El Pele, ¿un genio?
No hay ahora mismo un cantaor que sea capaz de lograr que te rompas la camisa en una reunión con un simple fandango. Pero, ¿es de verdad el cordobés un genio del cante?
Todos hemos dicho alguna vez que el Pele de Córdoba es un genio, cuando en algún tercio de cante nos ha roto el alma. Le he visto y escuchado tantas veces en mi vida, en España y fuera de nuestro país, que he tenido la inmensa fortuna de vivir muchos de esos momentos en los que se le enredaba el duende en la garganta y me volvía loco. Lo he escuchado también en privado, echando un ratito entre amigos, y no hay ahora mismo un cantaor que sea capaz de lograr que te rompas la camisa en una reunión con un simple fandango. Pero, ¿es de verdad el cordobés un genio del cante?
He seguido su carrera desde que no era apenas conocido, antes de que grabara La fuente de lo jondo (1986), que fue el disco que lo lanzó a la fama. Aquella obra sonaba a revolución no solo en el cante, sino en la guitarra de acompañamiento, con un joven Vicente Amigo que traía cosas novedosas. Sin olvidar al compositor Isidro Muñoz, una persona fundamental en la carrera del cantaor gitano de Córdoba. En ese disco no había nada que no mereciera la atención de un buen aficionado, desde las alegrías (Huellas de gaviotas) hasta las soleares (Caracoleando), sin olvidarnos de los tangos de El Chino (Cómo quieres que te quiera) o los fandangos homenaje a Juaqui el Limpia.
«El Pele ya no es aquel caballo desbocado que era a veces, descontrolado por su propia emoción. Ahora canta con más temple, marcando mejor los tiempos en cantes como la soleá o la seguiriya. Ahora es, sin duda, un gran maestro»
Luego vinieron otros discos de éxito, pero el Pele había hecho ya el que lo inmortalizaría. Hizo cosas muy interesantes y, a pesar de que había veinte grandes figuras, se hizo un hueco en los grandes festivales tanto nacionales como internacionales. Pero el cantaor se fue apagando y hasta llegó a tener problemas de contratos importantes. Parecía que se iba a hacer el amo del cante y no pasó ni mucho menos eso. No era fácil estando ahí Lebrijano o Enrique Morente, por ejemplo. Y cuando parecía que se iba a quedar ahí, en la cuneta, quemado, ocurrió algo y, como el ave Fénix, renació de sus cenizas.
La afición supo que tenía una enfermedad delicada, pero vino a la Bienal de 2012 a cantarle por soleá a Manuela Carrasco en el Patio de la Montería y armó la marimorena. Entre esa noche mágica y la idea de que se fuese de la vida, el mundo se hizo pelista, pase la palabreja. El Pele volvió a estar en todos los grandes festivales y hasta cambió su manera de cantar, más reposada. Ya no es aquel caballo desbocado que era a veces, descontrolado por su propia emoción. Ahora canta con más temple, marcando mejor los tiempos en cantes como la soleá o la seguiriya. Utiliza mejor sus condiciones y sabe exponer de otra manera sus conocimientos. Ahora es, sin duda, un gran maestro.
Pero, repito, ¿es el Pele un genio del cante? Estando en el Festival de Jazz de Montreux (1991), el cantante y productor Quincy Jones hablaba de las genialidades de El Pele. ¿Es un genio?, le pregunté. “No, es genial”, me respondió. Ya pueden comerse el tarro con el asunto.