Arcángel en el Tablao
Arcángel canta en este disco, 'Tablao', de una manera colosal, centrado, con una flamenquería increíble, suelto, en maestro. Es una obra para el embeleso y también para el escalofrío.
El cantaor onubense Arcángel no ha hecho este disco en directo, Tablao, para demostrar que es un buen cantaor, porque lo es desde que comenzó a ser conocido. Nació con el don de la voz, que es algo que lo diferencia de quienes son cantaores porque se propusieron serlo, tuvieran o no el don, que es algo innato. Arcángel nació para cantar lo andaluz, el cante flamenco, gitano-andaluz, jondo o como lo quieran llamar. Cualquiera puede aprender la técnica y cantar, pero sin el don de la voz, del arte, de la comunicación y del compás, es difícil llegar a ser grande en este género, como ya lo es Arcángel. No el más grande, que no existe, sino uno de los grandes. Un cantaor con un sonido de voz muy particular, de corte melódico, un poco árabe y un poco gitano, pero sobre todo andaluz.
Algunos, para hacerle daño, lo etiquetaron como morentista, pero está lejos de ser un copista del maestro de Granada. Tiene más de Caracol que de Morente, el fuelle, el manejo de la media voz, de los bajos, la ligazón de los tercios. En sus maneras se adivinan también Carmen Linares y El Pele y, aunque no lo hayan notado, Rengel y Rebollo. Arcángel es una esponja, un cantaor que ha sabido aprender de todo el que le ha gustado, como el buen aficionado que es, una faceta que pocos conocen. Y tiene cosas de Morente, claro que sí, cómo no. Adora al maestro Enrique y se le nota cuando canta, en cómo coloca a veces la voz, armónica y polifónica, en cómo sube y baja sin descomponer la melodía, en cómo se afana para que el verso y la música sean un matrimonio bien avenido: la música y el mensaje en pleno acto de amor, de pasión desenfrenada.
«Arcángel ha dado un puñetazo en la mesa para decir que el cante, el arte flamenco, requiere no solo el don, sino el estudio, la fantasía creadora y la pasión jonda. Pasen, cojan sitio y escuchen. Y respiren»
Tablao es una joya, una producción tocada por la varita mágica de un fenómeno, Isidro Muñoz, y con tres guitarras que en una misma obra es una locura, como son las de Miguel Ángel Cortés, Diego del Morao y Dani de Morón. Arcángel canta en este disco de una manera colosal, centrado, con una flamenquería increíble, suelto, en maestro. Es una obra para el embeleso y también para el escalofrío. Grabada en directo, en tablaos como El Corral de la Morería de Madrid y El Arenal de Sevilla, dos locales con historia, dos templos del mejor flamenco. El joven maestro ha querido dar un toque de atención sobre la importancia de los tablaos, “la universidad del flamenco”, según ha declarado recientemente. Y tiene toda la razón. Los tablaos han sido fundamentales en la historia de este arte, porque casi todos los grandes maestros han pasado por ellos, desde los cafés cantantes del XIX, que eran también tablaos, hasta la actualidad. En ellos han nacido artistas que han pulido sus estilos, que se han curtido en el compás y en el conocimiento, y que se han convertido en grandes maestros.
El cante y el toque conquistaron ya los grandes escenarios hace muchas décadas, pero no está de más bajar a la arena de la intimidad, de la reunión, de los espacios pequeños, para reencontrarse con lo cabal, con el público a escasos metros del que canta, toca o baila. Malagueñas, tangos, bulerías, cantiñas…, palos tradicionales con nuevos mensajes literarios y una revisión interesante del campo melódico, musical. Tiempo habrá de ahondar en el contenido de Tablao, que hay mucha tela que cortar, pero en una primera escucha, de urgencia, se puede asegurar ya que Arcángel ha dado un puñetazo en la mesa, o en el tablao, para decir que el cante, el arte flamenco, requiere no solo el don, sino el estudio, la fantasía creadora y, sobre todo, la pasión jonda. Pasen, cojan sitio y escuchen. Y respiren.