O se está en el rollo jondo o no se está
Está más que demostrado que el artista flamenco que se pasa a otros géneros musicales acaba perdiendo algo que difícilmente va a recuperar. Entiendo que es duro vivir solo de las malagueñas y las tarantas, por poner un ejemplo, pero nunca ha sido fácil, ni antes ni ahora.
Está más que demostrado que el artista flamenco que se pasa a otros géneros musicales, aunque no abandone del todo lo jondo, acaba perdiendo algo que difícilmente va a recuperar. Cuando, cansado de aventuras, decide regresar al flamenco, le cuesta recuperar el rollo de antes, su actitud ante este arte y la manera de sentirlo. Podríamos dar muchos nombres, poner ejemplos, pero también podemos hacerlo al revés: referirnos a quienes jamás se fueron del rollo flamenco. Chacón, Manuel Torres, la Niña de los Peines y Antonio Mairena, por ejemplo. Rafael Romero, Fosforito, Menese, Manuel Agujetas, Naranjito de Triana o Rancapino.
Un día le hablé de esto a Juan Valderrama y me reconoció que llevaba algo de razón. Él fue un claro ejemplo de cantaor que se pasó al otro bando, aunque no abandonara nunca el cante clásico hecho solo con guitarra. Nada reprochable, porque el artista es libre de hacer lo que quiera con su carrera, pero Juan Valderrama me reconoció que si te vas cuesta regresar, algo que le pasó a Manolo Caracol, quien tampoco se fue nunca del todo. Y más tarde a Antonio Chiquetete, por buscar un ejemplo actual.
Sigue pasando. ¿Por qué pasa esto? Creo que el cantaor o la cantaora se acaban aburriendo del cante clásico. Es como si dijeran: “Poco más puedo hacer ya”. Comentemos, por ejemplo, el caso de Miguel Poveda, una de las grandes figuras españolas del momento. ¿Alguien podría decir el nombre de todos los discos del cantaor catalán sin consultar en Google? Yo no, y lo digo con sinceridad y a sabiendas de que me lo pueden reprochar sus seguidores o fans, que se cuentan por miles. Tengo toda su obra, pero apenas me sabría dos o tres títulos de memoria. En cambio, me sé todos los de los discos de Mairena, Lebrijano o Morente.
Si Miguel Poveda decidiera dejarlo todo para regresar a un repertorio exclusivamente flamenco, se encontraría con la desagradable sorpresa de que ya no interesarían sus malagueñas, mineras o soleares. Por eso no lo va a hacer nunca, además de porque no va a renunciar a lo que gana cantando canciones o coplas. Poveda es ya un cantante, no un cantaor, porque se fue del rollo jondo hace tiempo. Tengo que confesar que nunca me ha gustado hasta el punto de seguirlo o de ir corriendo a la tienda de discos para ver si me sorprendía con algo nuevo.
El otro caso es Mayte Martín, mi cantaora favorita desde hace años, quizá desde que la descubrí en La Unión cuando ganó la Lámpara Minera. Tiene dos discos que me gustan, Muy Frágil (1994) y Querencia (2000), de los ocho volúmenes que componen su obra, si no recuerdo mal porque suelo escribir de memoria. No es que no me interese el resto, que lo tengo todo, pero solo me gusta cuando canta flamenco. Y últimamente la veo muy fuera de lo jondo, quizá demasiado. Por tanto, apenas me molesto en saber qué hace y dónde canta.
Entiendo que es duro vivir solo de las malagueñas y las tarantas, por poner un ejemplo, pero nunca ha sido fácil, ni antes ni ahora. Marchena solía decir que los grandes seguiriyeros acababan con remiendos en los pantalones, como Manuel Torres o Juan Mojama. ¿Y qué?