Desde 1961, que se celebró la primera edición, el Festival Internacional del Cante de las Minas ha pasado por distintas y diferentes etapas, y he vivido los últimos cuarenta años. Me ha gustado ver a Salvador Alcaraz y Manolo Navarro vinculados al festival, porque han sido piezas claves. Joaquín Zapata, el nuevo alcalde, está obrando el milagro de que vuelva el buen rollo a la cita murciana. Y eso está bien. Anoche vi en el Antiguo Mercado Público a aficionados que se habían alejado por no estar de acuerdo con algunas cosas.

Anoche hubo lleno, que no es normal en la primera semifinal. Hay ganas de festival y la agenda cultural está funcionando muy bien. Decía el otro día el alcalde que el impacto mediático vuelve a ser importante. Que si toda la publicidad que se lleva el festival en los medios potentes del país hubiera que pagarla costaría seis o siete millones de euros. Se nota ya el trabajo del señor Zapata, aunque haya quienes le empiezan a negar este hecho porque es un recién llegado.

«Joaquín Zapata, el nuevo presidente de la Fundación Cante de las Minas, derrocha amor por el festival y como tiene esa capacidad de trabajo, que es brutal, la cita levantará cabeza y en la próxima edición habrá importantes novedades»

Pues sí, se nota y bastante, sobre todo porque se está vaciando y atiende a todo el mundo con un cariño increíble. Lo vemos en todos los actos. A veces he pensado si no tendrá dos o tres dobles, porque está en todo y a por todas. Llegarán las críticas, sin duda, pero una cosa está clara: el nuevo presidente de la Fundación Cante de las Minas derrocha amor por el festival y como tiene esa capacidad de trabajo, que es brutal, la cita levantará cabeza y en la próxima edición habrá importantes novedades.

Un festival de sesenta y dos años necesita una revisión. El nivel del concurso lo dan los participantes y es preocupante que en esta edición no se hayan presentado jóvenes menores de veinticinco años. Esto hay que solucionarlo, porque los concursos son o deberían ser para descubrir nuevos valores del género. No se pueden sacar cantaores, bailaoras o guitarristas de debajo de las piedras, pero hay que motivarlos para que acudan a la llamada de los estilos mineros. Y, en la medida que se pueda, hay que ayudarlos a formarse, que no lo hace ningún certamen.

El que no ame el cante minero, que no venga. Esto es eso, amor a un arte, y hay quienes no lo aman. La Unión tiene la responsabilidad de lograr que los artistas amen la jondura de estos estilos y Joaquín Zapata está en eso, en que el festival de los festivales vuelva a ser lo que fue. Ayer había que ver la cara de la cantaora local Encarnación Fernández cuando se inauguraba una plaza del pueblo con su nombre. Sin alma, un festival de flamenco no tiene sentido.

Imagen superior: Encarnación Fernández, homenajeada con un parque con su nombre en La Unión. En la imagen, junto al alcalde Joaquín Zapata. Foto: Fundación Cante de las Minas