
Hoy casi no podría entenderse el flamenco sin Barcelona, sin artistas nacidos en Cataluña. Los flamencos tienen esa capacidad, la de aflamencar aquellas tierras a las que llegan. Ocurrió con Barcelona, con Madrid o con Tokio.
Lo del flamenco en Cataluña no es un fenómeno de la emigración andaluza de la posguerra. Viene de mucho más atrás en el tiempo, de mediados del siglo XIX, cuando el género musical y dancístico andaluz aún no era llamado flamenco. En los comienzos de este arte como espectáculo público, su presencia en Barcelona no era tan importante como en la capital de España, aunque ya iban por allí los primeros artistas profesionales, por no hablar de los boleros y las boleras. Ya en el último tercio del siglo en cuestión el flamenco tuvo mucha presencia en la sociedad barcelonesa, en sus cafés cantantes y también en los teatros, siendo muy reconocidos el guitarrista Paco el de Lucena o el cantaor Fernando el de Triana, quienes en 1893 conquistaron a los aficionados de esta ciudad. El de Triana incluso compuso unos tangos cuya letra hablaba de Barcelona, y años más tarde tuvo una tienda de pájaros en Las Ramblas.
Los flamencos siempre han estado donde está el dinero y Barcelona era ya en el XIX una de las grandes ciudades europeas, con un más que interesante movimiento artístico de todos los géneros y buenos teatros y cafés cantantes. Por tanto, es una tierra que los músicos flamencos conquistaron pronto. Ya en el pasado siglo, los artistas andaluces invadieron Barcelona y comenzaron a salir artistas locales, como los miembros de la familia Borrull. El fundador de esta saga, el gran guitarrista Miguel Borrull Castelló (1866-1947), era de Castellón de la Plana, pero emigró a Barcelona, donde se casó con Dolores Jiménez, que bailaba, y el matrimonio dio, entre otros artistas, al también guitarrista Miguel Borrull Jiménez, uno de los mejores de la primera mitad del siglo XX, solicitado por las mejores voces de su tiempo. No olvidemos a la mejor bailaora de todos los tiempos, Carmen Amaya, una gitana del Somorrostro barcelonés que revolucionó el baile andaluz. Y tantos y tantos artistas desde entonces hasta nuestros días, con figuras actuales como Mayte Martín, Duquende, Miguel Poveda, Chicuelo o Juan Ramón Caro, por citar solo a los más representativos de Cataluña.
Es verdad que a partir de los años 50, con la llegada de decenas y decenas de miles de andaluces, el flamenco no solo creció a nivel de espectáculo público, en salas comerciales y teatros, sino que se integró en la sociedad catalana, en el pueblo, empezando a surgir las peñas flamencas y los festivales, organizados en muchos casos por los propios andaluces, logrando que nuestro arte formara ya parte de aquella sociedad de una manera total. Hoy casi no podría entenderse el flamenco sin Barcelona, sin artistas nacidos en Cataluña, como los nombrados, o sin tablaos como La Macarena o El Cordobés, entre otros muchos.
En caso de que Cataluña se independizara de España, ¿qué pasaría con el flamenco? No con el flamenco catalán, que dicen que ya existe un flamenco catalán, sino con el flamenco en general. Pues no pasaría nada, porque es un arte arraigado ya en la cultura catalana, como lo está también en casi todas las regiones de España. Seguiría habiendo peñas, festivales, semanas culturales y salas comerciales, y seguirían surgiendo artistas. Desde luego, gracias a la importante labor llevada a cabo por los andaluces que emigraron hace más de medio siglo, o por sus descendientes, que mantienen vivo el espíritu flamenco en esa bella tierra. Los flamencos tienen esa capacidad, la de aflamencar aquellas tierras a las que llegan. Ocurrió con Barcelona, con Madrid o con Tokio. No hay una sola ciudad en el mundo donde no haya varios flamencos promoviendo el crecimiento y la presencia de este arte. Sin ir más lejos, ExpoFlamenco, el portal donde escribimos, se financia desde Vancouver, en Canadá, y se trata lo jondo con mentalidad universal. Por consiguiente, no hay motivos para que nos preocupemos. Ni por el futuro del flamenco en Cataluña, ni en ninguna otra región del mundo.