Carpetazo al Festival de Jerez
Una gran cita flamenca debe cuidar de todo. Sinceramente, el bailaor sevillano El Carpeta no es el más indicado para cerrar un festival de esta envergadura y mucho menos en el Teatro Villamarta.
Este año no he podido ir nada más que a la clausura del Festival de Jerez, protagonizada por El Carpeta, el menor de los tres Farrucos, espectáculo que levantó en su día cierta polémica por unas durísimas declaraciones de Antonio Canales contra la cita jerezana, motivo por el que El Carpeta decidió prescindir de él como artista invitado y poner en su lugar a su hermano Farruquito, quien, para colmo, salió ya cuando nos habíamos ido la mitad del público para disculparse por no poder bailar debido a una lesión.
El Festival de Jerez es una gran cita flamenca, de las mejores, y por eso debe de cuidar de todo. Sinceramente, el bailaor sevillano El Carpeta no es el más indicado para cerrar un festival de esta envergadura y mucho menos en el Teatro Villamarta. No digo que su espectáculo no mereciera un sitio en su programación, aunque a mí no me gustara. Pero que A bailar haya servido para cerrar el festival es algo inexplicable. Primero, porque no estuvo a la altura que se requiere en estos casos. Segundo, porque El Carpeta no es bailaor y coreógrafo para tal empresa. Baila y punto, para quien le guste. Que una cosa es una pincelada con arte y gracia, y otra crear un espectáculo de altura.
El nieto del gran Antonio el Farruco tiene un enorme desparpajo y una fuerza descomunal en las piernas. Bailar flamenco es algo más que eso, y no entro ya en lo que es montar un espectáculo, crear coreografías, colocar unas luces, mandar en un cuadro y echarse el espectáculo a la espalda. Eso se lo he visto hacer a Antonio Gades, Mario Maya o Cristina Hoyos. ¿Qué clase de obra es esa en la que sale el bailaor, pone tres o cuatro poses más o menos flamencas, da tres patadas y media en la tarima, se pavonea por el escenario y entra y sale cuando quiere? Por no hablar del exceso de guitarra de concierto, la pésima iluminación en determinados momentos y otras cosas vitales en un espectáculo.
Menos mal que la música tuvo cosas de interés en el cante, superior en el toque y, en general, con buena elaboración. Y que ver bailar a La Farruca es siempre una alegría para la piel, por sus pellizcos. Desde luego, no la versión de La Salvaora que le prepararon y mucho menos en un teatro donde Caracol y Lola Floresformaron los líos que formaron.
No fui a hacer una crítica, sino a ver la clausura del festival a título particular. Me pagué el viaje y hasta el hotel, aunque esto importe poco. Y si al final decidí escribir algo fue porque entiendo que, sin desmerecer al joven bailaor, estas cosas no deben pasar en un festival de la categoría del de Jerez, que debe echar siempre el telón con lo mejor de lo mejor.