Anécdotas flamencas: Juan el Camas, El Beni, Morente y Valderrama
¿Tú crees que hay derecho a que toda una Niña de los Peines esté aquí esperando dos horas a dos mierdecillas como ustedes? Pues ahora os vais a comer a La Europa.¡Ufff!
Una de ojana con arte
Juan el Camas me vio un día en La Carbonería, el célebre local sevillano de Paco Lira, y le dio mucha alegría:
– ¡¡Cagoendiez, Manué!! Te escucho todas las noches por la emisora.
– Pues hace diez años que dejé el programa, Juan.
– Sí, si lo sé. Los mismos que hace que no te escucho.
El Beni y la ética
El Beni de Cádiz me llamó un día a casa muy cabreado y me dijo:
– Manolito, hazme una interviú en El Correo que me voy a cagá en los muertos de más de uno, que estoy mu jarto. No me llaman ni para colocar las sillas en los festivales.
– Es que no me parece ético, Benito.
Y se arrancó a cantar por alegrías:
Estoy tico de pena
no hay quien se arrime a mi vera
que quien de mi mal se muere
hasta la ropa le queman.
Un genio.
La soleá de Manolita la Matrona
Como un creador que era, a Enrique Morente le molestaba que los aficionados le preguntaran por la autoría de sus cantes. En una de sus muchas actuaciones en Sevilla cantó una soleá de Frijones, Se visten de colorao, que aprendió escuchando los discos de pizarra del Niño Medina. Un flamencólogo de esos de libreta en mano y más pesado que una panzada de menudo a media mañana, le preguntó que de quién era ese cante por soleá.
– Enrique, ese cante no te lo había escuchao nunca. ¿De quién es?
Enrique se puso blanco, insepulto, y le contestó como solía contestar cuando se molestaba:
– Ese cante es de Manolita la Matrona, la madre de Pepe el de la Matrona, mi maestro.
Pocos días después, el flamencólogo de marras comentaba el cante en su programa de radio y presentó como una novedad la soleá de Manolita la Matrona. Se lo conté a Enrique y se tiró al suelo:
– ¡¡Estos flamencólicos!!
Enrique el Desobediente
A Enrique Morente no le gustaba que le dijeran lo que tenía que cantar. Contratados él y Manolo Sanlúcar para cantar en un mitin del Partido Comunista de España, se sentaron en primera fila Dolores la Pasionaria, Santiago Carrillo e Ignacio Gallego, entre otros peces gordos del comunismo. El organizador del mitin llamó a Enrique aparte y le rogó prudencia:
– Enrique, una cosa muy importante. Teniendo en cuenta que esto es un mitin y que estarán en primera fila quienes ya sabes, creo que no hará falta pedirte que cuides el repertorio de letras, ¿vale? Procura que sean letras acordes con el acto.
Como Enrique decía a todo que sí, el organizador se quedó tranquilo. Pero no sabía el buen hombre que Morente solía decir un sí que podría muy bien ser un no en un momento dado.
Que lo cuente Manolo Sanlúcar:
– Yo le vi la cara a Enrique, desencajada, como de cabreado, y me eché a temblar. Me pidió que le tocara por granaínas y le cantó a todas las vírgenes de Andalucía: a la de las Angustias, a la del Carmen… Luego le cantó por alegrías a la del Rosario y a la de Regla, de Chipiona… Y yo escondido detrás de la guitarra viendo las caras de Dolores y Carrillo, que eran un poema. Teníamos una gira apalabrada y esa noche se partió el contrato.
La lengua de Pastora
Cuando acabó la Guerra Civil Española, Pepe Pinto le puso un telegrama a Juanito Valderrama para ir juntos en un espectáculo al cincuenta por ciento de las ganancias. Lo alojó en su propia casa y Juanito estuvo nueve meses viviendo con Pepe y Pastora. Para celebrar su llegada, el Pinto se lo llevó a tomar unas copas de vino por la Alameda.
– Pastora, me llevo a Juanito para que vaya conociendo el ambiente, ¿vale?
– No tardá mucho, que voy a hacé un arroz con gambas y el arroz no espera.
– No te preocupes, corazón, que llegaremos a buena hora.
Pepe y Juanito se enredaron y llegaron dos o tres horas más tarde de lo previsto, con el arroz de Pastora ya apastelado. La Niña los recibió en la escalera con los brazos en jarras y la cara de una pantera enfurecida. Cuando Pastora se enfadaba había que irse de Sevilla, y Pepe lo sabía.
– ¿Tú crees que hay derecho a que toda una Niña de los Peines esté aquí esperando dos horas a dos mierdecillas como ustedes? Pues ahora os vais a comer a La Europa.
¡Ufff!
El carácter y la dignidad de Tomás
Cuando Juanito Valderrama vivió nueve meses en casa de Pastora y el Pinto, logró hacer muy buena amistad con Tomás Pavón, el genio del cante jondo. Tomás le cogió cariño y se lo llevaba algunas veces a sus fiestas para que se fuera placeando como cantaor. Una de esas veces lo invitó a Carmona para que tomara parte en una buena fiesta privada pagada por un tal Cerezo, un señor de dinero –el teatro de Carmona lleva su nombre– al que le gustaban mucho Tomás y Manuel Torre, como tonto. Tomás quiso que escucharan a Juanito y mientras este cantaba, como cerraba los ojos, los señores de la fiesta empezaron a reírse de él y a hacerle gestos de mal gusto. A Tomás le hirvió la sangre y tomó la siguiente actitud:
– Vámonos de esta fiesta, Juanito, que tú no eres un cantaor de borrachos.
Naturalmente, el genio de la Puerta Osario se fue sin cobrar y seguramente tuvo problemas al día siguiente para poner a hervir la olla de puchero.