El Corazón de La Yiya
Escuché el nuevo disco de la cantaora de La Puebla de Cazalla, 'A fuerza de corazón', con ganas de que me partiera el alma con palos bien definidos, jondos y sin ojana. Y me encontré a la cantaora con la voz hecha, rotunda y bien templada.
Me gustan las cantaoras clásicas, y La Yiya lo es. De las bravas, además. Cada vez que pienso en la creación de un espectáculo sobre el Café del Burrero y su cuadro de mujeres flamencas del XIX, veo sentada a la morisca junto a La Juanaca, La Serrana, Gabriela Ortega, La Mejorana, Pepa de Oro o Lola Pérez, la mujer de El Perote. Eran artistas y cigarreras muchas de ellas, como La Serrana, la hija de Paco la Luz. Mujeres valientes que supieron hacerse un sitio entre los hombres, aunque tampoco les costó tanto trabajo como da a entender el movimiento femenino de la jondología.
¿Qué pasa con La Yiya?, me pregunto a veces. No abundan cantaoras como ella y debería estar más de actualidad y en más festivales. Entiendo que no la entrevisten en El País o en otros diarios nacionales, porque ya hacen bastante con promocionar a Rosalía o Soleá Morente. Se preguntarán qué aporta esta mujer al cante. Y la respuesta es fácil: calidad interpretativa, honradez y bravura. Pero, claro, esto es poco para quienes jamás creyeron en el cante como un género clásico que puede ser interpretado como se puede interpretar una obra clásica de Falla o Turina.
«La Yiya interpreta palos clásicos, es decir, los de toda la vida, pero con la frescura propia de una cantaora joven que en soleares y seguiriyas no tiene rival»
La cantaora de La Puebla de Cazalla es eso, una estupenda intérprete del cante clásico. Y no imita a nadie. Tiene sus referencias, claro está, y a veces me recuerda a aquella Carmen Linares de los setenta que sonaba como las cantaoras de un tiempo pasado y glorioso. Pero nada más. Ana Ramírez Limones, que así se llama, es de La Puebla de Cazalla, de donde eran también Lola la de Lucena y la Niña de la Puebla, dos bravas del cante, una del XIX y otra del pasado siglo. Pero La Yiya nació ya en los ochenta del siglo XX, en la época de los grandes festivales, Francisco Moreno Galván y José Menese.
Confieso que he escuchado su nuevo disco, A fuerza de corazón, grabado por La Droguería Music, con la misma actitud que suelo escuchar grandes obras clásicas de otros géneros musicales. Con ganas de que me partiera el alma con palos bien definidos, jondos y sin ojana. Y me encontré a la cantaora con la voz hecha, rotunda y bien templada, interpretando palos clásicos, es decir, los de toda la vida, pero con la frescura propia de una cantaora joven que en soleares y seguiriyas no tiene rival entre las intérpretes actuales. Sí, en palos que, según Mairena y Juan Talega, eran de hombres, o sea, una mera cuestión hormonal.
Haría falta mucho espacio para desmenuzar musicalmente este estupendo trabajo, con letras de Francisco Moreno Galván adaptadas por Pepe el Chachas y Chemi López, y las guitarras de Manolo Franco y Antonio García. Me han interesado las seguiriyas, con un colosal cante de Antonio Monge El Marrurro. Sus soleares de Cádiz y Alcalá. El romance, los tangos, añadiéndole jondura a los de La Niña de los Peines; los tientos, quitándoles su monotonía natural; las bravas peteneras de Medina el de Jerez, la mariana, con el recuerdo inevitable de Miguel Vargas, y la saeta.
Foto de La Yiya: Fidel Meneses