Anécdotas flamencas: Pastora, Farruco, Maya, Gerena, Amós…
Pues si es usted de San Roque y no sabe quién es el Beni de Cádiz, y como sé que nos va usted a multar, al que de verdad habría que multar es a usted. Y nos multaron, claro.
Los celos de Pastora
La Niña de los Peines era celosa, quería mucho a Pepe Pinto y, aunque estaba retirada ya del cante, lo acompañaba muchas veces a los teatros, quedándose siempre entre bastidores. Además, el cantaor macareno era trece años más joven que ella y, ciertamente, un hombre guapetón y salamero. Una noche, Pepe salió del teatro a algún asunto y Pastora le preguntaba a todo el mundo por él:
– ¿Habéis visto a Pepe, que no lo veo por ninguna parte?
– Creo que ha salido a tomar algo, Pastora. No te preocupes que no se va a perder.
– Es que no me fío de él ni un pelo, ¿sabes?
– ¡Venga, Pastora, que Pepe ya no está para muchos romances!
– No te creas, que este las enamora como los lagartos a las lagartas, con los ojos saltaos. Y los ojos siempre son jóvenes.
¿La Llave del cante para El Lebrijano?
Una noche tuve de invitado en mi programa de radio a una gran figura del cante flamenco y decidí gastarle una broma diciéndole que la Junta de Andalucía le iba a dar la IV Llave de Oro del Cante a Juan el Lebrijano. Como estábamos en directo, este cantaor no se mojó mucho, porque era su amigo y compañero. Pero cuando acabó el programa, me dijo enseguida:
– Manué, ¿eso es verdad? ¡Es que es muy fuerte!
– Totalmente cierto.
– ¿Y qué hacemos? Habrá que hacer algo, ¿no? Echar a las peñas flamencas a la calle, convocar manifestaciones, denunciar esa barbaridad… ¡Adónde vamos a llegar! Claro, como es amigo de Felipe González…
El gran Farruco
Alguna vez he dicho que el bailaor más impresionante que he conocido fue Farruco. Tuve la suerte de ser su amigo y de verlo bailar muchas veces. Recuerdo que un día le pedí presupuesto para que me enseñara a dar una pataíta por bulerías, que es algo que siempre se me ha resistido. Estábamos en su academia, en Su Eminencia. Me miró de arriba abajo y me dijo, con aquella mirada tan negra que atravesaba las paredes:
– Como te cobre por metros… te vas a arruinar.
«Mario Maya, Manolete y El Güito son buenos, pero entre los tres no darían para un puchero» (Mario Maya)
Las cosas de Mario Maya
Estando con Mario Maya en un teatro de Nueva York, se le acercó una negra impresionante, de unos 40 años, con unos muslos que eran las columnas de la Alameda de Hércules. La mujer lo había reconocido y le tiró los tejos sin dudarlo. Mario se la quitó de encima como pudo y conociéndolo, le pregunté:
– Mario, ¿cómo te has echado para atrás ante una mujer como esa? No te reconozco.
– ¿Tú sabes la edad que tengo yo ya, Manué? Esa me pega un zamarreón y luego tengo que estar un mes con la manta eléctrica.
Las cosas de Farruco
Un día estaba con Farruco hablando de bailaores y le nombré a tres fenómenos: Mario Maya, Manolete y El Güito. No dijo nada negativo de ninguno de ellos, sino al contrario, pero sentenció:
– Son buenos, pero entre los tres no darían para un puchero.
Se refería el maestro a la extrema delgadez de los tres.
En busca y captura
Una de las veces que detuvieron a Manuel Gerena fue en Gijón. Tenía que dar un concierto junto al guitarrista Manuel Molina y el gobernador lo prohibió. Detenido el cantautor flamenco de la Puebla de Cazalla, el jefe de la policía dio orden de que se buscara también al guitarrista, que estaba dando vueltas por Gijón con su guitarra en la mano. Metida en su funda, claro. Cuando lo localizaron, Manuel Molina puso cara de asombro:
– Y estos gachés, ¿cómo me habrán reconocío?
Porque no iba por Triana, supongo.
Las cosas de don Amós Rodríguez
Iba un día con don Amós Rodríguez Rey, el cantaor sabio de Cádiz, el hermano del Beni, que en paz descansen los dos. Habíamos tomado algo y nos hicieron un control en la carretera de Castilleja de la Cuesta a Sevilla. Nos bajamos del coche y el guardia me hizo un auténtico interrogatorio, como si hubiéramos cometido un crimen.
– A ver, ¿a dónde nos dirigimos?
Le dije que íbamos a Los Remedios, a casa de Amós, pero el guardia no paraba de hacer preguntas y el maestro gaditano decidió tomar las riendas de la embarazosa situación:
– Mire usted, señor guardia, soy Amós Rodríguez Rey.
El guardia se encogió de hombros y le dijo que no le conocía de nada. Y Amós siguió presentándose:
– A lo mejor no sabe quién soy yo, pero si le digo que soy hermano del Beni de Cádiz…
Siguió encogiéndose de hombros porque en realidad no tenía ni idea de quiénes eran uno y otro. Y Amós, entonces, le preguntó:
– ¿De dónde es usted, muchacho?
– Soy de San Roque, de Cádiz.
– Pues si es usted de San Roque y no sabe quién es el Beni de Cádiz, y como sé que nos va usted a multar, al que de verdad habría que multar es a usted.
Y nos multaron, claro.
Imagen superior: Mario Maya (Foto: Paco Cazalla – El Correo de Andalucía)